Con ojos cinematogr¨¢ficos
Una de las malas consecuencias de que los pol¨ªticos y tertulianos salgan a diario en las televisiones es -aparte del fenomenal hartazgo que producen y de las continuas sandeces que nos obligan a escucharles- que dejamos de verlos. De la misma manera que hay palabras largas y frecuentes que ya no leemos, sino que las reconocemos como un bloque, de un vistazo (posibles ejemplos ser¨ªan "desvergonzado" o "Alejandro", y por eso nos cuesta percatarnos de que est¨¢n mal escritas si aparecen como "desvergorzado" o "Alejando"), las caras de nuestros dirigentes y periodistas nos son tan excesivamente familiares que ya no nos preguntamos qu¨¦ vemos en ellas, sino que nos limitamos a pensar: "Ah, Rajoy; ah, Zapatero; ah, Ibarretxe; ah, Carod-Rovira". Por eso, cuando aparece un rostro nuevo, al que a¨²n no estamos habituados, entonces nos damos cuenta de que s¨ª vemos algo, m¨¢s all¨¢ de la asociaci¨®n refleja entre la imagen o la voz y el nombre.
Hace muchos a?os me pregunt¨¦ en un art¨ªculo, en el que analizaba la famosa foto de Franco y Mill¨¢n Astray vestidos m¨¢s o menos de legionarios y en actitud no se sab¨ªa si cantarina, increpatoria o borracha, c¨®mo era posible que sus contempor¨¢neos no hubieran advertido al instante que se trataba de dos facinerosos palmarios que, de top¨¢rselos de frente, invitar¨ªan a cualquier ciudadano honrado a cruzarse de acera. Y se?alaba la enorme dificultad que solemos tener para percibir en la realidad lo que en las pel¨ªculas vemos r¨¢pidamente y con nitidez absoluta. En ellas, a menudo, nada m¨¢s asomar un personaje nos decimos: "Huy, este no es de fiar", o "Este es un s¨¢dico", o "Este es un alma inocente". Claro que los actores es??t¨¢n caracterizados al efecto, y adem¨¢s interpretan con la intenci¨®n de que pensemos una u otra cosa, seg¨²n el caso. Pero es que en la vida real la mayor¨ªa de las figuras televisivas se delatan de forma muy similar, como si fueran personajes protot¨ªpicos, y lo ¨²nico que los salva de que los veamos de veras es nuestro acostumbramiento y consiguiente embotamiento.
Ahora ha surgido una cara nueva, la de Manuel Pizarro, "fichaje estelar" del PP -dicen-, y como a¨²n lo miramos "con ojos v¨ªrgenes", en seguida he podido "meterlo" en una pel¨ªcula. Y la verdad, parece que ese Partido los busque desagradables: su gesto cruel y despectivo me ha hecho verlo al instante como uno de esos despiadados magnates de las viejas cintas de Frank Capra, dispuesto a dejar a James Stewart en la ruina por ara?ar unos pocos m¨¢s d¨®lares. O bien -es una alternativa- como uno de esos malhumorados campesinos sure?os de escopeta y Biblia que pululan por las pel¨ªculas de Ku-Klux-Klan y conflictos raciales. Hasta tiene cara de los a?os cuarenta o cincuenta del pasado siglo. ?Por qu¨¦ no miramos en la vida como en la sala oscura? Bueno, es verdad que de Zapatero se ha subrayado su notable parecido con Rowan Atkinson, ese Mr Bean calamitoso. Pero si al actual Aznar lo vi¨¦ramos en una pel¨ªcula, nos saltar¨ªa a la vista que su personaje es el de petimetre envanecido del que tocar¨¢ burlarse. Jos¨¦ Blanco se asemeja a aquellos esbirros ratoniles de Liberty Valance en la obra maestra de John Ford, o a aquellos de Grupo salvaje que se peleaban entre s¨ª por robarles las muelas de oro a quienes hab¨ªan despanzurrado. Esperanza Aguirre se parece cada vez m¨¢s a Gracita Morales (no logro verla sin imagin¨¢rmela con delantal y cofia), s¨®lo que sin su bonhom¨ªa, y desde que perdi¨® las elecciones -?se acuerdan de que las ten¨ªa perdidas hasta que le echaron un cable aquellos Tamayo y S¨¢ez?-, el gesto se le ha hecho tan avieso que Gracita se mezcla monstruosamente con la m¨¢s p¨¦rfida Barbara Stanwyck. Si vi¨¦ramos a Isabel San Sebasti¨¢n por vez primera, la situar¨ªamos de inmediato en la estela de las m¨¢s conspicuas avinagradas, tipo Judith Anderson (el ama de Rebeca). El parecido de Ibarretxe con Leonard Nimoy (el Doctor Spock) es innegable, pero si le ponen con la imaginaci¨®n una sotana, tendr¨¢n al t¨ªpico cura fan¨¢tico, o a un Gran Inquisidor si lo disfrazan de dominico. Otro al que conviene a?adirle un alzacuellos es ?lvarez del Manzano: se les representar¨¢ el perfecto ejemplo de sacerdote untuoso. Lo mismo que si a Donald Rumsfeld lo visten con bata blanca: dar¨ªa un arquet¨ªpico m¨¦dico o cient¨ªfico nazi, enloquecido por sus experimentos. Si pudi¨¦ramos ver con ojos v¨ªrgenes a Zaplana, a Puigcerc¨®s o a Pedro J Ram¨ªrez (aunque en el caso de ¨¦ste pueden influir los tirantes), no nos cabr¨ªa duda de que regentan un garito de juego -ni siquiera un casino-, con mucha partida de dados. Nos resultar¨ªa transparente que Ana Botella pertenece al linaje de las madrastras, con su sonrisa tan falsa acompa?ada de mirada envenenadora. Y S¨¢nchez Drag¨® ver¨ªamos que es un ¨¦mulo de Gaddafi (a veces hasta en la vestimenta), s¨®lo que con facciones a¨²n m¨¢s r¨²sticas. Sarkozy es Louis de Fun¨¨s a¨²n con pelo, Benedicto XVI recuerda en la mirada a Nosferatu, y los gemelos Kaczynski parecen directamente sacados de aquella pel¨ªcula de terror, El pueblo de los malditos, aunque ya no sean ni?os prodigio. En cuanto a Rajoy, ?se acuerdan de los psic¨®logos de empresa -hoy ser¨ªan jefes de recursos humanos- que sol¨ªan ser los malos en las comedias de Billy Wilder y de Jerry Lewis? Pues ah¨ª lo tienen. Ojal¨¢ recuper¨¢ramos la capacidad para verlos a todos con mirada cinematogr¨¢fica. No votar¨ªamos con entusiasmo -es imposible-, pero s¨ª con algo m¨¢s de perspicacia.
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