La cabra tira al monte

El s¨²bito descubrimiento y magnificaci¨®n de la partida de nacimiento de Jaume I, en d¨ªas de carnaval, llen¨® las calles de jolgorio y la agenda oficial de excentricidades, como ese comunicado donde se calificaba al a?ejo monarca como padre fundador de nuestra pr¨®xima patria. Afirmaci¨®n ¨¦sta que reclama explicaci¨®n adicional, para ver d¨®nde queda, si conviene ir a ese sitio o iniciamos el ¨¦xodo en busca de otra civilizaci¨®n. Que el programa de festejos fuese literalmente calcado de los actos conmemorativos del 750? aniversario de la demarcaci¨®n, el 9 de octubre de 1988, es lo de menos. Pero los arranques de flatulencia, tiempo atr¨¢s con el Cid y ahora con el conquistador, ya huelen. Tanta fascinaci¨®n por la edad media explica por qu¨¦ la cabra tira al monte en esta sociedad de se?ores y siervos, donde el inter¨¦s no radica en garantizar la calidad de los servicios p¨²blicos que exige la ciudadan¨ªa moderna, sino en competir en una subasta para que los contribuyentes eludan el diezmo. Lo del espect¨¢culo de variedades, sin olvidar la brigada cardenalicia y el tedeum jaleado por las autoridades y el sector m¨¢s beato de la leal oposici¨®n, evidencia asimismo las lagunas de memoria que sufre la parroquia a prop¨®sito de nuestra colecci¨®n de cromos. Hace solo 12 a?os, Rafael Llu¨ªs Ninyoles public¨® Sociolog¨ªa de la ciutat de Val¨¨ncia, una peque?a joya editorial discretamente silenciada y convenientemente alejada, ya por aquel entonces, de los principales circuitos de la literatura ensay¨ªstica. Adem¨¢s de constatar la devastaci¨®n del tejido c¨ªvico asociativo en beneficio de los casales falleros, que tiene su miga, la compilaci¨®n de indicadores acumulados a lo largo de una d¨¦cada ofrec¨ªa una foto pintoresca de las maneras que apuntaba esta aldea tan inclinada al feudalismo. Porque Jaume I ya era el personaje m¨¢s representativo de Valencia, con un 22% de preferencias entre el censo, seguido de Blasco Ib¨¢?ez (19%) y, a mucha distancia, Sorolla (5%) empatado con Lerma, que tambi¨¦n pintaba mucho. Y por detr¨¢s, el Cid. M¨¢s exactamente Charlton Heston, aquel que cabalgaba en 1960 por las playas de Pe?¨ªscola a las ¨®rdenes de Anthony Mann, porque nadie apostar¨ªa por que las andanzas de Rodrigo D¨ªaz de Vivar tuviesen en este callejero m¨¢s pr¨¦dica que las obras completas de Marcial Lafuente Estefan¨ªa. Que Jaume I fuese m¨¢s conocido tiene su fundamento en las primeras oleadas de escolarizaci¨®n que cambiaron al h¨¦roe Cascorro, al general Moscard¨® y resto de imaginer¨ªa de los viejos libros de texto, por otra visi¨®n m¨¢s enraizada de la historia. Por lo que respecta a los monumentos asociados a la identidad urbana, el de Vivar ni aparec¨ªa, mientras que el de Jaume I, ese que se?ala hacia un cajero autom¨¢tico desde un pedestal del Parterre, representaba un triste 3% frente al 37% del Micalet, ah¨ª queda eso. A saber qu¨¦ pensar¨ªa el padre de la patria, si levantase uno de sus dos cr¨¢neos sepultados y contemplase c¨®mo cuartearon y urbanizaron su herencia. Tampoco le entender¨ªan, porque desde el primer gran se?or hasta el ¨²ltimo de sus bufones son analfabetos en la lengua del conquistador.