El viejo Montgat
Las cr¨®nicas se llaman unas a otras. La semana pasada escrib¨ªa aqu¨ª sobre la aparici¨®n del libro Cuba a Catalunya. El llegat dels indians y al cabo de pocos d¨ªas mi sherpa croniquero de cabecera me comentaba que en Montgat hab¨ªa una peque?a lonja de pescado, cada d¨ªa de lunes a viernes, a la una del mediod¨ªa. Trat¨¢ndose del Maresme, hubiera tenido que sospechar que, m¨¢s temprano que tarde, los indianos acabar¨ªan apareciendo. Nos pusimos en ruta en bibicleta. El paseo es agradable, aunque de vuelta las piernas flojeaban, por lo que optamos por coger el c¨®modo tranv¨ªa de Sant Adri¨¤ a la Ciutadella.
No hay paisaje que haya cambiado m¨¢s que ¨¦ste en los ¨²ltimos a?os. Cruzado el Bes¨°s, desaparece durante un trecho el carril bici, pero la carretera que pasa por detr¨¢s de las tres chimeneas de la t¨¦rmica no est¨¢ muy transitada. Dice el alcalde Canga que quiere conservar esos gigantes de hormig¨®n de casi 200 metros de altura y llenarlos de memoria democr¨¢tica en un futuro centro cultural, si es que el pueblo acaba apoyando la iniciativa en un refer¨¦ndum que debe celebrarse en primavera. No cabe duda de que estamos ante un icono del brutalismo industrial de la d¨¦cada de 1970, un atentado en toda regla contra la costa y sus vecinos, que durante a?os han tenido que soportar molestas emanaciones. Pero hay que convenir que vistos de cerca estos monstruos desprenden una fuerza altiva y sint¨¦tica que marca identidad. Todo es seg¨²n el color con que se mira.
La lonja, junto a la playa, es un modesto cobertizo con bancos de madera
Pasada la zona industrial se llega al nuevo puerto deportivo de Badalona. ?De d¨®nde sale tanta embarcaci¨®n de recreo? ?Y tanta vivienda nueva? Sant Adri¨¤ y Badalona se han unido por la costa a golpe de bloques de apartamentos, muchos de ellos con carteles de "en venta". Llegamos as¨ª a la f¨¢brica de An¨ªs del Mono (huele intensamente a la planta con que se elabora; el macaco es, por su parte, un reconocido anagrama indiano). Siempre en paralelo a la v¨ªa del tren, se divisa ya el Tur¨® de Montgat, verdadero moj¨®n del Maresme. Tras ¨¦l queda el Barri Antic de este municipio, que no se independiz¨® de Tiana hasta 1933. Presidido por la iglesia de Sant Joan, este rinc¨®n parece haber sorteado el siglo XX. La lonja, junto a la playa, es un modesto cobertizo con bancos de madera en los que se acomodan una treintena de compradores. En el suelo, sobre bandejas de mimbre, se halla el pescado a subasta: sepias, lenguados, rayas, un bogavante que todav¨ªa mueve las antenas. La cuenta atr¨¢s es veloz. En pesetas, por supuesto. Al otro lado de la v¨ªa se puede comer en Can Fava, casa fundada en 1898, y a la salida visitar la curiosa torre de vig¨ªa de Ca l'Alzina, del siglo XVI, curvil¨ªnea por el lado de mar, plana por el de interior.
Pero la principal atracci¨®n del lugar es sin duda el Tur¨® de Montgat, junto a la antigua V¨ªa Augusta, que los romanos bautizaron con el po¨¦tico nombre de Promontorium Lunarium y donde se hallaba un castillo que defend¨ªa la costa norte y que Felipe V mand¨® derribar, seg¨²n su costumbre, sin conseguir otra cosa que estimular la memoria patri¨®tica: en la cima, un monolito recuerda las reuniones convocadas all¨ª durante el siglo XIX por la Associaci¨® Catalanista d'Excursions Cient¨ªfiques. Unos metros por debajo se halla un prodigio de la ingenier¨ªa de la ¨¦poca: el t¨²nel de 135 metros de la l¨ªnea de Matar¨®, inaugurado en 1848. Fue el primer t¨²nel ferroviario de Espa?a y estuvo promovido, seg¨²n el libro de Tate Cabr¨¦, por Miquel Biada Bunyol (1789-1848), un indiano que hab¨ªa trabajado en los ferrocarriles cubanos y que muri¨® antes de ver inaugurada esta obra. Parece una grave contradicci¨®n que quienes se declaran hoy herederos de aquel modernismo innovador, tanto como para sentirse legitimados para acabar la Sagrada Familia, se opongan a la construcci¨®n de un t¨²nel cerca de sus cimientos. La memoria, la de las tres chimeneas tanto como la de Felipe V o la del modernismo, es implacable.
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