Imposible separarse tras el 'boom' inmobiliario
Los divorciados de la era de la vivienda m¨¢s cara se hunden en la precariedad - Ni pueden comprar, ni alquilar, ni pedir piso social
Los separados de la era del boom inmobiliario est¨¢n quedando en la ruina: si no hay un buen acuerdo y macrosueldo, la imposibilidad de encontrar vivienda ha convertido a muchos en ciudadanos sin techo. S¨®lo en Pa¨ªs Vasco y Madrid comienzan a tomarse t¨ªmidas medidas para que puedan aspirar a pisos sociales.
Quien deba pasar pensi¨®n puede ver mermados sus ingresos un 35%
Mujeres juristas alertan de los intentos de impago de la manutenci¨®n
Euskadi y Madrid ofrecen viviendas sociales a los divorciados
Los comedores de C¨¢ritas atienden a algunos separados. No es algo nuevo
Muchos varones reclaman custodia compartida de forma autom¨¢tica
"No hay denuncias falsas para acelerar el proceso", afirman en Themis
El casado casa quiere, reza un refr¨¢n formulado cuando el matrimonio era para toda la vida. Pero, ?y el separado? Tras la disoluci¨®n del v¨ªnculo, y el pago de la pensi¨®n alimenticia, a veces acompa?ada de otra compensatoria, muchos ex c¨®nyuges se ven abocados a una econom¨ªa de crisis, a la mera subsistencia. La vivienda se convierte en problema, y en algunos casos contenedores, caravanas en c¨¢mpings o pensiones, son la primera opci¨®n; luego, la soluci¨®n del piso compartido o la vuelta al hogar de los padres. S¨®lo que el regreso se hace, entonces, con medio hogar a cuestas: con la compa?¨ªa temporal y regular de unos hijos que se hacen presentes en fines de semana o vacaciones.
Un separado o divorciado destina alrededor de un 35% de sus ingresos l¨ªquidos al pago de la pensi¨®n de alimentos (en torno al 20%) y de la compensatoria (un 15% de promedio), si la hubiera, pero el porcentaje puede ser a¨²n mayor, rondando en algunos casos el 50%. La pensi¨®n compensatoria se decide si el otro c¨®nyuge resulta perjudicado en su nivel de vida por el cese de la convivencia.
Pero otro desembolso, mucho m¨¢s dif¨ªcil de cuantificar, es el de la segunda vivienda, lo que en teor¨ªa deber¨ªa ser el otro hogar resultante de la separaci¨®n, ya que en el 95% de los casos el c¨®nyuge que se queda con la custodia de los hijos lo hace en la casa com¨²n. Si sobre esa primera vivienda pesa una hipoteca, los juzgados de familia suelen dictaminar que la carga se satisfaga por mitades; as¨ª, al debe de la ruptura el c¨®nyuge que se va de casa ha de sumar el pago de la mitad de aqu¨¦lla.
Bruno Murillo, de 41 a?os, lleva seis separado. Con un hijo de dos a?os y una casa reci¨¦n estrenada, tras la demanda de separaci¨®n presentada por su mujer se vio de pronto en una pensi¨®n "porque no pod¨ªa afrontar un alquiler si quer¨ªa pagar la manutenci¨®n". Pero la factura de la fonda tambi¨¦n resultaba gravosa y, alguna noche, lleg¨® a dormir en su coche, en la calle. "Entonces era viajante, y as¨ª me ahorraba las dietas, con las que pod¨ªa pagar la pensi¨®n de alimentos y la mitad de la hipoteca". Al a?o de dar tumbos se fue a casa de sus padres. Una vida de okupa que a duras penas consegu¨ªa crear el ambiente de hogar indispensable para las convivencias con su hijo. Por eso, su familia le paga desde hace meses el alquiler de un piso en Canet de Mar (Barcelona), donde residen su ex mujer y su hijo. "Vivo de alquiler gracias a mi familia", afirma Murillo, que hoy trabaja como t¨¦cnico teatral. "Mi sueldo es de 1.200 euros, paso a mi ex 600 entre pensi¨®n e hipoteca, y gasto 100 euros m¨¢s al mes en transporte. De los 500 euros limpios, se me ir¨ªan 450 en alquiler, as¨ª que sin ayuda no podr¨ªa. Una vivienda independiente hace que la relaci¨®n con mi hijo sea m¨¢s normal, m¨¢s fluida", concluye. Y en cuanto a la custodia compartida, principal caballo de batalla de muchos divorciados, habr¨ªa resultado impensable solicitarla "a 60 kil¨®metros de distancia del domicilio familiar, la distancia a la que viven mis padres, de ah¨ª la necesidad del alquiler".
Otros corren peor suerte. Eufemiano de C¨¦spedes tiene 69 a?os. Los ¨²ltimos siete los ha pasado, divorciado, en un contenedor habilitado como casa en la madrile?a sierra de Guadarrama. "Si uno tiene la desgracia de separarse es la ruina total, y no s¨®lo econ¨®micamente hablando. Ten¨ªa r¨¦gimen de gananciales, mi mujer no ha trabajado nunca, pero como el patrimonio estaba a su nombre, me vi en la calle, con 13,30 euros para pasar el mes. ?C¨®mo va a vivir alguien con ese dinero?".
Eufemiano tiene dos hijos, que eran ya mayores de edad cuando se separ¨®. Con la ley del divorcio de 1981 vigente, el juez sentenci¨® que el padre deb¨ªa pasar una pensi¨®n de 100.000 pesetas de la ¨¦poca al menor, a la saz¨®n de 30 a?os de edad. "Yo me re¨ª en su cara. ?A alguien de 30 a?os? No me tome el pelo, se?or juez, le dije. Y me desalojaron de la sala". "Me pusieron dos multas y recib¨ª tres sentencias con errores, la Justicia me ha tratado muy mal", se queja. Antes de ocupar el contenedor, rod¨® por unas cuantas pensiones. "He pasado mucha hambre y fr¨ªo estos ¨²ltimos a?os", clama mientras aprovecha para atacar una ley, la del divorcio, que, dice, "est¨¢ hecha en contra del hombre".
"Es una ley absolutamente indiscriminada", contraataca Altamira Gonzalo Valga?¨®n, presidenta de la Asociaci¨®n de Mujeres Juristas Themis, contraria a la custodia compartida y favorable a una responsable, correlato de la corresponsabilidad previa en el cuidado de los hijos. "El problema es que no se habla claro: la mayor¨ªa de estos hombres lo que plantean es dejar de pagar la pensi¨®n a los hijos y que la madre no se quede con la casa, que ¨¦sta se venda o reparta. En el n¨²cleo de su preocupaci¨®n no est¨¢ el cuidado filial".
El presidente de la Asociaci¨®n Espa?ola de Abogados de Familia, Isidro Ni?erola, constata la merma de nivel de vida que acarrea una separaci¨®n para uno de los c¨®nyuges, sino para ambos. "Uno de ellos, el obligado al pago , que es en la mayor¨ªa de los casos el hombre, queda en situaci¨®n de inferioridad econ¨®mica, llegando a ser ¨¦sta a menudo penosa. Las pensiones que se imponen [de alimentaci¨®n y compensatoria] son elevadas, pueden llegar al 35% de los ingresos l¨ªquidos del progenitor obligado a pagarlas. En cualquier caso, ese deber¨ªa ser el tope m¨¢ximo", sostiene Ni?erola.
En el material de agravios que esgrimen los padres separados -no sin recordar, algunos, que en su situaci¨®n se hallan tambi¨¦n muchas mujeres-, la fiscalidad ocupa tambi¨¦n espacio en la diana. "Fiscalmente no pertenecemos a la unidad familiar, en nuestra declaraci¨®n de la Renta no podemos deducir por los hijos, s¨®lo quien tiene la custodia". De nuevo la custodia como catalizador de todos los rencores. "A la hora de cumplir con Hacienda, desaparecemos de la familia, pero a efectos reales somos sus principales sostenedores", apunta Paco Rodr¨ªguez, de 46 a?os, padre de una ni?a de 10. "Yo mantengo dos unidades familiares: la de mi ex y mi hija, y la de mis padres, en cuya casa me he visto obligado a instalarme como si fuera un okupa, viviendo de prestado", dice; "todas mis cosas est¨¢n en un guardamuebles".
Pese a su condici¨®n de funcionario, afrontar el pago de la pensi¨®n de alimentos m¨¢s la mitad de la hipoteca del piso que compr¨® con su pareja se le hace cuesta arriba. Su ex, cuenta, ha tenido un hijo con otro hombre, con el que convive en el hogar que Paco contribuye a pagar. "El nuevo novio de mi ex no colabora en los gastos dom¨¦sticos, as¨ª que pago yo, por imperativo legal", se queja. Situaciones como ¨¦sta, denuncia el presidente de la Asociaci¨®n de Abogados de Familia, "deber¨ªan ser motivo de la extinci¨®n del uso por parte del c¨®nyuge custodio".
Similar petici¨®n hace la Confederaci¨®n Estatal de Padres y Madres Separados Conpapaymam¨¢ a los partidos pol¨ªticos: la modificaci¨®n del art¨ªculo 96 del C¨®digo Civil, es decir, que se reconsidere el derecho al usufructo del domicilio familiar si el usufructuario convive en ¨¦l con otra pareja. Cabe recordar, no obstante, que la vivienda no se adjudica a uno de los c¨®nyuges, sino para servir de hogar a los hijos.
Paco Rodr¨ªguez, con su sueldo de funcionario de nivel medio, se ve excluido del mercado inmobiliario. "No tengo acceso a pisos de protecci¨®n oficial, porque son para gente que gana 800 euros al mes, pero tampoco puedo recurrir al mercado libre. Por eso no es de extra?ar que la mayor¨ªa de los divorciados acabe compartiendo piso", afirma.
El d¨¦ficit de viviendas ha encontrado respuesta en un par de Gobiernos auton¨®micos. El Ministerio de Vivienda, en su Plan Estatal, no destina ning¨²n cupo de viviendas de protecci¨®n oficial (VPO) a separados; el Gobierno Vasco o la Comunidad de Madrid, s¨ª, aunque con cuentagotas. La Federaci¨®n de Euskadi de Padres y Madres Separados (Kidetza) suscribi¨® en 2006 con el Gobierno de Vitoria unos acuerdos para facilitar el acceso a VPO de separados y divorciados. El principal logro consiste en eliminar el plazo de dos a?os que un separado deb¨ªa aguardar para optar al sorteo de una de estas plazas. Etxebide, el Instituto Vasco de la Vivienda, se convierte as¨ª en pionero de una medida que allana el camino a la equiparaci¨®n, en t¨¦rminos inmobiliarios, entre los dos hogares resultantes del divorcio.
En la Comunidad de Madrid, la avanzadilla es una t¨ªmida promoci¨®n de 202 pisos de protecci¨®n oficial en alquiler. Pero, como lamenta Paco Rodr¨ªguez, la desproporci¨®n en el reparto resulta discriminatoria. "En el primer paquete, consistente en 40 viviendas, 38 han ido a parar a mujeres y s¨®lo 2 a hombres", dice. Algo que, sostiene, no suceder¨ªa -ni se convertir¨ªa en un casus belli m¨¢s- si, como proponen las asociaciones de divorciados, se disuelve autom¨¢ticamente el r¨¦gimen de gananciales -si ¨¦se fuera el del matrimonio- en el mismo acto del divorcio.
En los comedores sociales de las grandes ciudades no es infrecuente la figura del padre separado. "No es un fen¨®meno nuevo. Tampoco resultan extra?os en la calle, entre las filas de los sin techo. Por decirlo de alguna manera, la situaci¨®n que sigue a una ruptura familiar puede derivar en una transitoriedad precaria", explica Sergio Barciela, responsable del programa Personas sin Hogar de C¨¢ritas. "Los hombres separados que acuden a nuestros comedores no son el perfil habitual del sin techo; la suya es una situaci¨®n coyuntural", a?ade.
Last, but not least, la pugna por la custodia compartida, que las asociaciones de divorciados -imposible averiguar el n¨²mero total de afiliados- reclaman como norma autom¨¢tica en todo proceso, salvo cuando uno de los c¨®nyuges renuncie expresamente a ella o bien concurran "causas suficientes". En el entrecomillado se agazapa otro de los puntos m¨¢s peliagudos de la batalla por lograr las mejores condiciones posibles posdivorcio: las presuntas denuncias falsas por maltrato. Basta una sola para que la posibilidad de optar a la custodia compartida se volatilice para el progenitor acusado. Bruno Murillo ha pasado por ello. "Mi ex interpuso contra m¨ª denuncias falsas, que el juez desestim¨®. Pero, en lugar de probar la culpabilidad, lo que resulta m¨¢s dif¨ªcil en estos casos es demostrar la inocencia. Yo obtuve una sentencia absolutoria, pero la vista por la custodia compartida no se lleg¨® a celebrar".
"Las denuncias por maltrato, sobre todo si son falsas, constituyen un tema grav¨ªsimo, que se hace eco de la alarma generada por la violencia dom¨¦stica", expone Isidro Ni?erola. "Los juzgados de violencia dom¨¦stica est¨¢n viendo no s¨®lo causas penales, sino tambi¨¦n civiles: disputas en torno al r¨¦gimen de visitas, etc¨¦tera. Denuncias que intentan propiciar la exclusi¨®n de la custodia compartida. Los juzgados [de violencia de g¨¦nero] est¨¢n colapsados, y har¨ªa falta una profunda reforma para eliminar de ellos toda la jurisdicci¨®n civil que ven a diario".
Altamira Gonzalo, de Themis, niega la mayor: "Es mentira que se utilicen denuncias falsas para acelerar el proceso. Con nueve mujeres asesinadas en lo que va de a?o, resulta terrible o¨ªr eso. Un estudio de la Audiencia Provincial de Barcelona estima en un 4% el porcentaje de denuncias falsas, similar al de cualquier otro tipo de denuncias".
"Se est¨¢ siguiendo una pol¨ªtica de discriminaci¨®n positiva hacia las mujeres, y es pol¨ªticamente incorrecto no secundar ese discurso", replica Rodr¨ªguez, secretario de la Uni¨®n de Separad@s de Madrid. Rodr¨ªguez recalca que la asociaci¨®n que representa "es mixta, de padres y madres". El s¨ªmbolo de la arroba como una vuelta de tuerca m¨¢s, en insondable espiral, a un drama cotidiano que se enquista en el tiempo y en el espacio.
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