Est¨¦tica y fr¨ªa 'Pozos de ambici¨®n'
P. T. Anderson presenta su visi¨®n de los inicios de la industria petrolera
Desde hace algo m¨¢s de una d¨¦cada Paul Thomas Anderson es uno de los escasos directores del cine estadounidense a los que Hollywood financia con grandes presupuestos permiti¨¦ndole ejercer la autor¨ªa, desarrollar su arriesgado estilo, ir de rarito con inquietudes, firmar un cine con inconfundible sello personal. A cambio, los estudios que apuestan por ¨¦l pueden tirarse el rollo con el prestigio cr¨ªtico del que disfruta este hombre, saber que sus muy personales pel¨ªculas casi siempre van a estar nominadas al Oscar, los Globos de Oro y dem¨¢s galardones tan ansiados como legitimadores, presumir de que en su cuadra convencional tambi¨¦n hay sitio para un caballo ind¨®mito e imprevisible.
Este creador dotado para bucear en la infelicidad brill¨® en 'Magnolia'
Aqu¨ª logra una pel¨ªcula distinta, m¨¢s sugerente que expl¨ªcita
S¨®lo me despierta curiosidad y morbo insano; la emoci¨®n est¨¢ ausente
El protagonista repite su desaforado personaje de 'Gangs of New York'
Las apuestas de este creador tan dotado para retratar la tragedia y la crueldad, para bucear en la infelicidad, la angustia y la desesperaci¨®n de una representativas galer¨ªa de compatriotas, para meter el bistur¨ª en una sociedad seriamente enferma, ha logrado resultados brillantes en las perturbadoras Boogie nights y Magnolia. Tambi¨¦n se ha metido alg¨²n patinazo notable, como en el caso de la pretenciosa, irritante y absurda Embriagado de amor.
Con estos antecedentes estaba claro que Pozos de ambici¨®n, la ¨²ltima y demorada pel¨ªcula de alguien muy selectivo y que no se prodiga en sus proyectos, que se lo piensa mucho antes de contar una historia, iba a ser un producto at¨ªpico y poderoso, aunque el argumento desarrollara algo tan arraigado en la cultura americana como la descripci¨®n del hombre hecho a s¨ª mismo que consigue hacer fortuna en la tierra de las posibilidades. En este caso, el de un pionero que logra extraer petr¨®leo en escenarios que se consideraban secos.
Y efectivamente Anderson ha logrado una pel¨ªcula distinta, oprimente, desmitificadora, sin convencionalismos ni t¨®picos, m¨¢s sugerente que expl¨ªcita, con una violencia f¨ªsica, mental, transparente y subterr¨¢nea que llega a provocar miedo, con un tono aleg¨®rico y simbolista que permite establecer paralelismos entre lo que encarnan ese personaje obsesionado con la riqueza y sin escr¨²pulos para obtenerla o un farisaico l¨ªder religioso que sabe que Dios y los negocios pueden ir fraternalmente unidos, con la ideolog¨ªa, comportamientos y metodolog¨ªa de los que controlan actualmente el poder en Estados Unidos.
Admitiendo que el creador ha hecho una disecci¨®n implacable y potente de un triunfador corro¨ªdo por el odio y la desconfianza hacia su pr¨®jimo, de alguien torturado, acorazado sentimentalmente y que es capaz de machacar a su ¨²nico amor en nombre de la ambici¨®n depredadora, confieso que el brutal microcosmos que describe no logra contagiarme emoci¨®n en ning¨²n momento, que ese despliegue de sentimientos volc¨¢nicos y de brutales enfrentamientos paternofiliales me dejan fr¨ªo casi todo el tiempo, y cuando ese infierno interior que est¨¢ latiendo desde el pr¨®logo acaba estallando, me parece tan grandilocuente como excesivo. Concretamente el agresivo desenlace lo encuentro de gui?ol.
Paul Thomas Anderson tiene un estilo narrativo tan hipn¨®tico y un sentido de la atm¨®sfera tan asfixiante que logra el milagro de que no me desinterese de lo que est¨¢ ocurriendo en la pantalla durante el arriesgado metraje de 160 minutos, pero s¨®lo me despierta curiosidad y morbo insano, ya que la capacidad de emocionar est¨¢ ausente.
Es m¨¢s que probable que a Daniel Day-Lewis le caiga el Oscar por una interpretaci¨®n en la que su histrionismo se pasa siete pueblos, en la que tengo la fastidiosa sensaci¨®n de que est¨¢ repitiendo su desaforado personaje de El Carnicero en Gangs of New York. All¨ª me convenc¨ªa y me aterraba, aqu¨ª me suena a innecesario, a ya visto y o¨ªdo, a sobreactuaci¨®n. Cosas m¨ªas, que debo de ser muy raro, ya que la mayor¨ªa del personal que ha asistido en la Berlinale a Pozos de ambici¨®n se muestra deslumbrado por el trabajo de Daniel Day-Lewis y tambi¨¦n fascinado por la est¨¦tica y los mensajes de su pretencioso autor. Cuanto m¨¢s pienso en esta pel¨ªcula pretendidamente turbadora, m¨¢s antip¨¢tica me cae.
Babelia
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