Emperador: tesoros ocultos
Son de sobra conocidas las magn¨ªficas vistas que se contemplan desde el hotel Mont¨ªboli, lugar donde est¨¢ ubicado el restaurante que comentamos, y que alcanzan su perfecci¨®n en la terraza acristalada, colgada sobre la playa a una considerable altura, lo que propicia la admiraci¨®n del contemplativo comensal.
La comida que en ese entorno se sirve est¨¢ presidida por el clasicismo franc¨¦s arropado por notas de modernidad, que no obstante la voluntad de hacerse presentes, se diluyen ante el predominio de los tonos c¨¢lidos -salsas y mantequillas- que conforman una parte sustantiva de la carta. Una l¨¢stima, ya que los platos con mayor componente juvenil y mediterr¨¢neo sobresalen de sus compa?eros empujados por la fuerza de la naturalidad.
As¨ª, el sabroso caldo de crust¨¢ceos y pescados que acompa?a a unas carrilleras de rape se adorna con una bolita de fr¨ªa mantequilla, que va suavizando el l¨ªquido con su disoluci¨®n, permitiendo de esta suerte la ingesti¨®n de las sabrosas -pero un tanto burdas y resecas de nacimiento- carnes de la cabeza del pescado, cuyo destino gastron¨®mico de esta forma se ampl¨ªa y ratifica, entrando a formar parte del selecto y admirado grupo de animales -como el cerdo- de los que todo se aprovecha.El magn¨ªfico lomo del rodaballo puede vivir solo, y acomplejar con su sabor -sea asado, hervido o a la plancha- a cualquier ung¨¹ento que le a?adamos, por lo que las salsas no le a?aden exceso de valor. Al contrario sucede con las salazones, que servidas con una bien pensada jungla de verduras -original mezclum, que lleva entre sus componentes las ¨¢cidas pepitas del tomate, con su jugo- y un adecuado ali?o de vinagre y hierbas, entusiasman.
Por lo que tras su consumo, admiramos el mar que nos circunda y so?amos con los tesoros que nos ocultan.
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