Michelle, contra las dinast¨ªas pol¨ªticas
"Aqu¨ª estoy, luchando contra las dinast¨ªas pol¨ªticas de este pa¨ªs", proclam¨® Michelle Obama el lunes por la noche en un mitin en la escuela secundaria Bethesda-Chevy Chase, en el Estado de Maryland, en los suburbios de la capital de EE UU. En las ¨²ltimas tres semanas, la esposa de Barack Obama se ha zambullido con ¨ªmpetu en la campa?a de su marido. Y lo ha hecho explotando su papel de madre trabajadora ajena a la pesada maquinaria pol¨ªtica de Washington. "No soy m¨¢s que la madre de dos preciosas ni?as, preocupada por el tipo de pa¨ªs que le voy a ofrecer a mis hijas", dijo esta abogada de 44 a?os al subir al escenario, narrando la historia de su vida ante una audiencia emocionada. "Mi padre pertenec¨ªa a la clase obrera. No ten¨ªa mucho: mantuvo a toda una familia con un solo sueldo. Y aun as¨ª fue capaz de enviarnos a mi hermano y a m¨ª a la Universidad de Princeton. Con perseverancia y mucho sacrificio".
La esposa de Obama habla en sus charlas de emociones, y poco de pol¨ªtica
Esta es la Michelle Obama que se ha convertido en un referente para muchas mujeres votantes. La ni?a afroamericana de los suburbios de Chicago que dorm¨ªa en el sal¨®n por falta de habitaciones. La brillante abogada graduada con matr¨ªculas de honor en Princeton y Harvard. La madre de familia que gana el doble que su marido como vicepresidenta del Hospital de la Universidad de Chicago. La brillante oradora capaz de sacar las l¨¢grimas en sus m¨ªtines.
Monica Wiley, tambi¨¦n mujer y afroamericana, lloraba a mares durante la intervenci¨®n. "Si pudiera levantarme, me levantar¨ªa y gritar¨ªa", confesaba. Un accidente, en 1989, le destroz¨® las piernas. El martes acudi¨® desde Richmond, a 188 kil¨®metros de Bethesda, s¨®lo para poder ver a su ¨ªdolo. "Yo la entiendo cuando habla de las barreras que muchas mujeres sufrimos. Despu¨¦s de mi accidente se supon¨ªa que yo no pod¨ªa volver a caminar. Me lo dijeron los m¨¦dicos. Pero yo me empe?¨¦. Lo intent¨¦. Y aqu¨ª estoy, caminando con mis muletas. As¨ª es como llegar¨¢ a ser primera dama".
En los discursos hay poca pol¨ªtica. Habla de emociones y experiencias, de cuando su marido no saca el cubo de basura y de c¨®mo paga las deudas de su tarjeta de cr¨¦dito. Dotada de la oratoria de un predicador, a Michelle Obama se le notan sus d¨¦cadas acudiendo a la iglesia del reverendo Jeremiah Wrigh, en el sur de Chicago. Adorna su discurso con matices religiosos. "Digan lo que digan, podemos hacerlo, podemos cambiar este mundo, podemos ser mejores personas", exclama, apuntando con el dedo a la audiencia. "S¨ª que podemos", contesta la multitud.
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