La primera insumisi¨®n global sigue alerta
La protesta contra la guerra de Irak no cumpli¨® su objetivo, pero sigue viva en forma de redes de acci¨®n - Cinco a?os despu¨¦s, se consolida como el primer 'shock' ideol¨®gico de una generaci¨®n
El mundo no s¨®lo ha cambiado por la guerra de Irak. La movilizaci¨®n global que se vivi¨® entonces contra una invasi¨®n basada en la mentira forj¨® una voz com¨²n para una opini¨®n p¨²blica mundial desorientada y deslavazada tras la guerra fr¨ªa y el 11-S. Millones de personas generaron una cadena de protestas que no par¨® la guerra, pero s¨ª dio a luz un pensamiento global y el primer shock ideol¨®gico para toda una generaci¨®n. Cinco a?os despu¨¦s, la red de concienciaci¨®n sigue viva.
Juan Diego Botto: "La movilizaci¨®n concedi¨® dignidad a Espa?a"
"El PP ya no podr¨ªa repetir lo que hizo", seg¨²n la Fundaci¨®n para la Paz
El movimiento antiglobalizaci¨®n resurge tras a?os de crisis
El 15 de marzo se celebrar¨¢n marchas para conmemorar el 5? aniversario
Gil Calvo: "Fue importante, pero no construy¨® una sociedad civil global"
"Cre¨ª que nac¨ªa algo nuevo, pero la gente volvi¨® a su casa", dice un activista
"En el futuro va a ser mucho m¨¢s dif¨ªcil declarar guerras como las de Irak, y todo este nuevo caudal pacifista ha ido incidiendo en la opini¨®n p¨²blica en muchos otros asuntos: hoy existe en Reino Unido una mayor¨ªa contraria a las armas nucleares, a los nuevos misiles que EE UU quiere instalar en Europa... Nos sentimos mucho m¨¢s fuertes", explica Kate Hudson desde Londres. Hudson, miembro del comit¨¦ ejecutivo de la Coalici¨®n Paremos la Guerra, que sigue muy activa en el Reino Unido, asegura que miles de nuevos militantes se unieron a la organizaci¨®n como consecuencia de las grandes marchas de 2003. Aunque perdieron esa causa, el pacifismo gan¨®.
Hoy se cumplen cinco a?os de aquel d¨ªa: cuando millones de ciudadanos de todo el planeta, desde Londres hasta Sidney, pasando por Nueva Delhi y Buenos Aires y, por supuesto, por Madrid y Barcelona, tomaron las calles al grito de "?No a la guerra!". ?Sirvieron de algo aquellas inmensas riadas de gente que conten¨ªan la respiraci¨®n ante la inminencia de la guerra? ?O fue flor de un d¨ªa?
"Aquel 15 de febrero fue uno de los d¨ªas de mayor felicidad de mi vida; realmente sent¨ª que merec¨ªa la pena lo que hac¨ªamos, que ¨¦ramos ¨²tiles". El actor y escritor Juan Diego Botto, de la Plataforma Cultura contra la Guerra, fue uno de los art¨ªfices de la gigantesca convocatoria de Madrid, una de las m¨¢s concurridas del mundo junto con la de Barcelona. Ambas ciudades, conmocionadas por la crispaci¨®n del ¨²ltimo periodo de gobierno de un Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar empe?ado en hacerse un hueco en la aventura iraqu¨ª como escudero de George W. Bush, vivieron las mayores marchas de su historia. La gesta reuni¨® a entre 6 y 10 millones de personas en todo el mundo.
Botto es tajante al afirmar que, "por supuesto", todo aquello mereci¨® la pena, pese a que no lograra detener la guerra. "De entrada, aqu¨ª, concedi¨® dignidad a Espa?a como pueblo. Hicimos lo posible para evitar la barbarie y para podernos mirar a¨²n en el espejo. Pero adem¨¢s se reforzaron unas redes sociales que estaban muy alica¨ªdas e incorporaron a mucha gente joven".
Muchos de los que estuvieron detr¨¢s de aquellas convocatorias -aquello naci¨® de la gente de la calle; los pol¨ªticos s¨®lo pudieron intentar sumarse a la ola antes de que les engullera- coinciden en que los efectos fueron s¨ªsmicos aunque no lograran parar la invasi¨®n: "Aquello fue un freno indiscutible a la agenda neocon de EE UU. Estoy convencido de que aquello fren¨® el alcance de aquel proyecto destructor", sostiene Francesc Tubau, que en aquellos d¨ªas ejerc¨ªa de portavoz de la Plataforma Aturem la Guerra (Paremos la Guerra), que agrup¨® a m¨¢s de 200 entidades catalanas, desde la derecha democristiana hasta los okupas.
Esa Plataforma sigue activa, y ahora prepara la marcha conmemorativa de los cinco a?os de aquellos d¨ªas. A esta convocatoria han vuelto a sumarse ciudades de medio mundo y la mayor¨ªa de marchas se celebrar¨¢n el 15 de marzo. No aspiran a ser tan masivas, claro, pero sus promotores tomar¨¢n de nuevo la calle con la cabeza muy alta.
Enrique Gil Calvo, profesor de Sociolog¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad Complutense de Madrid, es m¨¢s cauto: "No hubo guerra en Ir¨¢n porque la ocupaci¨®n de Irak fue un gran fracaso y no por las manifestaciones". En su opini¨®n, las marchas fueron "una forma de participaci¨®n puramente reactiva ante elementos excepcionales, como la erupci¨®n de un volc¨¢n" y no cree que sirvieran para consolidar a¨²n de una sociedad civil de alcance global. "Pero fueron muy importantes porque dej¨® totalmente claro que la sociedad europea rechazaba la guerra, lo que no es poco", remacha.
Si hay alg¨²n lugar en el que aquellas movilizaciones s¨ª tuvieron efectos palpables, concretos e inmediatos fue Espa?a, donde el atentado del 11-M y su gesti¨®n por parte del Gobierno hizo saltar las cosas por los aires. "Aznar perdi¨® las elecciones y lo primero que hizo Zapatero tras ganarlas fue retirar las tropas de Irak", recalca Jordi Armadans, director de la Fundaci¨®n para la Paz, referencia del pacifismo en Espa?a desde hace 25 a?os. Y a?ade: "Nada de esto puede entenderse sin esas grandes manifestaciones".
Armadans est¨¢ convencido de que el poso que dej¨® en Espa?a es de largo alcance y muy importante: "Hoy ser¨ªa impensable que ning¨²n Gobierno apoyara una guerra en las condiciones en las que lo hizo Aznar, de espaldas a la poblaci¨®n. Estoy seguro de que el Partido Popular ha aprendido la lecci¨®n y que no podr¨ªa repetir lo que hizo".
Espa?a -convulsionada, dividida y a las puertas de las elecciones- apareci¨® ante el mundo como la vanguardia de aquella rebeli¨®n global de la ciudadan¨ªa. No s¨®lo se organizaron aqu¨ª las marchas m¨¢s multitudinarias, sino que el propio George H. Bush, el ex presidente estadounidense y padre del actual inquilino de la Casa Blanca, contribuy¨® a ello al declarar: "EE UU no puede guiarse por lo que digan los manifestantes de Barcelona". "Todav¨ªa hoy en los congresos internacionales todo el mundo me pregunta por las asombrosas manifestaciones de Espa?a y me miran con gran simpat¨ªa por ello", explica Manuela Mesa, presidenta de AIPAZ, la red espa?ola de investigaci¨®n y ONG de paz.
"Obviamente, all¨ª confluyeron muchos factores, adem¨¢s del pacifismo, que explican el ¨¦xito espa?ol: aquello fue una movilizaci¨®n ciudadana de gente que se sent¨ªa estafada", a?ade Vicen? Fisas, director de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona (UAB), quien subraya que llov¨ªa en terreno muy f¨¦rtil. Un difuso sentimiento pacifista est¨¢ muy arraigado en la sociedad espa?ola, que vivi¨® en los a?os ochenta y noventa del siglo pasado un movimiento de objeci¨®n de conciencia e insumisi¨®n ¨²nico en el mundo: en ning¨²n otro pa¨ªs se puso contra las cuerdas el sistema militar obligatorio como consecuencia del alud de objetores e insumisos, que acabaron haci¨¦ndolo inviable.
Pepe Be¨²nza fue el primer objetor de conciencia en Espa?a que no aleg¨® motivos religiosos para negarse a convertirse en soldado. Corr¨ªa 1971 y su osad¨ªa le cost¨® dos a?os de c¨¢rcel. Hoy trabaja como t¨¦cnico forestal y sigue con las botas puestas como viejo rockero del pacifismo espa?ol. "Claro que se juntaron muchas cosas, pero no recuerdo haber tenido nunca semejante sensaci¨®n de poder y de alegr¨ªa como el 15 de febrero de 2003. Ni los m¨¢s optimistas cre¨ªamos que pod¨ªamos tener tanta fuerza", a?ade Be¨²nza, quien subraya que las campa?as que los pacifistas han emprendido desde entonces -educaci¨®n por la paz, transparencia en el comercio de armas, control de las armas ligeras, etc¨¦tera- se han beneficiado de este empuje sin precedentes.
Todos estos efectos no son, sin embargo, el gran cambio de proporciones casi revolucionarias que algunos auguraban en 2003, asombrados por la extraordinaria manifestaci¨®n global. "Yo soy de los que realmente crey¨® que nos encontr¨¢bamos ante algo nuevo, pero luego la gente volvi¨® a casa a ver la televisi¨®n", se lamenta desde Gotemburgo (Suecia), Tomas Magnuson, presidente de la Agencia Internacional para la Paz (IPB, en ingl¨¦s), la mayor red internacional de ONG pacifistas. "Tendremos otra oportunidad y entonces habr¨¢ que organizar mejor el d¨ªa despu¨¦s", recalca. "Hay que tener preparada una hoja de ruta para el d¨ªa despu¨¦s", coincide Vicen? Fisas.
?Pasar¨¢ otra vez? ?Realmente puede volver a suceder algo parecido? Botto, Fisas, Armadans, Mesa, Tubau, Be¨²nza, Magnusson, Hudson... Todos est¨¢n convencidos de que es posible: coinciden en que las redes est¨¢n creadas y en que la experiencia dej¨® el poso necesario para que pueda repetirse. Eso s¨ª, en condiciones muy excepcionales: ante la inminencia de una guerra que muchos consideren injusta e ileg¨ªtima, cocinada adem¨¢s con mentiras evidentes y con el v¨ªnculo m¨ªnimo de confianza entre gobernantes y gobernados completamente roto.
En ¨²ltima instancia, las grandes manifestaciones de hace cinco a?os fueron un hijo del movimiento antiglobalizaci¨®n, entonces en pleno apogeo. La convocatoria del 15-F de 2003 parti¨® del Foro Social Mundial, lo que explica en buena parte su impacto global. Pero el movimiento entr¨® en crisis sin apenas tiempo para asimilar su gran ¨¦xito. Algunos empezaron incluso a escribir su epitafio tras el fiasco del encuentro anual celebrado en Nairobi (Kenia) el a?o pasado. Repetir una movilizaci¨®n global como aqu¨¦lla ser¨ªa mucho m¨¢s dif¨ªcil sin el Foro.
Sin embargo, el muerto parece estar todav¨ªa muy vivo. Tras a?os de decepciones por haber generado expectativas grandilocuentes, el Foro Social Mundial ha vuelto en 2008 a poner los pies en el suelo, renunci¨® al cl¨¢sico festival anual concentrado en una ¨²nica ciudad y organiz¨® humildemente jornadas cada uno en su casa. El resultado ha sorprendido a sus propios impulsores: el pasado enero se celebraron actos simult¨¢neos muy concurridos nada menos que en 600 ciudades de todo el mundo.
"En contra de lo que algunos cre¨ªan, el proceso est¨¢ muy vivo y se est¨¢ reinventando continuamente", explica Iolanda Fresnillo, del Observatorio de la Deuda en la Globalizaci¨®n, veterana del movimiento que vivi¨® tanto la euforia de Porto Alegre como la decepci¨®n de Nairobi y que en 2003 estuvo en primera l¨ªnea de la Plataforma Aturem la Guerra. "La experiencia que ganamos hace cinco a?os es impagable. Hoy sabemos que si se dan las circunstancias es posible sacar a mucha gente a la calle", concluye Fresnillo.
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