?D¨®nde est¨¢n la tumba y la momia?
D¨®nde est¨¢ Alejandro? ?Bajo la cripta de la mezquita de Nabi Daniel en Alejandr¨ªa? ?Oculto entre las millares de momias doradas del oasis de Bahariya? ?Desmenuzado en mil reliquias y amuletos de la tardoantig¨¹edad? Se ignora el paradero del cuerpo y la tumba del que fuera el mayor conquistador del mundo. Desde que muri¨® y fue embalsamado en Babilonia en el 323 antes de Cristo hasta que en 2002 un extravagante experto aeroespacial, Andrew Chugg, propuso que Alejandro yac¨ªa bajo el altar mayor de la bas¨ªlica de San Marcos en Venecia (?!), pasando por 1995, cuando la dudosa arque¨®loga griega Liana Souvaltzi anunciara el hallazgo de su sepulcro en el oasis de Siwa -no era verdad: fue una de las grandes decepciones de la arqueolog¨ªa-, la historia de los restos del rey macedonio y el monumento destinado a contenerlos, el Soma, est¨¢ envuelta en maravilla, misterio y leyenda. Incluso Hamlet especul¨® sobre el tema.
La historia de los restos del rey macedonio y el monumento destinado a contenerlos, el Soma, est¨¢ envuelta en misterio
En la aventura de la b¨²squeda, digna de Indiana Jones, han figurado arque¨®logos, locos y visionarios
Octavio Augusto le rompi¨® accidentalmente la nariz a la momia al besarla en su tumba en Alejandr¨ªa
Ahora, un libro, Alejandro Magno. El destino final de un h¨¦roe, de Nicholas J. Saunders, profesor de antropolog¨ªa del University College de Londres (Zenith/Planeta), documenta por primera vez todas las teor¨ªas y b¨²squedas del emplazamiento de la tumba del personaje y de sus restos -los considera el verdadero "grial" de la arqueolog¨ªa-, componiendo un recorrido por la historia, el mito y la geograf¨ªa realmente apasionante.
En la aventura de la b¨²squeda, digna de Indiana Jones, han figurado arque¨®logos notables, incluso Schliemann, el descubridor de Troya (al que no le dieron permiso para excavar bajo la mezquita de Nabi Daniel), y Howard Carter, el que hall¨® la tumba de Tutankam¨®n, que presumi¨® ante Farouk de que sab¨ªa el paradero de la del rey macedonio. Y tambi¨¦n, en gran cantidad, impostores, visionarios y locos pintorescos ("los tontos de Alejandro"). Entre estos ¨²ltimos, el camarero griego Stelios Koumatsos, que a lo largo de treinta a?os, desde 1950, se las apa?¨® para excavar por toda Alejandr¨ªa, a menudo clandestinamente, y dijo haber entrevisto en un pasadizo subterr¨¢neo, por un agujero, un ata¨²d de cristal con el nombre de Alejandro. Emulaba as¨ª a ilustres y no menos estrafalarios predecesores como Alex¨¦i Ramonsky, funcionario de la Embajada rusa de Alejandr¨ªa, que asegur¨® en 1898 haberse topado en las b¨®vedas bajo la mezquita de Nabi Daniel con un bloque de alabastro negro que aguantaba una polvorienta urna de cristal dentro de la que hab¨ªa una figura momificada sentada en un trono. En 1979 se registr¨® incluso una expedici¨®n de videntes a Alejandr¨ªa en busca del paradero de Alejandro
De hecho, lo que se sabe hist¨®ricamente sobre el cuerpo de Alejandro es que tras su momificaci¨®n en Babilonia fue enviado en un gran carro ceremonial hacia Macedonia. En el camino el regio cargamento fue interceptado por Ptolomeo, uno de sus generales, que se hab¨ªa apropiado de Egipto, y llevado al pa¨ªs del Nilo como un valioso instrumento simb¨®lico de legitimaci¨®n. Ptolomeo, recapitula Saunders, instal¨® el cuerpo en Menfis mientras le preparaba una tumba a su altura en Alejandr¨ªa, la gran capital que deb¨ªa potenciar Alejandro con su presencia post mortem. De la morada funeraria que Alejandro tuvo en Menfis, durante unos veinte a?os, no se sabe absolutamente nada. As¨ª que ah¨ª hay un primer enigma arqueol¨®gico: es posible que estuviera en el ¨¢rea de Saqqara, quiz¨¢ en conexi¨®n con el Serapeum. El momento exacto del traslado del cuerpo de Alejandro a Alejandr¨ªa en su sarc¨®fago de oro no est¨¢ claro. Saunders especula con que pudo haber sido el hijo y sucesor de Ptolomeo, Filadelfo, quien se encargara de ello. En el 274 antes de Cristo, Alejandro ya estaba en Alejandr¨ªa. Su estancia all¨ª durar¨ªa siglos, casi toda la antig¨¹edad, y lo m¨¢s seguro es que el rey (o lo que quede de ¨¦l) siga a¨²n en la ciudad. Pero parece ser que no estuvo siempre en el mismo lugar de la metr¨®polis. Saunders apunta que hubo otro traslado urbano, desde una primera tumba, solitaria, a otra m¨¢s monumental que estar¨ªa en conexi¨®n con las de los reyes de la dinast¨ªa ptolemaica que se enterrar¨ªan en la misma ¨¢rea del mausoleo de Alejandro. El historiador Estrab¨®n, que visit¨® la ciudad en el 30 antes de Cristo, se?ala que el Soma, "que tiene un recinto donde est¨¢n las tumbas de los reyes y la de Alejandro", estaba en el distrito de los Palacios reales, al norte de la ciudad. "?sta era", apunta Saunders, "la segunda y la m¨¢s famosa de las tumbas de Alejandro Magno en Alejandr¨ªa".
Hoy esa zona corresponde al promontorio Silsileh, pero una parte del ¨¢rea antigua qued¨® bajo el agua con la elevaci¨®n del nivel del mar y otra fue arrasada en el siglo XIX al construirse el malec¨®n, la Corniche alejandrina. Ni de la primera tumba ni del gran mausoleo definitivo de Alejandro, que debi¨® ser espectacular, se ha encontrado -aqu¨ª hemos de a?adir un esperanzado "a¨²n"- ning¨²n resto. Tampoco ha quedado, y esto es muy extra?o, representaci¨®n alguna. As¨ª que, aunque Saunders rastrea c¨®mo pudo ser la tumba, la verdad es que no tenemos ni idea de su aspecto, todo son especulaciones.
La tumba de Alejandro fue uno de los lugares m¨¢s c¨¦lebres de la antig¨¹edad, un punto caliente del turismo grecorromano, y, entre el 300 antes de Cristo y el 400 de nuestra era, la visitaron todos los famosos de la ¨¦poca. Sabemos que entre ellos se contaron Julio C¨¦sar y Octavio Augusto, que le coloc¨® una corona de oro a la momia del conquistador -y le rompi¨® la nariz accidentalmente al besarla: siempre se pone uno nervioso al besar a una momia-. El rey por lo visto ya no descansaba en su sarc¨®fago original de oro, sustituido por Ptolomeo X por otro m¨¢s baratito de alabastro o cristal de roca. Tampoco pose¨ªa sus ornamentos ¨¢ureos, de los que lo hab¨ªa despojado Cleopatra para reclutar m¨¢s tropas tras la derrota de Actium. Visitantes posteriores fueron Cal¨ªgula, que le quit¨® la coraza a Alejandro y seguramente a Adriano. Septimio Severo hizo cerrar a inicios del siglo III la tumba, que por entonces parece que estaba en conexi¨®n con algunos rituales secretos preocupantes.
Las luchas entre paganos y cristianos que devastaron Alejandr¨ªa entierran definitivamente el Soma en la oscuridad del olvido y la rumorolog¨ªa. Saunders ofrece la muy sugerente teor¨ªa de que la tumba de Jesucristo en Jerusal¨¦n, hallada en el siglo IV, fue un oportuno contrapeso a la de Alejandro, s¨ªmbolo del paganismo.
Restos de cualquiera de las tumbas de Alejandro, incluida la m¨¢s importante, el Soma, perdida en el palimsesto que es Alejandr¨ªa, pueden aparecer cualquier d¨ªa. No hay que hacerse muchas ilusiones acerca de su estado. La momia, m¨¢s fr¨¢gil, lo tiene a¨²n peor. Puede haber sido escondida por paganos en alg¨²n lugar secreto o haber sido destruida en cualquiera de las violentas vicisitudes -humanas y geogr¨¢ficas- de Alejandr¨ªa . Saunders propone que pudo tener un final digno del cosmopolita Alejandro: troceada y convertida en millares de amuletos desperdigados por todo el ancho mundo que una vez el joven y heroico macedonio conquist¨®.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.