M¨¢s all¨¢ del Hindu Kush
Los arque¨®logos se empe?an en que su labor es una ciencia lenta, basada en el estudio, la paciencia y el polvo. Sin embargo, hay momentos ¨²nicos, instantes en los que una inscripci¨®n o un muro abatido cambian la Historia. En el norte de Afganist¨¢n, tras 40 a?os de b¨²squeda por parte de un grupo de investigadores franceses, se produjo uno de esos giros copernicanos, tal vez menos espectacular que el "veo cosas maravillosas" de Carter, pero fundamental para nuestra percepci¨®n de la antig¨¹edad. La aparici¨®n de una inscripci¨®n griega en la ciudad perdida de A? Khanum, situada en la frontera afgana con la URSS (con Tayikist¨¢n en la actualidad), confirm¨® que los colonos que se establecieron m¨¢s all¨¢ del Hindu Kush tras la conquista de Alejandro Magno permanecieron all¨ª durante siglos e impulsaron una esplendorosa civilizaci¨®n helen¨ªstica.
"Los invasores macedonios no quer¨ªan borrar a los habitantes nativos. Las campa?as en Bactria y Sogdiana no pueden ser ignoradas. Hay muchas lecciones que aprender del pasado", afirma el historiador Frank L. Holt
"Cuando m¨¢s lejos se deja a un hombre de su hogar, con m¨¢s tenacidad se apega a todo lo que un d¨ªa signific¨® para ¨¦l. En Afganist¨¢n, donde el r¨ªo Kokcha fluye desde las monta?as y las minas azules de Badajsh¨¢n para incorporarse al curso superior del Oxo (Amu Daria en la actualidad), desde donde se avista el corredor que atraviesa los Pamires en direcci¨®n a China, la enorme ciudad griega de A? Khanum empez¨® a salir a la luz en la d¨¦cada de los sesenta", escribe Robin Lane Fox en su biograf¨ªa Alejandro Magno. Conquistador del mundo. "A unos cinco mil kil¨®metros de distancia del Egeo hab¨ªa ciudadanos griegos, macedonios y tracios que disfrutaban de los templos, los gimnasios y las palestras exactamente como si estuvieran en una ciudad de la Grecia peninsular", prosigue el historiador.
Afganist¨¢n fue la tierra en la que Alejandro Magno se cas¨® con Roxana, una princesa bactriana, y fue el lugar en el que recibi¨® una herida de la que nunca logr¨® curarse totalmente. Su huella fue profunda a lo largo de los siglos, como pudieron testimoniar aquellos dos aventureros locos, Daniel Dravot y Peachy Carnehan, a los que primero Rudyard Kipling y luego John Huston enviaron en El hombre que quiso ser rey a ser monarcas de Kafirist¨¢n donde se toparon con la marca indeleble de Alejandro, Sikander (la traducci¨®n persa de su nombre) en aquellos remotos espacios. Atravesar Afganist¨¢n en su camino hacia la India, cruzando las monta?as del Hindu Kush, fue una haza?a militar incre¨ªble, pero tambi¨¦n brutal. "Fue una campa?a que en algunos momentos podemos calificar de genocida, aunque no en el concepto moderno del t¨¦rmino. Alejandro destruy¨® pueblos y ciudades, pero los invasores macedonios no quer¨ªan borrar a los habitantes nativos", se?ala desde Tejas el historiador Frank L. Holt, profesor en la Universidad de Huston y autor de Into the land of bones. Alexander in Afghanistan (En la tierra de los huesos. Alejandro en Afganist¨¢n). La campa?a dur¨® dos a?os, entre el 329 y el 327 antes de Cristo, y se desarroll¨® en Bactria y Sogdiana, actualmente Afganist¨¢n y Uzbekist¨¢n.
La aventura de un ej¨¦rcito, el m¨¢s potente del mundo, que se sumerge en Afganist¨¢n para tratar de acabar con un enemigo duro como una roca, fan¨¢tico y escurridizo, no suena en estos tiempos tan remota. "Las campa?as de Alejandro en Bactria y Sogdiana no pueden ser ignoradas. Hay muchas lecciones que aprender del pasado. De hecho, mi libro se estudia en la Academia Militar de Afganist¨¢n", explica Holt.
En La campa?a afgana, que acaba de editar Militaria, Steven Pressfield novela aquella guerra brutal, durante la que se degollaron pueblos enteros, en un relato lleno de detalles sobre el funcionamiento de aquella fabulosa y despiadada m¨¢quina militar que alcanz¨® los confines del mundo. Uno de los momentos m¨¢s emotivos del libro no es militar, sino cuando Pressfield describe la edificaci¨®n de una de las muchas Alejandr¨ªas o Iskandariyas que el conquistador dej¨® esparcidas a lo largo de su gigantesco imperio. "Alejandro hace p¨²blica la llamada y no s¨®lo para alba?iles, carpinteros y carreteros, a quienes prometi¨® trabajo por un salario ins¨®lito en estos reinos, sino tambi¨¦n para colonos y pioneros. A estos ¨²ltimos les prometi¨® tierras y pastos, derechos de paso, garant¨ªas de exclusividad para comercio e intercambio. En cuesti¨®n de d¨ªas, el sitio de la construcci¨®n queda desbordado por todos los hombres sanos de las tribus de la regi¨®n y la mitad de las mujeres respetables, que sirven como cocineras, alfayates, lavanderas, enfermeras, buhoneras, costureras. El plan de nuestro rey funciona. Lo que hace unos d¨ªas fuera el lugar de la espantosa masacre del valle se ha convertido en una floreciente ciudad en crecimiento", relata Pressfield, guionista de Hollywood, reconvertido en autor de novelas hist¨®ricas, entre ellas una celebrada reconstrucci¨®n de la batalla de las Term¨®pilas.
Es una descripci¨®n que seguramente pueda aplicarse a A? Khanum, fundada en el siglo IV antes de Cristo y destruida por guerreros n¨®madas 200 a?os despu¨¦s. La ciudad, de 1,8 kil¨®metros de largo por 1,5 de ancho, estaba situada en un lugar estrat¨¦gico, entre los r¨ªos Oxo (Amu Daria) y su afluente afgano, el Kokcha, y ofrec¨ªa unas defensas naturales extraordinarias. Ten¨ªa su gimnasio, su ¨¢gora, sus templos, su teatro -comparable al de Epidauro-, sus cultos y sus divinidades. "Los dioses griegos recibieron el culto de los nuevos colonos", explica Robin Lane Fox en El mundo cl¨¢sico. La epopeya de Grecia y Roma en un pasaje en el que pone como ejemplo a A? Khanum de la potencia sin fronteras de la cultura que los ej¨¦rcitos de Alejandro arrastraron desde las orillas del Mediterr¨¢neo. El tiempo borr¨® lentamente las huellas helen¨ªsticas, aunque algunas investigaciones han descubierto poblaciones de origen griego en los confines del Hindu Kush y de los Pamires. Sin embargo, quiz¨¢s la mayor desgracia que haya sufrido A? Khanum es haber sido despertada, tras 22 siglos entre la arena, poco antes de que, con la invasi¨®n sovi¨¦tica de 1979, Afganist¨¢n se hundiese en una era de guerras.
Fundada en 1922, la Delegaci¨®n Arqueol¨®gica Francesa en Afganist¨¢n (DAFA) escarb¨® en uno de los terrenos m¨¢s ricos arqueol¨®gicamente del planeta, donde las civilizaciones y las culturas se fundieron a lo largo de los siglos. Pero Afganist¨¢n no era un lugar sencillo y los miembros de la DAFA evitaron trabajar cerca de las conflictivas fronteras del pa¨ªs. Sin embargo, todo cambi¨® cuando el monarca Zaher Shah tropez¨® durante una cacer¨ªa en los confines de su reino con un capitel hel¨¦nico, que permiti¨® localizar el emplazamiento perdido de A? Khanum (la Dama de la Luna en uzbeco). "Es la ciudad griega que llevaban buscando desde que llegaron a Afganist¨¢n", escribe Fran?oise Olivier-Utard en su historia de la DAFA, Politique et arch¨¦ologie. Histoire de la D¨¦l¨¦gation arch¨¦ologique fran?aise en Afganist¨¢n. "Cuando los arque¨®logos franceses llegaron en 1965, se presentaron desprovistos de toda referencia sobre el sitio que iban a excavar y las analog¨ªas para comparar cada hallazgo se encontraban a varios miles de kil¨®metros de distancia, en el mundo mediterr¨¢neo y en Oriente Pr¨®ximo", ha escrito Paul Bernard, quien, como responsable de la DAFA, dirigi¨® los trabajos en A? Khanum. Con la invasi¨®n sovi¨¦tica, la misi¨®n francesa se cerr¨® y la ciudad qued¨® a merced de algo mucho peor que el viento y el olvido.
Bernard sigue creyendo que "las ruinas de A? Khanum esperan para ofrecer una segunda oportunidad a los investigadores". Sin embargo, sobre el terreno, la situaci¨®n no invita al optimismo. En el invierno de 2001, cuando despu¨¦s del 11-S los guerrilleros de la Alianza del Norte lanzaron con ayuda estadounidense una ofensiva contra los talibanes que acabar¨ªa por derribar al r¨¦gimen de fan¨¢ticos islamistas, A? Khanum, por su posici¨®n estrat¨¦gica, se encontraba en plena l¨ªnea de frente. Los intercambios de artiller¨ªa eran constantes, mientras los B52 machacaban las posiciones talibanes. Pero las bombas sobre uno de los terrenos arqueol¨®gicos m¨¢s importantes de Asia eran lo de menos: durante las tres d¨¦cadas de guerras que ha padecido Afganist¨¢n las ruinas griegas hab¨ªan sido totalmente saqueadas y nadie sabe lo que se ha perdido para siempre.
La DAFA ha regresado y, aunque todav¨ªa no ha vuelto a excavar A? Khanum, est¨¢ entre sus planes y ya est¨¢ trabajando en Balj. Todo es posible. Quitando a los se?ores de la guerra, los contrabandistas, los traficantes de opio y armas, los asaltadores de caminos, los campos de minas, las bombas sin explotar y los brotes ocasionales de malaria, A? Khanum est¨¢ situada en una de las zonas m¨¢s tranquilas de Afganist¨¢n, apenas tocada por la insurgencia talib¨¢n. "Siempre nos queda la esperanza de que hayan sobrevivido restos importantes, sobre todo en los alrededores de la ciudad o incluso que aparezca otra urbe intacta", explica Holt. "Hay cosas, como el oro de Bactria, que se cre¨ªan perdidas y reaparecieron tras la ca¨ªda de los talibanes", explica Pierre Cambon, conservador jefe del Museo Guimet de Par¨ªs y experto en arte afgano. "No podemos olvidar que hay muchos espacios inexplorados, que la arqueolog¨ªa afgana s¨®lo tiene 60 a?os y que est¨¢ casi todo por hacer", agrega Cambon, cuyo museo ofreci¨® el a?o pasado una incre¨ªble exposici¨®n de tesoros recuperados, de historia que se cre¨ªa perdida.
La campa?a afgana. Steven Pressfield. Militaria. Barcelona, 2008. 350 p¨¢ginas. 17,90 euros.
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