Calle rica, calle pobre
Hillary Clinton tiene una frase que demuestra su inteligencia y, ?por qu¨¦ no?, su malignidad. Ha dicho: "En las dictaduras siempre mandan los peores, pero en las democracias a veces son elegidos". Es ¨¦sa una llamada a la responsabilidad pol¨ªtica que deber¨ªa figurar en todas las pizarras si hubiera escuelas para votantes.
En Barcelona tenemos una larga experiencia sobre los no elegidos, lo cual no es envidiable. Al contrario, me permito felicitar a los que no han llegado a tenerla. Los no elegidos, en teor¨ªa los peores, nos legaron una ciudad llena de problemas y unos barrios poblados por hijos de la ira. Ni los problemas ni los hijos de la ira sol¨ªan aparecer en los peri¨®dicos de la ¨¦poca, por lo cual no exist¨ªan. (Cierta vez una manifestaci¨®n rompi¨® escaparates y cristales, entre ellos los del peri¨®dico en que yo trabajaba. Minutos despu¨¦s, el gobernador civil telefone¨® al director: "Querido amigo, supongo que no publicar¨¢ usted una l¨ªnea sobre ese absurdo rumor de que ha habido una manifestaci¨®n...".)
Por suerte, los libros de historia contienen fotograf¨ªas de esos barrios y sus calles pobres. En varias de ellas vemos a los vecinos abriendo el suelo a pico y pala para construirse ellos mismos la cloaca los domingos por la ma?ana. En otras, los vemos secuestrando materialmente un autob¨²s urbano y conduci¨¦ndolo a su barrio para demostrar al Ayuntamiento que el autob¨²s urbano pod¨ªa llegar hasta all¨ª. El antiguo Barrio Chino -hoy con un nombre administrativo, o sea piadoso- era un d¨¦dalo de calles que no hab¨ªan sido tocadas desde los tiempos de la muralla de La Rambla, y los no elegidos tampoco las tocaron. De todos modos, hab¨ªa que ser optimista. Un escritor conoc¨ªa a una viejecita y habl¨® de ella: "Regentaba un puesto de venta de cupones, o sea que ten¨ªa un presente, y estaba al corriente de su seguro de entierro, o sea que ten¨ªa un futuro".
Los elegidos de hoy, en teor¨ªa los mejores, han cambiado las cosas y convertido las calles pobres en calles pasablemente ricas. Los barrios de la vieja lucha est¨¢n bien cuidados, bien urbanizados y a veces hasta lucen monumentos. El viejo Barrio Chino se ha abierto al futuro y hasta tendr¨¢ un hotel de lujo: en sus calles ya no hay tiendas de gomas, sino de productos desnatados. Se han ido las madames y han llegado los dentistas.
Es decir, los elegidos han transformado calles pobres en ricas. Pero es curioso que al mismo tiempo convierten alguna calle rica en pobre. No necesito mencionar las interminables obras de la calle de Balmes, que han arruinado parte de su comercio y al fin y al cabo s¨®lo se notar¨¢n bajo el suelo, ni los desastres sucesivos de la plaza de Lesseps, que s¨ª se notan por tierra, mar y aire.
Una muestra de la calle rica que se puede convertir en pobre: un trayecto tan noble como el que va desde Gal¡¤la Plac¨ªdia a la Diagonal, por la Via Augusta. Alguna vez se han reparado los bancos rotos -antes ni eso- pero el suelo est¨¢ tan lleno de baches y peligros que s¨®lo pasan por ¨¦l los que necesitan aparcar sus motos. Si me permiten usar tres veces la a, les dir¨¦ que deben evitarlo a toda costa los ancianos y los accidentados, aunque s¨ª pueden usarlo los aventureros.
Y si los ciudadanos tienen poca suerte, los ¨¢rboles menos. Nadie cuida al heroico ejemplar cuyas ra¨ªces han perforado el pavimento, y que est¨¢ pidiendo alguna atenci¨®n antes de que alguien se d¨¦ all¨ª el piscinazo de su vida. Un pensador dijo que los humanos necesitamos a veces pedir limosna, pero los ¨¢rboles la piden siempre.
Transformar la calle pobre en rica es una gran misi¨®n; convertir la rica en pobre es una desidia lamentable. Y encima eso lo est¨¢n haciendo los elegidos.
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