Almod¨®var rodar¨¢ la vida de Marcos Ana
El director manchego adquiere los derechos de la biograf¨ªa del poeta comunista
Hace algo m¨¢s de cuatro meses, el domingo 30 de septiembre, Pedro Almod¨®var se enamor¨® de una historia. Fue un fogonazo que le asalt¨® al leer las p¨¢ginas de este peri¨®dico.
Aparec¨ªa publicado en el suplemento Domingo un avance de las memorias de Marcos Ana, poeta que se convirti¨® en voz de los presos de la era franquista. Relataba su salida de prisi¨®n tras 23 a?os entre rejas: la luz cegadora, los mareos al circular en coche, el inc¨®modo reencuentro con la libertad y el v¨¦rtigo ante su primera experiencia amorosa, a los 41 a?os. Ese hombre temeroso que nunca hab¨ªa estado con una mujer, sus titubeos, esa prostituta que se enternece con su historia y no quiere cobrarle, ese paseo de madrugada por la Gran V¨ªa y esa noche inolvidable se convirtieron r¨¢pidamente en celuloide en la cabeza del cineasta manchego. Al d¨ªa siguiente, el mismo lunes por la ma?ana, Almod¨®var ped¨ªa que le enviaran el libro. A los cuatro d¨ªas decid¨ªa que quer¨ªa conocer a Ana y hacer la pel¨ªcula. La semana pasada cerr¨® el acuerdo para hacerse con los derechos.
Subiendo las escaleras camino de su piso, Marcos Ana se queja de la rodilla, pero sube como un tiro: "No tengo tiempo para estar enfermo, por eso estoy as¨ª a los 88 a?os", dice. Desde luego, aparenta 65. Una foto del Che Guevara preside su librer¨ªa. Con un pu?ado de cuadernos de poemas entre las manos, cuenta que su relaci¨®n con el director manchego puede ser el inicio de una gran amistad, "como en el final de Casablanca". Ana -nacido Fernando Macarro Castillo, adopt¨® los nombres de su padre y su madre para firmar- ingres¨® en prisi¨®n a los 19 a?os y sobrevivi¨® a abominables torturas y a dos condenas de muerte. En el a?o 1954, encerrado en una celda de castigo, empez¨® a escribir poemas apoy¨¢ndose del rev¨¦s del plato que le daban para comer. A la luz de un min¨²sculo candil, hecho con un tintero, alcohol y mecha, compuso versos que pronto trascendieron los muros de prisi¨®n y empezaron a ser publicados por comit¨¦s de solidaridad en el exilio. Los compa?eros presos que sal¨ªan en libertad los memorizaban para poder dictarlos a su salida. Se convirti¨® as¨ª en una voz intramuros de la Espa?a perseguida.
Escribir sus memorias era una de sus asignaturas pendientes. Ya en una madrugada de 1963, apenas dos a?os despu¨¦s de salir de prisi¨®n, su amigo Pablo Neruda le abronc¨® tras una larga noche en que Ana le cont¨® su vida: "?Somos unos insensatos, las palabras se las lleva el viento, si hubi¨¦ramos tenido un magnetof¨®n ya ten¨ªas escrito el libro!", exclam¨® el poeta chileno. Ana, humilde hasta decir basta, nunca os¨® negociar la publicaci¨®n de sus poemas: "La poes¨ªa era un arma m¨¢s para luchar por las libertades, no s¨¦ si mis versos son buenos o malos, s¨®lo s¨¦ que fueron necesarios", dice con la lucidez de un hombre que sigue viviendo a contrarreloj, gan¨¢ndole tiempo al tiempo, intentando recortar el efecto de 23 a?os entre rejas. Hace tres a?os, las presiones de sus amigos le llevaron a ponerse a escribir por fin sus memorias, Decidme c¨®mo es un ¨¢rbol (Editorial Umbriel-Tabla Rasa), el material en el que se basar¨¢ Almod¨®var, que har¨¢ dos pel¨ªculas antes de ¨¦sta (en mayo empieza a rodar Los abrazos rotos).
Gran amigo de Rafael Alberti, Ana es un comunista convencido: "Lo ¨²nico que puede compensarme a m¨ª es el triunfo de mis ideales", dice con voz cadenciosa, profundo. "Solidaridad es hoy la palabra m¨¢s hermosa y m¨¢s necesaria. Este mundo es muy injusto y eso tiene que explotar. Muchos j¨®venes saben que otro mundo es posible".
Babelia
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