800 presos se hacinan en el 'Guant¨¢namo de Afganist¨¢n'
Los detenidos en la base de EE UU en Bagram no han sido acusados ni tienen defensa legal
"?Les asisten abogados?". El teniente coronel David Accetta se vuelve hacia el comandante Chris Belcher en busca de la respuesta, pero su n¨²mero dos como oficial de Asuntos P¨²blicos en la Base A¨¦rea de Bagram se encoge de hombros.
Las celdas son de metal, alargadas, de tipo gallinero y sin luz natural
El Pent¨¢gono afirma que los prisioneros son "una amenaza" internacional
"No lo s¨¦", responde Accetta, "nadie me lo ha preguntado antes". En alg¨²n lugar de este recinto situado a 60 kil¨®metros al norte de Kabul, tal vez no muy lejos de donde se realiza la entrevista, "entre 600 y 800" detenidos se encuentran en un limbo legal, sin cargos formales, sin derecho a defensa y sin un horizonte claro, porque EE UU considera que "constituyen una amenaza para la comunidad internacional". Son casi el triple de los 275 que alberga Guant¨¢namo y su situaci¨®n mucho menos conocida.
Los oficiales intentan ser cordiales. Durante casi dos horas se han esforzado en explicar qu¨¦ hacen sus tropas en Afganist¨¢n, qu¨¦ han conseguido en estos seis a?os y a d¨®nde quieren llegar. Sin embargo, la comunicaci¨®n se vuelve tensa cuando esta corresponsal pregunta por el centro de detenci¨®n de la base, el Bagram Theater Internment Facility en su jerga. "Normalmente, no hablamos de ello con los periodistas", justifica Accetta.
Lo que empez¨® siendo un mero centro de clasificaci¨®n de prisioneros tras el desalojo del r¨¦gimen talib¨¢n en 2001 se ha convertido en el mayor y menos transparente centro de detenci¨®n del Ej¨¦rcito estadounidense. Los militares no muestran en qu¨¦ lugar exacto de la base se encuentra el penal, que no admite visitas. Para los activistas de derechos humanos, el problema es muy similar al de Guant¨¢namo, s¨®lo que Washington ha logrado mantenerlo alejado de la atenci¨®n medi¨¢tica. De hecho, el n¨²mero de presos aument¨® desde que se interrumpi¨® su env¨ªo al enclave cubano en septiembre de 2004 para evitar la protecci¨®n legal a la que pudieran tener acceso en ese penal.
A pesar de que el comandante Belcher puntualiza que no se trata de una c¨¢rcel secreta, todo lo que la rodea s¨ª parece serlo. "No puedo darle cifras exactas", responde Accetta respecto al n¨²mero de presos. "Entre 600 y 800", es lo m¨¢s que precisa tras insistir. La horquilla es mucho m¨¢s amplia que los entre 600 y 650 que estimaba hace un mes el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR). Esta organizaci¨®n, la ¨²nica con acceso al centro de detenci¨®n de Bagram, se ha quejado de que se le ocultan detenidos.
En una inusual muestra de malestar para un grupo que basa su trabajo en la confidencialidad, su director de operaciones para Afganist¨¢n, Pierre Kraehenbuehl, denunci¨® el pasado diciembre que el CICR "no recibe notificaci¨®n de todos los lugares de detenci¨®n y detenidos", y en consecuencia "no puede confirmar que tiene acceso a todos los detenidos en Afganist¨¢n". En sus declaraciones, difundidas en la web del CICR, precisaba que "el que tenga acceso regular [a un lugar de detenci¨®n] no implica que no existan preocupaciones sobre las condiciones de detenci¨®n y el trato".
Los militares niegan que se oculte a prisioneros. "El CICR tiene acceso a todos los detenidos del centro de detenci¨®n de Bagram", afirma Accetta. Entonces, ?no hay presos sin declarar? "No, que yo sepa". Claro que, seg¨²n fuentes del Pent¨¢gono recogidas por la prensa estadounidense, entre su detenci¨®n y su registro pasan al menos dos semanas, durante las cuales no existen oficialmente.
Las cifras de reclusos oscilan mucho, seg¨²n admiten las organizaciones de derechos humanos. Accetta explica que las detenciones son "un proceso en marcha; se producen peri¨®dicamente", aunque aclara que "eso no significa que todos los ingresados permanezcan aqu¨ª, algunos son puestos en libertad, otros se entregan al Gobierno afgano". ?En qu¨¦ porcentaje? No se facilitan datos. Todo lo que se refiere a esta c¨¢rcel permanece en la ambig¨¹edad. Los portavoces no aclaran siquiera el tiempo medio de detenci¨®n. "No lo s¨¦", es la respuesta.
Las explicaciones sobre qui¨¦nes est¨¢n detenidos tampoco son mucho m¨¢s claras. "Han sido identificados bien como enemigos de Afganist¨¢n bien como enemigos de la paz y la estabilidad", responde Accetta. ?Qu¨¦ significa eso? "Que constituyen una amenaza para la comunidad internacional, y no nos referimos s¨®lo a EE UU, porque hay distintas organizaciones terroristas que han atacado otros pa¨ªses, como Espa?a, y en consecuencia los vemos como una amenaza global".
El teniente coronel Accetta reconoce que no son criminales y por tanto no procede someterles a juicio. "Estamos en una zona de guerra, pero no se trata de una guerra convencional en la que se enfrenten dos ej¨¦rcitos y se respeten las convenciones de Ginebra", justifica. Insiste en que ellos no detienen a nadie sin pruebas. Entonces, ?por qu¨¦ no las presentan ante un juez? "No estoy seguro de que si detenemos a alguien en cuyo domicilio encontramos material para fabricar bombas, eso est¨¦ penado en la ley afgana", pone como ejemplo.
Las consecuencias de la alegalidad de la c¨¢rcel de Bagram salieron a la luz en 2005 a ra¨ªz de un informe de 2.000 p¨¢ginas elaborado por el propio Ej¨¦rcito sobre la muerte, fruto de los malos tratos, de dos prisioneros afganos identificados como Habibullah y Dilawar (en Afganist¨¢n es habitual tener un solo nombre). Los homicidios se produjeron en diciembre de 2002. Una treintena de militares fueron investigados y la mitad de ellos encausados, lo que no evit¨® que algunos de los implicados fueran destinados a la prisi¨®n de Abu Ghraib.
El trato a los detenidos parece haber mejorado despu¨¦s de aquel informe y del esc¨¢ndalo de las torturas en la c¨¢rcel iraqu¨ª. Pero las instalaciones de Bagram dejan bastante que desear, seg¨²n descripciones de ex presos y ex militares recogidas por la prensa estadounidense. Se trata al parecer de celdas de metal alargadas tipo gallineros, sin luz natural, en las que debe resultar bastante duro hacer frente al crudo invierno de la estepa que rodea Bagram.
Los responsables militares siempre han excusado esas condiciones por el car¨¢cter temporal del penal. Sin embargo, seis a?os despu¨¦s de su puesta en funcionamiento no hay signos de que vaya a cerrarse. Washington ha financiado un ala de alta seguridad en la prisi¨®n de Pul-i Charki, a las afueras de Kabul, pero los estadounidenses parecen remisos a entregar el grueso de los detenidos a los afganos. Accetta menciona la ausencia de un Estado de derecho (y las instituciones jur¨ªdicas y policiales que le son inherentes). Desde su inauguraci¨®n el pasado abril hasta la semana pasada, 225 presos han sido transferidos al pabell¨®n D, incluidos 32 procedentes de Guant¨¢namo, y los afganos han liberado a 12 de ellos.
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