El director de la escuela
No intento opinar sobre las razones -complejas, pero tambi¨¦n confusas- de la reciente huelga del colectivo de la educaci¨®n de Catalu?a porque no conozco en detalle ese documento de bases para una posible ley que ha presentado el consejero Maragall con la intenci¨®n de recoger ideas y proponer di¨¢logos previos. De momento, debo confesar que no s¨¦ si una huelga es el instrumento adecuado para fomentar estos di¨¢logos o es, precisamente, una barrera psicol¨®gica para evitarlos. Aunque, como he dicho, no conozco literalmente los detalles, he detectado, a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, dos temas polares que, en cierta manera, responden a dos categor¨ªas muy distintas: uno es la defensa de la escuela p¨²blica frente a la privada concertada, otro es la estructura laboral y pedag¨®gica dentro de cada centro, dos problemas que, por lo que veo, se juzgan a partir de unas frases del documento maragalliano quiz¨¢ demasiado generales y que permiten interpretaciones y derivaciones exageradas y fatalistas.
Uno de los problemas por solucionar es el de la calidad y dedicaci¨®n de los maestros y su cohesi¨®n con el programa pedag¨®gico de cada centro
Si se trata de insistir en la defensa de la ense?anza p¨²blica, obligatoria, gratuita, laica, interclasista, cualquier manifestaci¨®n es altamente meritoria, en todo momento y en todas las circunstancias. Un Gobierno socialista debe entender que la ense?anza ha de ser el gran instrumento de cohesi¨®n social y que la f¨®rmula de la concertaci¨®n escolar, es decir, el apoyo a la escuela privada -por cierto, con alto porcentaje confesional-, es un fomento de injusticias, aut¨¦nticas infamias democr¨¢ticas, sobre todo ahora, cuando la inmigraci¨®n y el creciente desequilibrio econ¨®mico est¨¢n aumentando los peligros de fragmentaci¨®n. No hace falta insistir porque es evidente: es inmoral subvencionar econ¨®micamente la ense?anza privada y sus tendencias elitistas y segregadoras cuando la p¨²blica pasa por graves problemas cuyas soluciones -pedag¨®gicas, estructurales, de calidad docente, de responsabilidad- requieren la multiplicaci¨®n de sus escasos recursos econ¨®micos.
Est¨¢ bien, por tanto, y es meritorio que se aproveche cualquier circunstancia para insistir en este tema, aunque no s¨¦ si el documento de Maragall insist¨ªa realmente en una sucesiva privatizaci¨®n de la escuela p¨²blica como dicen huelguistas y manifestantes. No estar¨ªa mal, por tanto, desvincular del documento el problema de las escuelas concertadas para que, pase lo que pase, se mantenga abierta y constante esa protesta que ya tiene una larga historia sin resultados positivos, y se puedan discutir otros temas que afectan directamente a la estructura y el funcionamiento de la escuela p¨²blica. Por ejemplo, el de la estructura laboral y pedag¨®gica de cada centro y su relativa autonom¨ªa, una cuesti¨®n que puede ser un dato significativo en la propuesta general de reforma escolar.
En una entrevista en TV-3 he o¨ªdo a una representante conspicua de la huelga y la manifestaci¨®n que defend¨ªa a rajatabla el papel del director de un centro no como el de un pedagogo ejecutivo, creador de una teor¨ªa y realizador de un programa, sino simplemente como un bur¨®crata sin ideolog¨ªa: "Un director es simplemente un maestro cualquiera que por un par de a?os deja las clases provisionalmente por elecci¨®n del cuadro de profesores y se dedica a la administraci¨®n, al control del personal, a las gestiones del correo, del tel¨¦fono, de la limpieza y de los horarios. Las decisiones pedag¨®gicas corresponden a la simple iniciativa de los maestros acoplados en asamblea". Presumo que el texto de Maragall dice exactamente lo contrario y propone otro papel para la direcci¨®n y otro ritmo en su continuidad. El ya viejo mito progresista de la decisi¨®n asamblearia no puede ser un buen camino para la renovaci¨®n pedag¨®gica, sobre todo cuando esa renovaci¨®n afecta al control de la dudosa calidad de muchos docentes y a la imposici¨®n de reciclajes. S¨®lo hay que recordar c¨®mo funcion¨® la renovaci¨®n pedag¨®gica catalana de la Mancomunitat y de la Rep¨²blica: la Escola del Mar era Pere Verges, Blanquerna era Alexandre Gal¨ª, el Institut Escola eran el doctor Estadella y ?ngela Ferrer, el Patronat Dom¨¨nech era Artur Martorell, la Escola del Bosc era Rosa Sensat y as¨ª podr¨ªamos sintetizar toda la historia de aquella renovaci¨®n. Y todos estos h¨¦roes de la ense?anza proced¨ªan de los grandes centros oficiales de formaci¨®n profesional.
No hay duda de que si por fin, con el empuje de Maragall, se inicia -por primera vez en la democracia- un sistema eficaz de ense?anza que supere los actuales desastres, habr¨¢ que afrontar muchos problemas -laborales, sociales, materiales, etc¨¦tera- y uno de ellos ser¨¢ el de la calidad y la dedicaci¨®n de los maestros y su cohesi¨®n con el programa pedag¨®gico de cada centro, lo cual pasar¨¢ por una formaci¨®n profesional m¨¢s continua y m¨¢s adecuada, por unos controles y por la intervenci¨®n te¨®rica y ejecutiva de los directores o equipos de direcci¨®n de cada centro. Es un error creer que pueda funcionar sin esa responsabilidad, es decir, sin atribuir la direcci¨®n a la continuidad de un director creativo no sometido al subterfugio gremialista de las asambleas ocasionales. Lo cual no implica la negaci¨®n del di¨¢logo.
Espero que la comunidad educativa de Catalu?a -y los sindicatos, que, seg¨²n parece, tambi¨¦n meten baza- tampoco niegue ahora el di¨¢logo y escuche sin resabios la oferta del consejero. La educaci¨®n en este pa¨ªs est¨¢ en horas bajas y costar¨¢ mucho remontar, sobre todo si cualquier programa se mancilla con discusiones electoralistas.
Oriol Bohigas es arquitecto
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