Un acto de fe
El folclor del negocio musical abunda en an¨¦cdotas sobre c¨®mo se manipulaban anta?o las listas de ¨¦xitos. Los disqueros veteranos reconoc¨ªan picarescas varias: desde la jefa de los grandes almacenes con debilidad por cierto baladista a las habilidades del departamento de ventas de una multinacional europea, que incentivaba a los responsables de reportar el movimiento del stock en determinadas tiendas. Por no hablar de trucos tan peligrosos como el endiscado: el llenar f¨ªsicamente las tiendas con copias de una novedad, rezando para que su ubicuidad facilite su salida.
Puede que s¨®lo sean mitos que han ido hinch¨¢ndose con los a?os. En realidad, el sistema de consultar a los puntos de venta est¨¢ intr¨ªnsecamente abierto a errores y enga?os. Puede ocurrir aqu¨ª y en Estados Unidos. En 1991, cuando la revista Billboard introdujo el m¨¦todo Nielsen SoundScan, cambi¨® el perfil de las listas: se llenaron de hip-hop y country, m¨²sicas que anteriormente rara vez llegaban a la zona alta de los charts. No hubo un cambio radical en los gustos de los compradores. Sencillamente, antes no se computaban fielmente esas ventas por prejuicios est¨¦ticos, clasistas o raciales.
SoundScan parece invulnerable a esos caprichos: contabiliza, usando el c¨®digo de barras, cada disco despachado en cerca de 14.000 tiendas de calle y de Internet. No cubre el 100% del mercado en Estados Unidos y Canad¨¢, como se quejan compa?¨ªas especializadas en m¨²sicas minoritarias, que aspiran al menos a los puestos bajos de las listas. Las cifras finales, por muy deprimentes que resulten, son accesibles a cualquier lector de Billboard.
Promusicae est¨¢ legitimada para reservarse sus datos. Pero, al hacerlo, minimiza las brutales dimensiones de la crisis, lo cual supone un flaco favor para la industria espa?ola. A cambio, las empresas pueden seguir cacareando sus te¨®ricos discos de oro. Y as¨ª estamos: construyendo castillos en el aire mientras el suelo desaparece bajo los pies.
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