Homenajes
El alma cul¨¦ no me impidi¨® quedarme a ver el homenaje que el programa Club de f¨²tbol dedicaba a Di St¨¦fano en La 2 (domingo, 22.55) con motivo del reconocimiento que le ha otorgado la UEFA. A fin de cuentas, si Zapatero, barcelonista conspicuo, le felicitaba -que lo hiciera Rajoy entraba dentro de cierta l¨®gica-, no iba yo a ser menos. Adem¨¢s, el final de semana ha inyectado a la afici¨®n azulgrana la alegr¨ªa en el cuerpo -ya ven que nos conformamos con poco-, de modo que era el momento de mostrarse generosos con quien nos busc¨® la ruina en Europa. Y por si todo ello no bastara, Cruyff declaraba en el programa que Di St¨¦fano era uno de sus (pocos) "¨ªdolos". Lo que dijo a continuaci¨®n no se entendi¨® -el cruyff¨¦s es una lengua que se pierde si no se practica diariamente-, pero su pl¨¢ceme me bastaba para armar esta columna sin mala conciencia.
Disfrut¨¦ viendo jugar a Di St¨¦fano en el Nodo, marcar goles de todas las maneras posibles, ocupar todas las posiciones en el campo. Si hubiera sido tenor -hubo uno con su nombre, por la misma ¨¦poca: el gran Giuseppe di Stefano-, no tengo dudas de que hubiera sido rebautizado como l'assoluto.
Sin embargo, el programa adoleci¨® de un exceso de elogios de terceros y una falta de presencia del protagonista, al que la c¨¢mara s¨®lo se acercaba muy t¨ªmidamente en el Bernab¨¦u para felicitarle. Es un problema frecuente en periodismo: los honores a los grandes se convierten en una retah¨ªla de "yo le conoc¨ª" de los homenajeantes, mientras el homenajeado se queda a oscuras. No hubo ni rastro de la chispa de Di St¨¦fano. Ram¨®n Besa recuerda a menudo una de ellas. El hombre daba las ¨²ltimas instrucciones a sus jugadores antes de saltar al campo. "Vamos a ver, ?ustedes cu¨¢ntos son?", pregunt¨®. Once, le fue contestado. "?Y con cu¨¢ntas pelotas juegan?". Con una. "Pues rep¨¢rtansela". Ni Cruyff podr¨ªa superar semejante lecci¨®n abreviada de f¨²tbol.
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