Esto del teatro no se acaba
A mediados de los setenta, cuando yo empezaba en este oficio, un amigo y gran profesional del teatro en el cenit de su carrera art¨ªstica me dijo: "Siento un poco de pena por vuestra generaci¨®n... Esto del teatro se acaba... para nosotros ya es tarde y tal vez consigamos llegar al final con un poco de dignidad, pero vosotros tendr¨¦is que cambiar... Con lo que est¨¢ llegando, ?qui¨¦n va salir de su casa?, ?para qu¨¦?". Era el momento en que se preparaba la explosi¨®n del v¨ªdeo. ?S¨®lo del v¨ªdeo! Nadie pod¨ªa ni siquiera so?ar el mundo de pantallas que marcar¨ªan nuestras vidas un par d¨¦cadas despu¨¦s. Y sin embargo, corr¨ªa un aire ag¨®nico en el mundo del teatro. La extraordinaria riqueza esc¨¦nica de los a?os sesenta, (no en nuestro desierto ib¨¦rico desgraciadamente) en la que el teatro hab¨ªa salido ampliamente triunfante ante a los agoreros que pronosticaban su desaparici¨®n frente al cine parec¨ªa el ¨²ltimo canto de cisne de un arte "antiguo", fosilizado y destinado a desaparecer r¨¢pidamente. No en vano est¨¢bamos todos enardecidos y aplastados por el gran eslogan "una imagen vale m¨¢s que mil palabras". ?Para qu¨¦ iban a salir de sus casas?
Quiz¨¢ la gente acuda a los montajes para que les cuenten una historia "sin efectos especiales"
A principios de los ochenta un alto responsable pol¨ªtico y cultural me esboz¨® una respuesta: "Est¨¢ a punto de llegar el d¨ªa en que en lugar de viajar las compa?¨ªas, la gente se pondr¨¢ sus mejores galas para acudir a distintos teatros en distintas ciudades simult¨¢neamente y asistir a la retransmisi¨®n de la obra que se estar¨¢ representando en directo desde un ¨²nico teatro...". Es decir, que en el mejor de los casos est¨¢bamos destinados a la retransmisi¨®n.
Y resulta que, a?os despu¨¦s, en estas fechas nuestras y contra todo pron¨®stico, las cifras nos dicen que, en muchos pa¨ªses, aumenta la asistencia a lo que los franceses con su fino instinto y su curiosidad real por la cultura bautizaron como spectacle vivant. No s¨®lo aumenta para la m¨²sica o para la danza, cuyos espect¨¢culos eliminan, por naturaleza, cualquier barrera de comprensi¨®n ling¨¹¨ªstica, sino tambi¨¦n y sobre todo para el teatro, donde los actores adem¨¢s de moverse, expresan sentimientos en una lengua determinada, generalmente la del espectador, es decir, hablan. Claro est¨¢ que vivimos un momento en que f¨¢cilmente podemos tener nuestra propia imagen a disposici¨®n para jugar con ella sin sorprendernos y que los equipos de campa?a de los grandes l¨ªderes pol¨ªticos se devanan los sesos no por encontrar una imagen, sino justamente una frase, es decir, palabras. ?Le dimos la vuelta a la tortilla! Aunque al darle la vuelta descubramos que es otra tortilla.
Yo no s¨¦ por qu¨¦ las personas acuden al teatro. Podr¨ªa, a duras penas, explicarme a m¨ª mismo por qu¨¦ lo sigo practicando aunque s¨¦ que siempre lo he hecho para esas personas. Pero el otro d¨ªa, asistiendo a una magn¨ªfica y gozosa representaci¨®n (?a veces ocurre!) y observando sobre todo al p¨²blico me dio por pensar que tal vez acudieran a esa mentira compartida, que no enga?o, para que les contaran una historia "sin efectos especiales"... O, tal vez, porque en el teatro, a modo de refugio, encuentran reflejados sentimientos y pulsiones que han desaparecido, amputados por nuestra embrutecida y codificada realidad retransmitida. Por supuesto que tambi¨¦n esos sentimientos los refleja el cine de un modo sublime, pero tal vez sea porque el espectador al tener enfrente a alguien de carne y hueso como ¨¦l le otorgue su confianza: todo lo que le ocurre a un actor le puede ocurrir biol¨®gicamente a un espectador... Y ese raro momento de empat¨ªa -exclusivo del amor y del teatro- reconforta. Tambi¨¦n podr¨ªa ser porque en el teatro uno se siente menos solo (las butacas de un cine sirven para aislar, incluso para comer... En el teatro, en cambio, una cierta incomodidad y el roce de los codos es fundamental). O quiz¨¢s porque, en este mundo de atropellos verbales que nos rodea, el teatro es uno de los ¨²ltimos espacios donde uno puede y debe ejercer individual y colectivamente el derecho a escuchar hasta el final los sentimientos y las razones de los personajes sin que nadie interrumpa a los pocos segundos. Y as¨ª poder comprender... Una manera de sentir viva la inteligencia... ?No estar¨ªa mal!
Babelia
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