?Hay vida despu¨¦s de la pol¨ªtica?
La pol¨ªtica es hermosa pese a sus sinsabores. Te da madurez, sabidur¨ªa y una visi¨®n m¨¢s amplia. Pero no hay por qu¨¦ eternizarse en ella. Millones de ciudadanos son felices sin ruedas de prensa ni coches oficiales
Estamos inmersos en la recta final de unas elecciones generales y andaluzas. Las urnas decidir¨¢n qui¨¦n gobierna y qui¨¦n calienta los fr¨ªos banquillos de la oposici¨®n. Mientras los ciudadanos deciden su voto, cientos de candidatos sue?an con alcanzar el esca?o deseado. Algunos repetir¨¢n en el asiento que ostentaron en anteriores legislaturas, mientras que otros se ver¨¢n forzados a abandonarlos. Entramos en un periodo de mudanza. Habr¨¢ quien ascienda a los cielos y quien se vea arrastrado hasta los profundos infiernos. Desasosiego para casi todos, a la espera del veredicto final. Todos esperamos conocer a los elegidos... mientras que ya hemos empezado a olvidar a los que atr¨¢s se quedaron. La memoria es fr¨¢gil, y entierra r¨¢pido nombres y caras. ?Qui¨¦n se acuerda de ministros y diputados pasados cuando a la mayor¨ªa de los actuales ni siquiera se les pone cara? Pues nosotros s¨ª lo haremos. Precisamente, esos que ya no ser¨¢n, son nuestros protagonistas.
Muchos pol¨ªticos empezaron de j¨®venes y no han hecho otra cosa ni saben hacerla
Algunos creen que, como en la canci¨®n de Roc¨ªo Jurado, el invierno nunca les llegar¨¢
Se habla mucho de la vida pol¨ªtica, pero muy poco de la vida de las personas tras un paso intenso por sus mieles y sus hieles. La pol¨ªtica se vive con tal intensidad que apenas se piensa en el d¨ªa despu¨¦s. Algunos creen que, como en la canci¨®n de Roc¨ªo Jurado, el invierno nunca les llegar¨¢ hasta que lo tienen encima. Y mientras unos pueden encontrar un refugio caliente, a otros nos les queda sino el tiritar y el crujir de dientes. ?Puede ofrecer la vida a un ciudadano corriente las oportunidades y los alicientes que se encontraron mientras se ostentaba el cargo p¨²blico? Pues depende. Para unos s¨ª y para otros no. Pero no adelantemos argumentos. Est¨¢bamos en la campa?a electoral. A estas alturas, ya existen los que han dado sus primeros pasos fuera de la pol¨ªtica. Son los que no repitieron en las listas. Que nuestro sistema de listas cerradas y bloqueadas tiene estas cosas. Desde arriba se se?ala a qui¨¦n se coloca en puestos de salida y a qui¨¦n se relega a los testimoniales o al olvido. Y eso otorga mucho poder a quien lo decide.
Un porcentaje significativo del aparato de nuestros partidos est¨¢ constituido por personas que echaron los dientes en la pol¨ªtica. Se afiliaron j¨®venes al partido de sus ideales y le dedicaron los mejores esfuerzos de su juventud. Con estudios universitarios o sin ellos, la mayor¨ªa nunca tuvo un oficio fuera de los cargos de partido o institucionales. Nada saben de la vida de la empresa, ni de las cuitas de los trabajadores o de los funcionarios. La calle les da miedo y sufren el horror al vac¨ªo del exterior. Sin el partido no son nada, son dependientes de su estructura. Ofrecen docilidad y trabajo a cambio de continuidad. Alfonso Guerra entendi¨® a la perfecci¨®n esa din¨¢mica cuando pronunci¨® la frase que tan c¨¦lebre resultar¨ªa: "El que se mueva no sale en la foto". Obedecen al que manda para poder continuar. Y la dependencia tambi¨¦n es social y afectiva. Muchos apenas tienen amigos fuera del partido. Cuando la pol¨ªtica los deja, caen en un abismo vac¨ªo.
Para el que sienta una vocaci¨®n p¨²blica, la pol¨ªtica es hermosa, a pesar de sus frecuentes sinsabores. Por eso les cuesta tanto abandonarla. La mayor¨ªa de los pol¨ªticos suelen reengancharse de una u otra forma al presupuesto p¨²blico hasta constituir verdaderas gerontocracias. Basta echar un vistazo a la pol¨ªtica europea para comprender hasta qu¨¦ punto sus efectivos pertenecen a las viejas glorias. Ese aferrarse a los cargos impide la entrada de sangre nueva. Aunque algunos cargos siguen aportando con su val¨ªa y experiencia, muchos se limitan a vegetar, vencidos por el cinismo de la realidad. A ¨¦stos deber¨ªamos recordarles que existe vida fuera de la pol¨ªtica, donde se afanan millones de ciudadanos corrientes, sin otros privilegios que el de sus propios derechos constitucionales.
La pol¨ªtica es una experiencia extraordinariamente enriquecedora. Quien ha pasado por ella tendr¨¢ que reconocer que le modific¨® como persona. Se sale mucho m¨¢s maduro y sabio de lo que se entra. Desde la pol¨ªtica se disfruta de la visi¨®n m¨¢s amplia de la sociedad. Se descubre que todo es m¨¢s complejo y m¨¢s rico. Esa sabidur¨ªa adquirida le servir¨¢ en su vida futura. Y no tan s¨®lo por los contactos adquiridos -que siempre son temporales y con plazo caduco-, sino por la experiencia y el conocimiento.
Las democracias se preocupan por el futuro de sus presidentes. En Espa?a garantizamos un sueldo vitalicio y unos gastos de oficina a nuestros presidentes de Gobierno una vez finalizados sus mandatos. Es una buena medida. Esta seguridad econ¨®mica evita, por una parte, que los presidentes tengan que preocuparse por su futuro mientras est¨¦n gobernando. As¨ª ganan independencia frente a los intereses de todo tipo. Por otra parte, tambi¨¦n les evita el tener que ponerse a trabajar en lo primero que salga. Nuestros ex presidentes nos siguen representando, y deseamos que lo hagan de la forma m¨¢s digna posible.
"Lo bueno que tiene ser ministro" -te dicen el mismo d¨ªa de tu nombramiento- es que ya ser¨¢s ex ministro para toda la vida". Lo de ex ministro es un grado, una distinci¨®n, que, aunque no conlleva prebenda econ¨®mica alguna, adorna y perfuma. Hasta la democracia, quedaba el sueldo vitalicio de ministro. Afortunadamente, ese privilegio pas¨® a la historia como tantos otros. En la actualidad, el ex ministro cobra durante dos a?os un porcentaje del sueldo que se ten¨ªa como ministro y, creo, que, tras la jubilaci¨®n, la pensi¨®n m¨¢xima que concede la Seguridad Social.
Recuerdo los debates que tuvimos en torno al derecho a la prestaci¨®n de desempleo para los alcaldes y concejales. Se quejaban de que despu¨¦s de muchos a?os de intenso trabajo, cotizando como cualquier hijo de vecino, se ve¨ªan en la calle sin ning¨²n colch¨®n que le amortiguara la salida. Ten¨ªan raz¨®n. Si cualquier trabajador que ha cotizado tiene derecho al paro, ?por qu¨¦ no los alcaldes y concejales?
Para muchos ex pol¨ªticos no resulta f¨¢cil adaptarse a una vida laboral ordinaria. Acostumbrado a salir en los medios de comunicaci¨®n, se sienten ninguneados si los flashes no disparan en su honor. Quien bas¨® su prestigio y su ¨¦xito personal en el poder, no logra adaptarse a las circunstancias de la normal ciudadan¨ªa. Se siente despreciados, minusvalorados por el resto. No logra encontrar su hueco en un trabajo ordinario. El mal de las alturas no les abandonar¨¢ en mucho tiempo. El inefable P¨ªo Cabanillas afirmaba que lo que m¨¢s notaba cuando perd¨ªa el poder era que "los tel¨¦fonos no suenan". Esa invisibilidad afecta su autoestima.
Existen tantas formas de dejar el poder como de acceder al mismo y ejercerlo. Depende de la naturaleza de cada persona y sus circunstancias. No tiene nada que ver la tranquilidad con la que encamina su futuro quien lo tiene resuelto -funcionarios o profesionales por ejemplo- con aquellos que no tienen red de seguridad a su salida. No es lo mismo haber sido ministro, lo que te confiere una alta notoriedad, que cualquier otra responsabilidad inferior. Los consejos de administraci¨®n y la participaci¨®n en conferencias y congresos de variada naturaleza suponen una fuente de ingresos para los "ex" m¨¢s demandados.
Todo aquel que tiene responsabilidad pol¨ªtica trabaja bajo presi¨®n motivada tanto por la responsabilidad como por el estar expuesto a la opini¨®n p¨²blica. Cuando la abandona, necesariamente tiene que pasar un periodo de descompresi¨®n. Recuerdo que cuando dej¨¦ el ministerio me hice la pregunta: "Y ahora, ?qu¨¦?". Ten¨ªa que encontrar una actividad que me motivase de igual manera. Afortunadamente, la encontr¨¦ en los libros.
Existe vida despu¨¦s de la pol¨ªtica, aunque a algunos les cueste creerlo.
Manuel Pimentel es editor y ex ministro del Gobierno del Partido Popular.
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