"No callar¨¦" (veremos)
La izquierda gobernante ha optado estos cuatro a?os por el buen talante. Mientras, el PP ha ejecutado una virulenta oposici¨®n en la que nada ni nadie se ha salvado. ?Se puede luchar con un florete contra un Kal¨¢shnikov?
Es un horror: moriremos aplastados por tanto corrimiento de tierras en esta inacabable b¨²squeda del centro imposible", profetiza, asustado, el pobre Jos¨¦ K., viejo militante de izquierdas, ante el espect¨¢culo de la b¨²squeda salaz del votante, que comienza por una ligera y cursi morisqueta, un p¨ªcaro gui?o de ojitos, acaso un aletear de pesta?as, para llegar, a lo largo de un tortuoso camino, a lo violentamente obsceno y pornogr¨¢fico. Ya lo dice Jos¨¦ K.: se empieza cediendo un pasito en lo ideol¨®gico -dejando de leer los Grundrisse, por ejemplo- y se acaba devolviendo impuestos, vaya usted a saber por qu¨¦, a directores generales y consejeros delegados, como ha anunciado tan ufano nuestro joven presidente.
Que no se note que somos de izquierdas, busquemos un centro confuso y difuso
Respeto, mucho respeto a los enemigos... y pongamos el otro moflete, no se vaya a enfadar su ilustr¨ªsima
Todo parte, como muy bien nos ha contado el maestro Vidal Beneyto, de este tsunami de pensamiento l¨ªquido, sin principio (o sin principios) ni fin (o fines), que nos ahoga. Un remanso de continuidad entre derecha e izquierda, un fluir sin sobresaltos, un canto continuo al disimulo, que nadie note lo que somos, lo que queremos y lo que defendemos. Mejor el centro, confuso y difuso, en el que nunca falta el ox¨ªgeno para el situacionismo. ?Santa Angela Merkel, ac¨®genos en tu seno, como ya hiciste con los pecadores socialdem¨®cratas! "De vegades la pau no ¨¦s m¨¦s que por", se dice, autoexaltado, nuestro vetusto Jos¨¦ K. que apenas si entiende qu¨¦ est¨¢ pasando. Porque no comparte -?c¨®mo va a hacerlo qui¨¦n se ha tirado luchando a brazo partido tantos a?os, peleando por la dignidad, enfrent¨¢ndose a represalias sin cuento?- esta simpleza que proclaman estos alegres j¨®venes y modernos: las izquierdas somos muy educadas y pac¨ªficas y siempre respetamos al adversario. Es m¨¢s: no es que lo respetemos, no, es que lo queremos, lo amamos, lo sobamos y lo besuqueamos. Cualquier cosa con tal de no defender nada, de no enfadar a nadie, de mostrar nuestra mejor sonrisa ante los colmillos del lobo. Lobo s¨ª, le decimos, pero venga ac¨¢ y deme usted un abrazo, mi amigo.
Qu¨¦ cosa m¨¢s est¨²pida, se indigna Jos¨¦ K. Y, adem¨¢s, t¨¢ctica condenada al fracaso, como la historia se ha encargado de demostrarnos durante siglos -muerte, injusticia y hambre en medio mundo-, pero tambi¨¦n como nuestra miserable vida diaria se encarga de golpearnos con fiereza. Hasta llegar a estas fechas, tan pr¨®ximas a las elecciones, en las que el mismo joven presidente pone cara de estar muy, pero que muy enfadado para gritar un en¨¦rgico "No callar¨¦". Veremos y a buenas horas, mezcla Jos¨¦ K, cuatro a?os amargado ante el silencio de tanto cordero. Si la izquierda hubiera sido como en mis tiempos, se?ala con voz ya agitada, de qu¨¦ les hubi¨¦ramos dado no ya cuartelillo, es que ni casilla de parch¨ªs ni escaque de ajedrez donde replegarse. Pero no. Se les cuida y atiende, e incluso a sus heraldos medi¨¢ticos se les recompensa con largu¨ªsimas entrevistas y pertinaz presencia en la televisi¨®n p¨²blica. ?Respeto, mucho respeto a nuestros enemigos!, que aqu¨ª est¨¢ la izquierda cari?osa. Qu¨¦ digo cari?osa, mimosa.
As¨ª que Jos¨¦ K. se indigna, y erre que erre, sigue desgranando algunas filigranas de esta hornada de j¨®venes cachorros. Vean, por ejemplo su actitud con la Iglesia Cat¨®lica. Admiren su beat¨ªfico d¨®nde pongo el otro moflete, su ilustr¨ªsima, cuidado no se vaya usted a enfadar, su reverend¨ªsima. As¨ª ha sido su reacci¨®n, se?ala, ante estos obispos y cardenales tan retrecheros y castizamente espa?oles, reci¨¦n sacados de un almac¨¦n de guardarrop¨ªa del siglo XV, empe?ados en salvarnos de nuestros demonios. Tan de antiguo vienen que ni tan siquiera son conscientes del paso del siglo de las luces.
S¨®lo por el error de insistir en tan f¨²til creencia de la est¨²pida bonhom¨ªa, y no rematar la faena cuando era menester, es por lo que tenemos que pagar la penitencia, vuelve a levantar el tono Jos¨¦ K., de sufrir como luminarias del principal partido de la oposici¨®n al tr¨ªo que ustedes tan bien conocen. Y no, no esperen -se enfada- que me olvide del ex presidente de procedencia madrile?a, acento de Texas y n¨®mina australiana, coquetas melena y bufanda al viento. C¨¢. Por no sacar en su momento todas sus verg¨¹enzas al aire -tantas como eran- a¨²n hoy tenemos que soportar sus chuler¨ªas, recitadas, recuerda nuestro interlocutor, con el aplomo y la cara de m¨¢rmol que aportan tantos a?os de ser los amos del poder, mientras los dem¨¢s les robaban lo que por derecho divino, faltar¨ªa m¨¢s, les pertenece: haciendas, vidas y mando supremo.
Y aqu¨ª, cuando habla de la oposici¨®n, es el momento en que Jos¨¦ K. se descompone, aunque no debe: ya tiene la tensi¨®n disparada, atoradas las arterias, el az¨²car un poco alto y el ¨¢cido ¨²rico por las nubes. Pero es que, se atropella a s¨ª mismo, la derecha juega en otra cancha y con otras armas. T¨² eliges raqueta y ellos bate; optas por el florete y ellos se quedan con el Kalashnikov. Crees en la palabra y ellos en el garrotazo, se sulfura Jos¨¦ K., antes de que le pidas callar cuando observas la vena del cuello y la frente enrojecida. Se mesa la blanca y frondosa barba -porque viste barba, claro- y los ojos se le aceran. Jos¨¦ K. recupera su mejor voz tronante de delegado de Pol¨ªticas para enumerar, s¨®lo enumerar, cuatro grandes temas que considera suficientes para dar la medida de la gaviota, a la que a?ade el calificativo de carro?era.
Primero, el 11-M. Qu¨¦ se puede decir de unos se?ores, porque son ellos mismos quienes dirig¨ªan las fuerzas de seguridad cuando se produjo el mayor atentado de la historia espa?ola, con 190 muertos y miles de heridos, que no s¨®lo no dimitieron y se borraron de la escena p¨²blica, como la m¨ªnima decencia exig¨ªa, sino que adem¨¢s, ya vocifera Jos¨¦ K., se permiten sembrar dudas sobre su propia polic¨ªa en connivencia con el joven presidente. ?Qu¨¦ b¨¢rbaros! O la negociaci¨®n con ETA. El de las Azores "dio la orden" de negociar con ETA. Hizo arrumacos a los terroristas, les llam¨® liberadores de su pueblo y les acerc¨® a los presos cerquita, muy cerquita, de sus caser¨ªos, con la ayuda de alg¨²n obispo. Y ahora, clama Jos¨¦ K., se han tirado meses y meses criticando a los socialistas, junto con la Conferencia Episcopal y el orate de su publicista radiof¨®nico por hablar con ETA. ?Qu¨¦ b¨¢rbaros y qu¨¦ desvergonzados!
O vayamos al caso de Legan¨¦s: han paseado por el barro el nombre de unas decenas de profesionales de la medicina, m¨¦dicos y enfermeras, han puesto en solfa el sistema p¨²blico de sanidad y, lo que es peor, han dejado sin cuidados paliativos a un n¨²mero indeterminado de enfermos que han muerto sufriendo. Para demostrarse, despu¨¦s, la falsedad de las acusaciones. Ni una ceja se les ha movido a los piadosos dirigentes madrile?os de la gaviota, que tan frescos y pimpantes presumen de haber cumplido con su deber. Nuestro amigo, tres escalones m¨¢s en la escala de la indignaci¨®n, suma improperio: ?Qu¨¦ b¨¢rbaros, qu¨¦ desvergonzados, qu¨¦ mala gente!
Jos¨¦ K. remata su apresurado resumen con este ¨²ltimo episodio de los camareros que no le sirven la copita como se debe a don Miguel -"este es su fino, se?orito"-, con las ecuatorianas que cuidan a nuestros ancianos y se atreven a hacerse mamograf¨ªas o, recuerda indignado el acusador, el magnate el¨¦ctrico que se hizo multimillonario y que se atreve a relacionar delincuencia con inmigraci¨®n. ?Podr¨ªamos hacer un recuento de cu¨¢ntos ch¨®feres, cocineras, jardineros, cuidadoras de ni?os o ancianos tienen en sus casas los dirigentes gavioteros? ?Qu¨¦ b¨¢rbaros, qu¨¦ desvergonzados, qu¨¦ mala gente, qu¨¦ miserables!, remata Jos¨¦ K., ya de color p¨²rpura y voz de cazallero.
Tras cinco minutos de acompasar la respiraci¨®n, ojos cerrados, inm¨®vil frente al m¨¢rmol de la mesa del caf¨¦ de toda la vida, sorbo de agua va, sorbo de agua viene, Jos¨¦ K. se despide con un sapo -y pensar que volver¨¦ a votar a estos chicos ...- y un brev¨ªsimo apunte: Jos¨¦ K. ha visto a Manuel Mar¨ªn con trenka y se ha puesto muy contento, porque el pr¨®ximo ex presidente del Congreso se va a dedicar a cosas del cambio clim¨¢tico, que es asunto del gusto de gente moderna. No todo est¨¢ perdido, dice Jos¨¦ K., mientras recoge su trenka verde y paga el cortadito a un rumano que ni le da las gracias por la propina...
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