Intimidades de oficina
Sorprenden las distinciones que ha recibido esta primera novela del norteamericano Joshua Ferris (Illinois, 1974): su elecci¨®n como finalista del National Book Award y, sobre todo, su menci¨®n entre las diez mejores de 2007 por The New York Times junto a obras como Los detectives salvajes, de Roberto Bola?o. Sorprende porque, si bien la novela de Ferris ser¨ªa merecedora de atenci¨®n como ¨®pera prima, toda vez que sus m¨¦ritos lo son m¨¢s por lo que prometen, su inclusi¨®n en ambas listas, al dejar fuera otras que s¨ª se lo merecer¨ªan en t¨¦rminos absolutos, no se entiende a no ser que sea para cubrir un innominado cupo de obras primerizas. Entonces llegamos al final ha cosechado cr¨ªticas muy elogiosas en Estados Unidos y gente tan poco sospechosa como Nick Hornby la ha celebrado en Europa. ?Se han vuelto todos locos o el loco es quien escribe esto? M¨¢s bien parece una inofensiva muestra del desconcierto y papanatismo que domina una buena parte del panorama literario internacional, en el que, a caballo de cupos, de intereses corporativos, de alianzas espurias y del seguidismo de muchos, cada vez m¨¢s se confunden churras con merinas, la literatura de verdad con aquella que, por incapacidad de levantar el vuelo o por decidida renuncia a hacerlo, se instala en las m¨¢s amables fronteras del g¨¦nero. Los ¨¦xitos literarios de hoy se hinchan tan prematuramente, a menudo cuando no son m¨¢s que un t¨ªtulo y una sinopsis, que, cuando por fin llegan al lector, son tantos los intereses creados entre agentes, subagentes y editores, que ya son legi¨®n los necesitados de que sea efectivamente un ¨¦xito.
Entonces llegamos al final
Joshua Ferris
Traducci¨®n de Jordi Fibla
RBA. Barcelona, 2008
335 p¨¢ginas. 21 euros
Entonces llegamos al final es una novela c¨®mica y ciertamente abundan en ella las escenas de hilarante comicidad, ser¨ªa triste si no. Sin embargo, ¨¦stas son menos de las que cabr¨ªa esperar, y muchos los momentos en los que el lector tiene la sensaci¨®n de que el escritor ha echado el resto para ara?ar una sonrisa que no consigue. Entonces llegamos al final est¨¢ ambientada en una oficina y ciertamente Joshua Ferris demuestra un ojo certero para identificar los vicios del animal que en ellas habita, sus entretenimientos, sus intrigas, sus traiciones, sus miserables ¨¦xitos, su sometimiento, su gregarismo. Sin embargo, no pocas de las situaciones que describe resultan tan estereotipadas que, como la afici¨®n de sus personajes al cotilleo y a la m¨¢quina de caf¨¦, con frecuencia terminan por resultar cansinas. Algo parecido cabe decir de las intenciones que se adivinan tras la s¨¢tira. La oficina en cuesti¨®n es una agencia de publicidad a la deriva que combate la crisis con constantes despidos y es evidente que, al elegir que sea as¨ª, Joshua Ferris no ha eludido el deber de todo escritor con ambici¨®n, el que sus ficciones tengan otra lectura aparte de aquella que emana directamente de la trama. Sin embargo, ni va hasta el fondo en la exploraci¨®n de los f¨¦rtiles campos que se le abren (en las relaciones de poder, por ejemplo, verdadero eje sobre el que giran esos microcosmos laborales) ni funciona del todo satisfactoriamente la met¨¢fora del mundo que construye, pues queda desdibujada por un final demasiado edulcorado, con m¨¢s de moraleja que de broche real.
Los principales m¨¦ritos de Joshua Ferris vienen de la mano de sus decisiones estil¨ªsticas. Pero tambi¨¦n aqu¨ª hay pegas que formular. La novela est¨¢ narrada en primera persona del plural por una voz que pretende ser la suma de todas las voces de esa oficina, una suerte de opini¨®n p¨²blica, para entendernos. Se trata, por eso, de una voz que no puede meterse en la intimidad de las personas cuando est¨¢n a solas, que debe quedarse en los m¨¢rgenes del rumor, de lo que se dice, de lo que alguien ha visto o escuchado, y que tampoco debe ser proclive a suministrar hedonistas descripciones de atm¨®sfera sino que debe frecuentar el terreno de los hechos. Sin embargo, a mitad de novela, ese registro bien elegido es traicionado por espacio de unas p¨¢ginas fundamentales sin otra justificaci¨®n que la de dar salida a una necesidad estructural que deb¨ªa haber sido resuelta de otro modo.
Es una pena que Entonces llegamos al final llegue tan desmesuradamente apoyada. De no ser as¨ª, habr¨ªa merecido una cr¨ªtica a favor que resaltase sus aciertos y oscureciese o s¨®lo apuntase sus defectos. La merecer¨ªa (bastar¨ªa con darle la vuelta a ¨¦sta); como merece leerse, a condici¨®n, eso s¨ª, de que no olvidemos lo que tenemos entre manos. -
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