La jubilaci¨®n del ni?o mago
Por mucho que se enfaden los profesores bienintencionados, los cr¨ªticos intransigentes, los poetas malditos y Harold Bloom, el p¨²blico lector cuenta y no poco a la hora de establecer la eficacia de un texto literario. No es el ¨²nico baremo de calidad, porque el p¨²blico lector (subrayo lo de "lector" para diferenciarlo del simple "comprador" de libros publicitados, que ni es p¨²blico ni nada) comparte el generoso entusiasmo de los amantes por las adulteraciones, pero sin duda aporta el indicio seguro de alguna cualidad positiva y sobre todo responde al a menudo olvidado prop¨®sito final del arte literario y de todo arte: suscitar agrado.
De modo que se equivocan los que abominan de las novelas de Harry Potter por su gran ¨¦xito, atribuy¨¦ndolo a una mera operaci¨®n mercantil. Por el contrario, como en otros casos, la operaci¨®n mercantil es consecuencia del ¨¦xito, no su causa. Y hasta dir¨ªamos que con tanto merchandising termina por enturbiarse lo mejor del producto y hasta por devaluarse, a fuerza de promoci¨®n abusiva fuera del campo estricto de la literatura.
Harry Potter y las reliquias de la muerte
J. K. Rowling
Traducci¨®n de Gemma Rovira Ortega
Salamandra. Barcelona, 2008
640 p¨¢ginas. 22 euros
Harry Potter i les rel¨ªquies de la mort (catal¨¢n)
Traducci¨®n Xavier P¨¤mies Jim¨¦nez
Emp¨²ries. Barcelona, 2008
736 p¨¢ginas. 22 euros
La operaci¨®n mercantil es consecuencia del ¨¦xito, no su causa
Las primeras novelas de Harry Potter no les gustaron a los editores, ni mucho menos a los cr¨ªticos (en el supuesto de que alguno se ocupase de ellas) y dudo de que nadie las recomendase como lectura en los colegios, pero se ganaron a los ni?os. Su nombrad¨ªa actual, ya abrumadora, proviene en primer lugar de esos lectores nada f¨¢ciles de sobornar, aunque hoy sean muchos otros quienes la rentabilizan. Despu¨¦s de todo, ?no es el caso de J. K. Rowling lo m¨¢s parecido a la historia de Cenicienta en el campo editorial? Y si al final, contra toda conspiraci¨®n de madrastras y hermanastras, la huerfanita a la que daban de lado ha acabado cas¨¢ndose con el deseado Pr¨ªncipe... ?basta ese desenlace triunfal para negarle con altivez nuestra simpat¨ªa a la pobre afortunada?
Cuando la saga de Harry Potter comenz¨® a tener seguidores, Rowling anunci¨® que constar¨ªa de siete novelas, ni m¨¢s ni menos. Y aqu¨ª est¨¢ la ¨²ltima entrega. Todo parece indicar que la autora est¨¢ dispuesta a cumplir su promesa, aunque sin duda no le faltar¨¢n jugosas ofertas para que a?ada nuevos episodios. Un lector que leyese la primera aventura de Potter a los doce a?os y haya permanecido fiel a todas sus peripecias ahora tendr¨¢ ya m¨¢s de veinte. Las novelas han ido evolucionando tambi¨¦n, se han hecho m¨¢s complejas y maduras, pero el proceso ya no da mucho m¨¢s de s¨ª. Al principio el tono era m¨¢s juguet¨®n, voluntariamente humor¨ªstico hasta la caricatura y se aten¨ªa a la f¨®rmula de colegiales traviesos y emprendedores que acu?¨® excelentemente Enid Blyton (cuyas Torres de Malory se dejan ver al trasluz en el colegio Hogwarts). Tambi¨¦n tomaba prestados algunos trucos de la novela policiaca cl¨¢sica (el m¨¢s sospechoso nunca es el criminal, etc¨¦tera) y por supuesto un fondo m¨¢gico general deudor -como ha llegado a ser casi obligatorio en nuestros d¨ªas- de la gran epopeya de Tolkien. En alguna entrevista, Rowling proclama que no logr¨® acabar ni siquiera el segundo tomo de El se?or de los anillos, pero es indudable que lo que alcanz¨® a leer de la obra le ha sido extraordinariamente fruct¨ªfero. Albus Dumbledore es un Gandalf menos ¨¦pico que dom¨¦stico, Severus Snape guarda parentesco con Saruman, el oscuro se?or¨ªo de Valdemort es un malditismo de lo m¨¢s Sauron, los mort¨ªfagos y dementores descienden por v¨ªa directa de los Nazgules y los dragones, gigantes bondadosos, centauros, ara?as gigantes en bosques encantados, elfos, etc¨¦tera parecen tener su cuna (o al menos una segunda residencia de veraneo) en la Tierra del Medio. Sin embargo, pese a todas estas influencias y otras que ser¨ªa ocioso detallar, la narrativa de Rowling tiene personalidad y sobre todo gracia propias: sus personajes son frescos y convincentes, sus enredos argumentales prenden la atenci¨®n y logra a veces escenas de fuerza casi surreal que recordamos despu¨¦s de haber cerrado el libro. A¨²n m¨¢s, ha logrado instrumentar un crescendo de inter¨¦s a lo largo de las siete novelas, que -pese a su extensi¨®n tambi¨¦n creciente- consigue mantenerse con pocos baches ocasionales.
Pero creo que hace bien en echar el cierre al largo y entretenido cuento, antes de que se vuelva fastidioso. El dramatismo tenebroso de las tres ¨²ltimas entregas -cada vez m¨¢s lejano a Enid Blyton y m¨¢s reconociblemente tolkeniano- se hace dif¨ªcil de prolongar sin desvirtuar por completo la espontaneidad simp¨¢tica de los personajes principales. Ser¨ªa equivalente a convertir a Tint¨ªn y Haddock en protagonistas de un c¨®mic estilo Sin City... Y no es porque esta ¨²ltima entrega carezca de m¨¦ritos propios. A¨²n logra momentos impresionantes, como la expedici¨®n a los s¨®tanos del banco de Gringotts, y el asedio de Hogwarts -pese a que su tono ¨¦pico general es algo confuso y light- no deja de estar contado con eficacia. M¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa: el drama moralizante que subyace el enfrentamiento final tiene honestidad y cierta riqueza ambigua. Su defensa del mestizaje contra los fan¨¢ticos de la sangre "limpia", su vinculaci¨®n inextricable entre lo peor de la ambici¨®n y la energ¨ªa de la inocencia, incluso su aceptaci¨®n definitiva de la mortalidad irreversible (cuando tan f¨¢cil parec¨ªa ceder a la tentaci¨®n "espiritualista") despiertan simpat¨ªa entre los lectores maleados que no renunciamos del todo a una cierta dimensi¨®n educativa en la pureza narrativa.
Al final de los finales, los magos crecen, salen de la adolescencia y se convierten en padres y madres de familia, como era de esperar y quiz¨¢ de temer. Pero seamos sinceros: ?cab¨ªa esperar otra cosa? La edad de los hechizos concluye en la paternidad responsable y el ¨²ltimo conjuro, el m¨¢s dif¨ªcil y necesario de todos, el irreversible, es el que lanzamos para proteger y bendecir a los hijos que van a seguir viviendo la aventura eterna en nuestro lugar.
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