Volver¨¢s a Verona
1 - Este libro de Hanns Zischler, Kafka va al cine, crea una urgencia inesperada. Despu¨¦s de leerlo, hay que ir a Verona, no para contemplar el maldito balc¨®n de Romeo y Julieta, sino para visitar la iglesia de Santa Anastasia, donde est¨¢ esa escultura de un enano que sostiene la pila de agua bendita y que tanto impresion¨® a Kafka. El libro que ha publicado Min¨²scula es una elegante investigaci¨®n de las relaciones de Kafka con el cine. La documentaci¨®n de Zischler -sorprendente escritor alem¨¢n que es tambi¨¦n editor, cr¨ªtico de cine, fil¨®sofo, director de teatro y conocido actor de pel¨ªculas de Godard, Wenders y Spielberg- est¨¢ llena de m¨²ltiples recodos que recuerdan la geograf¨ªa de anta?o y los tiempos en que uno pod¨ªa perderse por calles laterales y abrir puertas misteriosas que se abr¨ªan a pasajes ocultos en la laber¨ªntica ciudad del Golem, la maltratada Praga.En todos los pasajes del libro de Zischler -gran traducci¨®n de Jorge Seca- se hila con sutileza el factor cinematogr¨¢fico con el matiz kafkiano. Recuerdo el dedicado a los simuladores de Praga (los versteller, en y¨ªdish), aquellos hombres que en los cines de esa ciudad actuaban de expertos narradores o recitadores, y no s¨®lo a?ad¨ªan caprichosamente texto a la pel¨ªcula, sino que ven¨ªan a ser unos actores m¨¢s del espect¨¢culo que se ve¨ªa en la pantalla. Estos narradores entraron pronto en la ¨®rbita de Kafka, como a?os despu¨¦s lo har¨ªa tambi¨¦n el dichoso enano de Verona. Sobre este personaje de m¨¢rmol "con expresi¨®n de felicidad en el rostro" habl¨¦ ayer con Emilio Manzano, Marina Espasa y Enric Juste. Despu¨¦s, los cuatro nos quedamos con la sensaci¨®n de que, tarde o temprano, tenemos que volver a Verona, porque en nuestras anteriores visitas nos perdimos lo mejor de la ciudad: el enano de tama?o natural con el que se identific¨® Kafka.El escritor lleg¨® melanc¨®lico a esa ciudad, paralizado por su incapacidad para tomar decisiones con respecto a su relaci¨®n con Felice Bauer. "Estoy en la iglesia de Santa Anastasia en Verona, cansado, sentado en un banco de la iglesia frente a un enano de m¨¢rmol de tama?o natural que con expresi¨®n de felicidad en el rostro carga con la pila de agua bendita", le escribe Kafka en una postal a la propia Bauer. Es un fragmento encantador en el que Hanns Zischler relaciona al enano de m¨¢rmol con las relaciones de Kafka con el cine y nos dice que a ¨¦ste le atra¨ªa la viveza que transmit¨ªan al espectador las esculturas fotografiadas y, en cambio, le espantaban las veloces im¨¢genes en una pantalla, imposibles de detener y que le planteaban una angustiosa exigencia a su capacidad visual y literaria. Parece que fue siempre as¨ª. A Kafka le gustaban las esculturas s¨®lidas y compactas que permiten que uno se fije en ellas, y no tanto las secuencias cinematogr¨¢ficas, que pasan raudas y no pueden ser fijadas y no permiten ser pensadas. Volver¨¢s a Verona, me digo quieto, sinti¨¦ndome de pronto la m¨¢s s¨®lida de las esculturas. Y me muevo, muy poco despu¨¦s, cuando reparo en que el enano fue alguien tan pensado por Kafka que no quisiera haber estado en su propia piel o m¨¢rmol. Le imagino all¨¢ en aquella iglesia, mudo todav¨ªa de espanto, sobrellevando como puede tanto la pila bautismal como el grito que le a?adi¨®, a su paso por Santa Anastasia, el simulador Kafka al fijar para siempre su imagen y su destino: un terrible grito de ayuda cort¨¦smente atenuado por la caliza.
2 - A Kafka le gustaba todo lo ultramoderno y por tanto le gustaba el cine, como a casi todo el mundo, pero en realidad su fascinaci¨®n por aquel nuevo invento, por el cine mudo, le ven¨ªa directamente del teatro y¨ªdish, que tanto hab¨ªa frecuentado en el m¨ªsero Caf¨¦ Savoy y otros lugares de Praga y que fue siempre una influencia importante para su po¨¦tica. Kafka le daba una importancia grande a la gestualidad que se daba en ese teatro jud¨ªo -el gran secreto del ¨¦xito de Charlot proced¨ªa de esa tradici¨®n- y cre¨ªa que era necesario para su literatura encontrar un equivalente expresivo. Ten¨ªa claro que en ese teatro y¨ªdish la gestualidad era mucho m¨¢s importante que los di¨¢logos: lo esencial era la presencia, y lo interesante del arte sin arte de aquel teatro era la forma de interpretarlo. Ese aspecto era el que, como explica Reiner Stach en Los a?os de las decisiones, seduc¨ªa plenamente a Kafka, que buscaba para su literatura el factor de comunicaci¨®n con el p¨²blico: "Algunos ademanes y personajes que pasan por ser especialmente kafkianos proceden de la escena y¨ªdish y del cuarto trastero del Savoy".
3 - As¨ª que un Kafka melanc¨®lico en Verona entra en la iglesia de Santa Anastasia y se encuentra con el enano: una escultura que, seg¨²n he podido averiguar, se atribuye a Alessandrino Rossi, llamado Il Gobbino, y ahora s¨®lo me queda por averiguar qui¨¦n era el tal Rossi. Aquel enano ten¨ªa el tama?o natural de las preocupaciones del soltero Kafka. Y es curioso observar c¨®mo, al evocar a?os despu¨¦s a ese mismo enano, su tama?o ha pasado de natural a sobrenatural al tiempo que la expresi¨®n de felicidad en el rostro ha desaparecido bajo el peso (de la memoria): "Recuerdo de una iglesia en Verona a la que, completamente solo, entr¨¦ de mala gana acuciado levemente por las obligaciones de un turista y acuciado severamente por el sentimiento de inutilidad de una persona menguante, vi a un enano de tama?o sobrenatural encorvado bajo la pila de agua bendita". Como se ve, el plomo de la memoria del soltero Kafka hab¨ªa ido aumentando con los a?os, y ahora se abr¨ªa a pasajes a¨²n por descubrir: pasajes ins¨®litos, sobrenaturales, agazapados tras la mirada ya para siempre incomodada del enano est¨¢tico.
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