Rausell: la reconversi¨®n
Son multitud los bares de nuestra Comunidad que han dado el salto a que seguramente aspira todo patr¨®n: pasar de la modesta barra al elegante sal¨®n, intentando conservar en ese vuelo las virtudes que le permitieron acumular el negocio suficiente para tal pirueta.
Unos lo hicieron sin a?adir mayores mimbres al intento que la colocaci¨®n de las mesas y la ocupaci¨®n de la barra con motivos decorativo gastron¨®micos, o sea rojos y orondos tomates y pimientos con alguna dosis de bogavantes en vez de elegantes flores. Otros contrataron -o criaron- chefs de relumbr¨®n que a?adir¨ªan cocina donde hab¨ªa plancha y buenas maneras, y otros -al fin- reformaron sus locales y sus cartas y ayudados por m¨¢s brigada se esforzaron en que el salto satisficiese a la parroquia.
La condici¨®n imprescindible era, y es, que el antiguo local se inscribiese en los de ¨¦xito, a poder ser en virtud de sus g¨¦neros y del buen hacer del propietario. Y de los que figuran en esta n¨®mina quiz¨¢ uno de los m¨¢s se?eros sea Rausell, que ha mejorado sus instalaciones pero esta vez -y ello es novedad- sin que desaparezca la posibilidad de acudir al bar para tomar el aperitivo o comer, f¨®rmula que tambi¨¦n tiene numerosos adeptos entre los nuestros.
As¨ª pues, en mesas aderezadas con manteles de hilo las especialidades de siempre: gambas, chipirones, percebes y navajas, g¨¦neros frescos hechos a la plancha, logrando no pervertir lo que la tierra -y sobre todo el mar- nos ofrecen.
Sin embargo, un pero: no han logrado desalojar de las nuevas y modernas instalaciones el maldito olor a aceite frito que suele acompa?ar los antiguos establecimientos y que de forma inmisericorde se fija para siempre jam¨¢s en nuestras chaquetas y pituitarias.
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