Las viejas heridas de guerra de Goya cicatrizan en el Prado
'Los fusilamientos del 3 de mayo' y 'La carga de los mamelucos', da?adas en la contienda del 36, son minuciosamente restauradas y por primera vez repintadas
El Museo del Prado resta?a hoy las heridas de guerra sufridas en 1938 por dos de los m¨¢s c¨¦lebres lienzos de Francisco de Goya: Los fusilamientos del 3 de mayo en la monta?a del Pr¨ªncipe P¨ªo y El 2 de mayo o la carga de los mamelucos.
S¨ªmbolos de la Guerra de la Independencia de 1808, una vez curadas sus "heridas" por un equipo de los mejores restauradores del Prado, las dos pinturas formar¨¢n parte de la exposici¨®n Goya y los a?os de la guerra, que la pinacoteca acoger¨¢ entre el 14 de abril y el 13 de julio para conmemorar el bicentenario de la Guerra de la Independencia.
El procedimiento seguido en ambos cuadros para su tratamiento ha sido la limpieza amplia, la retirada de los barnizados oxidados y el ajuste general de lo actuado, explica Pilar Sedano, responsable de Restauraci¨®n del Museo del Prado. En La carga de los mamelucos, dos figuras ausentes han sido adem¨¢s reintegradas sobre la base de la documentaci¨®n hist¨®rica y fotogr¨¢fica en poder del museo desde antes de sufrir las heridas. En Los fusilamientos..., un tajo de tres metros perfilaba su base y rasgaba su tela en dos rect¨¢ngulos a la derecha de su escena. Ahora, retirados anteriores repintes, son recubiertos con acuarela y rebarnizados.
El desplome de un balc¨®n en 1938 provoc¨® una raja en 'Los fusilamientos...'
En 'La carga de los mamelucos' se han repintado dos figuras que faltan
Un encuentro de expertos en 2000 aval¨® que se actuara sobre los lienzos
"Mi relaci¨®n ¨ªntima con Goya me llena de gozo", dice la restauradora Mora
Esta rehabilitaci¨®n ha permitido descubrir algunas particularidades pintadas por Goya que hasta ahora pasaban inadvertidas, como por ejemplo la firma Goya en La carga..., con trazo gris oscuro, con una letra "G" may¨²scula caracter¨ªstica de su graf¨ªa escrita sobre el filo de un pu?al ca¨ªdo sobre el suelo.
Pintados por Goya a partir de 1814, ambos lienzos, de 3,47 metros de base por 2,68 de altura, formaban parte del contingente de obras de arte que el Gobierno de la Segunda Rep¨²blica quiso poner a salvo cuando la aviaci¨®n alemana arrojaba bombas incendiarias sobre el Madrid cercado por las tropas franquistas. Uno de aquellos artefactos hab¨ªa ca¨ªdo el 16 de noviembre sobre la techumbre del Prado y las autoridades republicanas se aprestaron a sacar de Madrid hacia Valencia, nueva sede del Gobierno, un centenar de las m¨¢s c¨¦lebres joyas que el museo atesoraba. El personal del museo cumpli¨® la instrucci¨®n pol¨ªtica recibida con muchas reservas, por temor a los previsibles efectos del traslado.
Sus temores ten¨ªan fundamento: las dos obras de Goya enviadas primero a Valencia sufrieron graves da?os sobre su superficie durante el recorrido en cami¨®n desde la ciudad del Turia a Barcelona, en marzo de 1938, siguiendo la estela del Gobierno republicano. Proced¨ªan del Colegio del Patriarca y de la Torre de Serranos de la capital valenciana, donde el pintor comunista Josep Renau, director general de Bellas Artes, hab¨ªa decidido que los principales cuadros del Museo del Prado fueran puestos a buen recaudo, lejos de las bombas.
Tras abandonar el Prado embaladas con almohadillas de papel lleno de viruta, un enrejado de bramante, papel embreado y en cajas de madera, llegaron a Valencia. Tiempo despu¨¦s proseguir¨ªan ruta hacia Barcelona: al cruzar por el centro de la localidad castellonense de Benicarl¨®, como consecuencia de un bombardeo se desprendi¨® una balconada y fue a caer sobre el cami¨®n que trasladaba ambas joyas de la pintura espa?ola.
La m¨¢s da?ada fue La carga de los mamelucos, que representa el levantamiento del pueblo de Madrid contra las tropas de ocupaci¨®n desplegadas por Joachim Murat, lugarteniente de Bonaparte en Madrid.
Los cuadros da?ados en Benicarl¨®, que siguieron camino hacia la frontera hispano-francesa, fueron tratados en el castillo gerundense de Peralada por el restaurador Manuel de Arpe y el forrador Tom¨¢s P¨¦rez. Entre el 4 y el 9 de febrero de 1939, Arpe, que viajaba con los cuadros con destino a Ginebra, dentro de una actuaci¨®n internacional avalada por la Sociedad de Naciones, barniz¨® y recubri¨® con tintas naturales los surcos que sesgaban hasta tres metros la base del cuadro, y dos rect¨¢ngulos de los laterales de Los fusilamientos... ?sas son las llagas que ahora han sido redescubiertas y cubiertas de nuevo con acuarelas reversibles, "que no se enrancian, porque carecen de aceite", explica el experto ?ngel Macarr¨®n, que particip¨® en 1939 en el reenv¨ªo a Espa?a de estas obras desde la ciudad suiza de Ginebra.
En cuanto a La carga de los mamelucos, Arpe y P¨¦rez entelaron de nuevo el lienzo, que se hallaba fragmentado en 18 piezas a consecuencia del episodio sufrido. Los desgarros en el lienzo eran tan graves que el restaurador opt¨® por dejar dos superficies cegadas con el color arcilla que compone la base crom¨¢tica que aplic¨® Goya al pintarlo.
Hasta marzo de 2007, el cuadro se contemplaba con ambos huecos. "Eso era lo que desequilibraba la escena representada en el cuadro de Goya, porque la curvatura de la espada se?alaba el extremo sobre el que se enmarcaba la acci¨®n completa", explica Gabriele Finaldi, subdirector del Museo del Prado, para razonar la reintegraci¨®n de ambas figuras.
"En el a?o 2000, convocamos en Madrid un encuentro internacional de especialistas sobre Francisco de Goya, para abordar si proced¨ªa o no reintegrar los elementos que faltaban de este lienzo y actuar sobre los otros", explica Manuela Mena, subdirectora del Prado durante 15 a?os y hoy responsable en ¨¦l de las pinturas de Goya y del siglo XVIII. "En aquella cita se admiti¨® casi por unanimidad la reintegraci¨®n", explica Mena. Pero no todos asintieron entonces. "El profesor Alfonso P¨¦rez S¨¢nchez, ex director del Museo del Prado, se opuso", explica por su parte el restaurador y especialista Jos¨¦ Antonio Buces, que asisti¨® a aquel encuentro, en el que ¨¦l tambi¨¦n rechazaba la reintegraci¨®n. Pero, finalmente, la proposici¨®n de abstenerse de tratar los cuadros no prosper¨®.
"Optamos por intervenir, ya que ambas obras de arte no ten¨ªan por qu¨¦ recibir el gravamen de una posterior acci¨®n de guerra", dice por su parte Enrique Quintana, miembro del equipo de restauradores que, con Elisa Mora y Clara Quintanilla, tiene a su cargo estos lienzos. Para Manuela Mena, "se trataba de restablecer el equilibrio que los elementos que faltaban hab¨ªan causado en la lectura del cuadro, escorando su acci¨®n hacia la izquierda de la escena que el espectador contempla, rompiendo el relato visual ideado por Goya, m¨¢s centrado y enmarcado por dos cimitarras".
La cuesti¨®n no es balad¨ª. En el mundo de la restauraci¨®n art¨ªstica, dos grandes corrientes coexisten desde el siglo XIX con argumentos enfrentados: de un lado, los que se inclinan por mantener los documentos pict¨®ricos tal y como han llegado a nuestros d¨ªas y, del otro lado, los que optan por intervenir sobre ellos.
"Los elementos que hemos empleado para reintegrar La carga de los mamelucos son reversibles y estables", subraya Elisa Mora, 26 a?os en el Prado y restauradora de La familia de Carlos IV. "Ello significa que las figuras reintegradas son identificables y cambiables, como lo fueron las actuaciones de Arpe sobre estos lienzos", explica Enrique Quintana. Esta reintegraci¨®n comenz¨® hace 11 meses.
En cuanto a Los fusilamientos..., retirado de su exhibici¨®n al p¨²blico en Navidad, los restauradores acaban de culminar la limpieza y desbarnizado de los repintes de Manuel de Arpe, que ocupaban tres metros y que se elevaban por el costado izquierdo, formando dos cuadril¨¢teros que hoy, convenientemente despintados, se muestran como si de una vena ros¨¢cea se tratara. Elisa Mora, con extremo respeto, aplica su pincel mientras gira suavemente su mirada, desde el panel de fotograf¨ªas que dan cuenta del estado del lienzo antes de ser da?ado hasta la tela que recibe sus pinceladas. "Este trabajo me ha permitido establecer una ¨ªntima relaci¨®n con Goya, que me llena de gozo", musita en una pausa.
Destellos
D¨ªas atr¨¢s, contempl¨® las dos obras de Goya en restauraci¨®n Juan Manuel S¨¢nchez R¨ªos, catedr¨¢tico de Escultura, de 63 a?os, durante a?os responsable de la Asociaci¨®n Filantr¨®pica de Milicianos Nacionales Veteranos. Esta organizaci¨®n, de estirpe liberal, tiene a su cargo desde 1839 la custodia del recoleto cementerio de La Moncloa. All¨ª reposan los restos de los fusilados aquella madrugada aciaga del 3 de mayo de 1808 en la monta?a del Pr¨ªncipe P¨ªo.
S¨¢nchez R¨ªos, con el rostro contrito por la emoci¨®n y un destello en sus ojos humedecidos, desplazaba sus dedos sobre el lienzo de los fusilamientos y lo recorr¨ªa ¡ªsin tocarlo y con extremo respeto¡ª hasta su borde. Fue precisamente ¨¦l quien tras un estudio intenso estableci¨® la identidad del patriota que, con los brazos extendidos y la camisa iluminada por un fanal de luz situado a los pies del piquete de ejecuci¨®n, recibe a gritos sobre el pecho el destello de la muerte: "Se trataba de Mart¨ªn de Ruzcabado, picapedrero monta?¨¦s de elevada estatura que luch¨® bravamente contra los invasores y fue arcabuceado sin piedad", susurra S¨¢nchez R¨ªos con un adem¨¢n de unci¨®n y pena.
Un proceso delicado
- En la foto grande, dos restauradoras de los talleres del Museo del Prado trabajan en los cuadros de Francisco de Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo (a la izquierda de la imagen) qued¨® gravemente da?ado en 1938 durante el traslado de Valencia a Barcelona. Al pasar por Benicarl¨® (Castell¨®n), una balconada se desplom¨® sobre el cami¨®n que lo transportaba y caus¨® en el lienzo una grieta de tres metros.
- A la izquierda de estas l¨ªneas, un detalle del trabajo de repintado en La carga de los mamelucos, un delicado proceso de resurrecci¨®n de personajes faltantes.
- En la fotograf¨ªa del medio puede apreciarse el deterioro en el lienzo de Los fusilamientos del 3 de mayo.
Babelia
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