Hilar fino
Ahora que tanto se oye hablar de patriotismo, no quiero ni pensar c¨®mo debe andar el amor propio nacional de algunos grupos financieros americanos, salvados in extremis por capital p¨²blico chino, pongamos por caso. El se?or Bernanke, acomodado en la silla del supuestamente infalible Alan Greenspan, dio toda la impresi¨®n de que no las ve¨ªa venir. Al modo del asno de Burid¨¢n, el hambre y la sed de las econom¨ªas desarrolladas acab¨® por perturbar la toma de decisiones y, quiz¨¢, jam¨¢s sabremos si el fallo en la supervisi¨®n de las subprimes y sus derivados, fue debido a opacidad, a exceso de confianza o a la duda met¨®dica de las autoridades monetarias. En cualquier caso, este a?o, en el macizo suizo de los Grisons, en clave de aquelarre y de conjuros, el americano caballo de Troya ideol¨®gico, otrora soberbio y sediento de liderazgo, adopt¨® el tono gris del penitente, purgando en Davos su mayor pecado: poner al mundo al borde de una recesi¨®n.
Organicemos un plan modesto, pero eficaz, y que nadie se rasgue las vestiduras por ir de rebajas
He de reconocer que nunca supe contestar adecuadamente a un colega extranjero que, con ocasi¨®n de sus visitas a la Universidad de Santiago, me hac¨ªa siempre la misma pregunta: ?Para qu¨¦ son necesarias tantas gr¨²as? La natalidad estaba hecha unos zorros y las mudanzas de vivienda no parec¨ªan justificar aquel despliegue espectacular. Bueno, el turismo, la econom¨ªa sumergida... Pero el olfato intuitivo, seamos modestos, indicaba que la bola crec¨ªa desproporcionadamente y, al menos por una vez, incluso los economistas no se dedicaban a predecir la historia. O se iba cambiando de modelo, o el aterrizaje se har¨ªa bruscamente, que es lo mismo que decir que asomar¨ªan las orejas del desempleo, la peor noticia para el sistema. Un monocultivo que iba como una moto, hasta tropezar con el torcido quitamiedos de las finanzas. Al fin y a la postre, el cuento de la mariposa se mezcl¨® con el de la buena pipa, haci¨¦ndose carne mortal, extendiendo por el maduro mundo capitalista el virus de la desconfianza.
En tal contexto, los gobiernos se aprestan -d¨ªganlo o no- a desempolvar medidas antic¨ªclicas, ahora que las billeteras son todas liberales, aunque el coraz¨®n de muchos siga siendo keynesiano. Los tiempos son llegados, raz¨®n y sentimiento en deseado maridaje, gastemos lo que ahorramos en las cuentas p¨²blicas, bendito cintur¨®n de castidad en forma de leyes de estabilidad presupuestaria. Hasta el Fondo Monetario Internacional se dispone a ser indulgente con las faltas de juventud: d¨¦mosle ox¨ªgeno al enfermo, que los dioses nos cojan confesados y el se?or Trichet vaya pensando en saltarse la estricta obediencia.
Quien quiera hacer memoria, podr¨¢ encontrar en las hemerotecas noticia del comportamiento de Reagan, una vela al mercado y otra al d¨¦ficit, al que hizo llegar a un 6% del PIB. Hace unos d¨ªas, Hillary Clinton crey¨® encabezar la heterodoxia al prometer un plan de relanzamiento econ¨®mico de 70 millones de d¨®lares. Pero Bush, lejos de toda timidez, ha puesto en marcha otro dos veces m¨¢s ambicioso; al fin y al cabo, de salir mal, otro cargar¨¢ con el petate. Est¨¢ visto que los americanos son pragm¨¢ticos en lo econ¨®mico y dejan para otros el duro camino de la virtud.
Para los responsables de la econom¨ªa en los gobiernos subcentrales, las cosas no presentan un gran nivel de dificultad. M¨¢s all¨¢ de coordinarse en lo posible con las dem¨¢s administraciones, deber¨ªan dirigir sus pol¨ªticas a un gasto generador de empleo, sabiendo que el invierno no dura siempre. Claro que algo podr¨¢n hacer con los impuestos, pero es preciso actuar con m¨¢s inmediatez sobre la demanda no inflacionista. Que es un keynesianismo sin matices, casi vulgar, pues bueno, la situaci¨®n no est¨¢ para tesis doctorales ni para escuchar a los eternos diletantes. S¨®lo una cautela: que el efecto multiplicador se agote dentro del territorio. Si hablamos de Galicia, que la pol¨ªtica de gasto no se acabe filtrando en su mayor parte hacia otras latitudes. ?Qu¨¦ obras son necesarias y, adem¨¢s, requieren empleo y materiales aut¨®ctonos? Pues ¨¦sas. La desaceleraci¨®n actual nos obliga a mantener salarios y alimentar el flujo circular de la renta gallega. Los instrumentos al alcance de la Xunta son los que son y no otros. Organicemos un plan modesto, pero eficaz. Que nadie se rasgue las vestiduras por ir de rebajas. Se est¨¢ haciendo ya en muchos sitios y con ¨¦xito.
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