?Y t¨² m¨¢s!
Poseen atributos de pesos pesados y se juegan mucho en ese combate. Nada menos que esa cosa presuntamente fascinante y adictiva del poder absoluto, el control sobre la vida del pr¨®jimo, la jefatura del negocio. Uno juega con la ventaja de tener los ojos azules, expresi¨®n de inocencia, un toque de vulnerabilidad. La apariencia del otro es sesgada, no mira a los ojos, podr¨ªamos asociarlo con la imagen moderna de Shylock.
Se presupone que en su sueldo va incluida la condici¨®n de ser grandes actores, de seducir y convencer al personal. Tambi¨¦n que va a aparecer el ingenio, la agilidad mental, la improvisaci¨®n, la magia, el desd¨¦n hacia el ortodoxo, aburrido y cotidiano gui¨®n que les impone la sobrevalorada y meliflua casta de los asesores de imagen. Pues nada de nada.
Me aburro, desconecto, todo suena a repetici¨®n, a visto y o¨ªdo, a m¨¢s de lo mismo. No me entra en el coco que hayan logrado que el ap¨¢tico, el abstencionista, el esc¨¦ptico, el dubitativo, hayan accedido a la luz, entonen el mea culpa, descubran que se han enamorado y cuenten nerviosamente los d¨ªas que faltan para depositar su voto. Imagino que s¨®lo pueden sentir entusiasmo y ¨¦xtasis ante el encanto y la credibilidad de sus l¨ªderes los inamovibles fieles de las respectivas parroquias.
No me gusta que Zapatero se dirija a los amados inmigrantes que le estar¨¢n escuchando y me sonrojo con el contraataque de Rajoy asegurando que ¨¦l es gallego, ni la brasa que da el primero con que los artistas le aman y la grosera convicci¨®n de su contrincante de que los cultos est¨¢n untados, ni que citen machaconamente los resbaladizos conceptos nunca, siempre, jam¨¢s, mentira y verdad. Ante la atufante historia de la ni?a que va a nacer siento que me inunda la verg¨¹enza ajena. Tambi¨¦n el asco hacia la villana acusaci¨®n del barbas de que su rival ha agredido a las v¨ªctimas del monstruo. Qu¨¦ alivio pillar la cama.
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