Teresa P¨¤mies explica a L¨®pez Raimundo c¨®mo es la vida sin ¨¦l
La autora repasa su vida junto al pol¨ªtico en 'Informe al difunt'
Hace tres meses que Gregorio L¨®pez Raimundo falleci¨®, pero el piso del Eixample donde convivi¨® 36 a?os con la autora Teresa P¨¤mies est¨¢ igual; incluso el aparatoso sill¨®n donde el pol¨ªtico pasaba el d¨ªa en los ¨²ltimos tiempos sigue en su sitio. "Pero no me molesta a pesar de sus dimensiones... Me hace compa?¨ªa y no pienso separarme de ¨¦l". As¨ª se lo dice la escritora a su marido. Eso y mucho m¨¢s, con ternura no exenta de una cruda sinceridad como s¨®lo pueden profesarse los matrimonios que han sufrido de todo, hasta la cruel separaci¨®n del exilio. Con esos mimbres ¨ªntimos P¨¤mies elabora Informe al difunt, sentido op¨²sculo que La Campana editar¨¢ la semana pr¨®xima.
Con una voluntad casi notarial, la autora de Testament a Praga pasa revista a lo ocurrido desde el fatal desenlace. As¨ª, le recuerda al ausente que muri¨® la madrugada del 17 de noviembre en la habitaci¨®n 2.112 del barcelon¨¦s hospital de la Esperan?a con su mano enfri¨¢ndose entre las de su hijo Antonio; que otro de sus hijos, Sergi, el escritor, iba cada ma?ana a darle el desayuno y afeitarle (con una Braun el¨¨ctrica 4775); que el entierro cost¨® 9.000 euros y que al final fue una ceremonia ¨ªntima "m¨¢s propia de tus or¨ªgenes, talante y trayectoria (...) y porque los hijos sab¨ªan que su madre no estaba en condiciones f¨ªsicas ni an¨ªmicas" para asumir un acto m¨¢s multitudinario. Y que su caja de m¨²sica predilecta ha ido a parar a uno de sus nietos.
Entre recuerdos de la clandestinidad y una prolija selecci¨®n de fragmentos de las 180 notas de p¨¦same, hay momentos de cierto reproche, especialmente para aquel que, afectado por una afasia total al final del largo proceso, hab¨ªa pasado en sus comentarios de la iron¨ªa al sarcasmo y hab¨ªa provocado que la esposa fuera "la mala de la pel¨ªcula" al querer reducir su presencia p¨²blica: ella sufr¨ªa por su salud, traducida muchas veces en incontinencia.
Como era su deseo, le incineraron, y pusieron sus restos junto a los de su hermano mayor, una de las primeras v¨ªctimas en julio de 1936. Al final P¨¤mies le confiesa que le echa de menos, algo tan l¨®gico viniendo de ella como que nunca asumir¨¢ "el papel de desconsolada viuda convencional". Esas dos cosas L¨®pez Raimundo ya las sab¨ªa.
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