"Me iba poquito a poco, pero..."
Soledad Becerril confiesa que no ha sabido resistirse a la oferta de Rajoy
El cap¨ªtulo de la pol¨ªtica activa en la vida de Soledad Becerril estaba casi cerrado. Su idea era que fuera languideciendo sin ruido hasta morir del todo. Y as¨ª era. Al hablar de ella, sus adversarios ya sustitu¨ªan las referencias combativas por amables pinceladas que componen el retrato de una gran dama de la pol¨ªtica. Hab¨ªa recibido honores de personaje amortizado, como la Medalla de Andaluc¨ªa que concede el Gobierno andaluz, y otras glorias y agasajos que acompa?an a una celebridad del pasado. Hace un a?o consigui¨® ser inmune a la persuasi¨®n de Javier Arenas (que suele ser implacable) para que aspirase de nuevo a la alcald¨ªa de Sevilla. Pero a la tentaci¨®n de volver a ser diputada no ha podido resistirse.
Y aqu¨ª est¨¢ una vez m¨¢s, mirando los carteles desde la acera con la extra?eza que produce ver el rostro propio en grandes dimensiones y colgado por todas partes. Ha elegido el coqueto jard¨ªn de la Caridad como rinc¨®n favorito por el simple gozo que le provoca un lugar lleno de plantas, "un bien tan escaso", por la belleza de la fachada barroca de la iglesia, y la generosidad de su fundador, Miguel de Ma?ara. Tambi¨¦n por el Teatro de la Maestranza, un templo para una mel¨®mana que al final "siempre" vuelve a Mozart, del que guarda un magn¨ªfico recuerdo como alcaldesa.
Primera ministra de la democracia en un gobierno de Adolfo Su¨¢rez, si le dan a elegir se queda con la alcald¨ªa, que evoca como un "sinvivir" repleto de satisfacciones. "Como ministra de Cultura puedes hacer la ley del libro, por ejemplo, muy importante, pero tardar¨¢ en verse; si arreglas el tr¨¢fico de una calle, es inmediato y la gente sale a la calle a dec¨ªrtelo". En el corto trayecto hasta una cafeter¨ªa cercana la paran varias mujeres. Una de ellas, con el pelo de un naranja fosforescente que ciega la vista, lamenta que no estuviera en el Ayuntamiento para casarla, y otra le cuenta que ya ha votado por correo mientras le gui?a un ojo. Se la comen a besos. Poco dada a las efusiones, Soledad Becerril puede resultar seca por pura timidez, pero se dir¨ªa que ha ido solt¨¢ndose con los a?os.
Quiz¨¢s en eso le ha cambiado su nueva faceta de abuela. "Tengo dos nietas a las que me dedico con alma, vida y devoci¨®n, siempre que su madre me lo permite, naturalmente. La mayor, de dos a?os ?es que se llama Soledad!, pero no por influencia m¨ªa, nunca me atrev¨ª a sugerirlo. Las abuelas tenemos que ser prudentes porque enseguida dicen que somos mandonas". Celia es la peque?a y acaba de cumplir seis meses. Cree que en la elecci¨®n del nombre ha tenido algo que ver los libros de Elena Fort¨²n que le¨ªa su hija, que se llama tambi¨¦n Soledad, con "un castellano tan precioso". Gaspar, su hijo, tambi¨¦n casado, a¨²n no ha tenido descendencia.
Madrile?a de nacimiento, Soledad Becerril lleg¨® a Sevilla por matrimonio. "Comprend¨ª que era mi ciudad. Iba a ver a Ram¨®n Carande, me inform¨¦ y estudi¨¦, y con el tiempo he ido haci¨¦ndome con una biblioteca de Sevilla, con ediciones interesantes, que es mi tesoro". Hija de un ingeniero de Caminos catedr¨¢tico de Universidad que escribi¨® unos cuantos libros de referencia para el ramo, es la cuarta de cuatro hermanos. Estudi¨® la carrera de Filolog¨ªa que complet¨® con unos a?os en la Universidad de Columbia (EE UU), y habla ingl¨¦s y franc¨¦s con fluidez. "Las mujeres de mi generaci¨®n dejaban el colegio a los 16 a?os, yo fui una rareza".
Sobre su etapa de pionera en los albores de la democracia pasa muy r¨¢pidamente. Apenas esboza una sonrisa cuando una fotograf¨ªa de 1979, junto a otras diputadas de UCD, le devuelve la imagen de una Soledad Becerril de larga melena, joven y guapa, y se resiste a admitir que fue una especie de musa entre sus compa?eros varones en una ¨¦poca en la que las mujeres eran tan pocas. "Lo que ¨¦ramos es unas ingenuas", sentencia.
Nunca ha tenido demasiados problemas internos en el PP. Se siente a gusto, a lo mejor porque siempre le han respetado su tendencia a ir por libre. "No soy persona a la que le guste los discursos incendiarios que arremeten contra alguien, ni mucho menos, pero, bueno, eso ya lo saben en el partido, me conocen muy bien. Saben que no voy a pelearme, me parece que el adversario es el adversario pero no es el enemigo", reflexiona mientras trata de explicar por qu¨¦ a las municipales dijo que no y a las generales ha dijo que s¨ª. "La vuelta al Ayuntamiento era muy dif¨ªcil. Yo me iba poquito a poco, pero... Mariano Rajoy y Javier Arenas me lo pidieron y no he sabido resistirme".
En los ¨²ltimos a?os la vida de Soledad Becerril se ha repartido entre su trabajo como senadora, la escritura de sus memorias, los libros, los ciclos musicales en el Teatro de la Maestranza, del que es abonada, y sus dos nietas. Sin olvidar el cine, que prefiere ver en versi¨®n original aunque sea una pel¨ªcula afgana, refiere sin temor a que le llamen pedante "Me gusta o¨ªr las voces, me chirr¨ªan los doblajes y no me importa leer los letreritos". Tampoco le importa que le echen en cara su educaci¨®n refinada de ni?a de buena familia y que le atribuyan cierta altivez clasista. "S¨ª, muchos me llamaban peyorativamente la marquesa. Cuando lo escucho, digo, bueno, mi marido tiene ese t¨ªtulo [Rafael Atienza, marqu¨¦s de Salvatierra], ?y qu¨¦? alguna cosilla habr¨¦ hecho yo en la vida p¨²blica ?no?"
![Soledad Becerril, candidata por el PP al Congreso en Sevilla.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/P667S54TALEFKCNCVVG25BZ34U.jpg?auth=492fc96b3587f8f99f88280c7a0b9e5356b3538ff8b8db28e3951f30ce7ed95f&width=414)
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