Arco iris sobre ?frica
El franc¨¦s Henry de Monfreid, escritor, fot¨®grafo, traficante de armas y hach¨ªs, pero sobre todo inconformista y aventurero, se dedic¨® a explorar ?frica y Asia, dejando el impresionante legado de una mirada descarnada y directa
Es ?frica un continente en blanco y negro o un mundo de colores? El ojo fascinado y sorprendido del fot¨®grafo ha bailado siempre entre estas preguntas ret¨®ricas sin respuesta clara dados los tremendos contrastes que la realidad africana despliega ante la vista. Los contrastes de ayer y de hoy. ?Por qu¨¦ la belleza y la brutalidad reinan por igual en las legendarias fotos de Henry de Monfreid o en las m¨¢s contempor¨¢neas del tambi¨¦n periodista metido a fot¨®grafo Ryszard Kapuscinski?
En la treintena, Henry de Monfreid (1879-1974) se aventura en barco, "como la alfombra m¨¢gica de las leyendas de Arabia, que me transportaba por los pa¨ªses encantados que nunca cambian, donde sent¨ª la ilusi¨®n de creer que el tiempo y la muerte no existen". Era 1911, y, en su pasi¨®n por la plena aventura, se llev¨® consigo, adem¨¢s de la fortaleza para sortear los peligros, pluma, papel y una pesada c¨¢mara para reflejar las verdades de ?frica. Parece milagroso que casi un siglo m¨¢s tarde aquellos fr¨¢giles cristales emulsionados hayan resistido para mostrarnos un tiempo tan lejano, aunque quiz¨¢ no tan distinto.
La obra original de Monfreid sigue viva y actual porque su estilo es directo, libre de artificios y adornos
No se trata de un "artista contemplativo". Es un hombre de acci¨®n que relata con letra y fotos su agitada vida
La aventura puede perderte o hacerte conquistar una nueva vida. A Henry de Monfreid la medicina del viaje le sac¨® de la crisis familiar, la enfermedad y la depresi¨®n. Su primer objetivo fue Abisinia -la actual Etiop¨ªa- y las aguas del Mar Rojo. Para vivir y so?ar, Henry de Monfreid se equipar¨ªa con un velero y un sofisticado aparato para aquel tiempo: una c¨¢mara estereosc¨®pica con placas de cristal. Desde el primer momento supo que ser¨ªa su particular medio de expresi¨®n, junto con la escritura, en la que ser¨ªa constante y prol¨ªfico. S¨®lo hab¨ªan pasado diez d¨ªas de su llegada al destino y ya escrib¨ªa a su familia en Francia para reclamar el precioso material olvidado: cubetas, l¨ªquidos para revelar y fijar, y el resto de la parafernalia necesaria para dejar testimonio gr¨¢fico de la vida en ?frica.
No eran sus primeras fotos. Pero ser¨ªa a partir de entonces cuando nacer¨ªa un artista de la fotograf¨ªa, con una mirada directa sobre lo ex¨®tico, un sentido claro del documento y una capacidad para trascender lo crudo y lo real con la aplicaci¨®n posterior de otras t¨¦cnicas, como la pintura de color sobre el cristal fotogr¨¢fico, que terminar¨¢ por situar su trabajo entre el fotoperiodismo y el arte.
La pintura y la navegaci¨®n a vela le ven¨ªan de familia. Su padre, George-Daniel de Monfreid, neoyorquino de 1856, se inscribe entre los impresionistas franceses, amigo y colaborador de Verlaine, Maillol, Matisse y sobre todo Gauguin, de quien coleccion¨® obra, fue albacea y termin¨® escribiendo una biograf¨ªa. La obra de este pintor bohemio y anticonformista est¨¢ presente en las colecciones del Museo d'Orsay y del Petit Palais en Par¨ªs.
Henry sigue pues en la estela del padre, del que aprende a pintar y a navegar en sus viajes de fin de semana por la costa catalana. Pero ser¨¢ una nueva t¨¦cnica, la fotograf¨ªa, y un nuevo escenario, las costas del Mar Rojo, los que marquen su diferencia y hagan aflorar su identidad.
La obra original de Monfreid -tanto la literaria como la fotogr¨¢fica- sigue viva y actual porque su estilo es directo, objetivo, libre de artificios y adornos. Otros coet¨¢neos de escritura m¨¢s florida han terminado ahogando su lectura actual por el exceso de perfume literario. Monfreid narra lo que pasa, dando voz a personajes reales y describiendo situaciones. Su mirada es igual de directa en las fotos. Paisajes, gentes y barcos. Todo un cat¨¢logo de la ribera roja de Egipto, Sud¨¢n, Eritrea, Etiop¨ªa, Somalia, Yemen y Arabia. A un tiempo Homero y Ulises, mira y se deja ver en sus fotos, casi siempre a la quilla de sus barcos. Primero a trav¨¦s del estereoscopio, despu¨¦s con c¨¢maras Kodak m¨¢s manejables, hasta desembarcar en una Leica en formato 24¡Á36.
Monfreid no es un "artista contemplativo". Es un hombre de acci¨®n que relata con letra y fotos su agitada vida. Lejos del artista acomodado o financiado, ¨¦l se gana la vida en una tierra extra?a que hace suya conviviendo con los ind¨ªgenas, aprende su lengua y combate el sentimiento colonial imperante. Se har¨¢ inicialmente comerciante de caf¨¦ y cuero, pero elevar¨¢ ingresos y grados de aventura cuando se arriesgue con productos con mayor margen y peligro, como las armas, las perlas y el hach¨ªs. Una de sus obras m¨¢s emblem¨¢ticas y de las m¨¢s logradas es La traves¨ªa del hach¨ªs (Editorial Juventud. Barcelona, 2003).
Narra en primera persona, protagoniza los lances, a pesar de que la historia tenga las trazas de una aut¨¦ntica novela de ficci¨®n. Monfreid sabe narrar, dar presencia y credibilidad a los personajes y desarrollar una trama progresiva. Quiere hacerse traficante de una droga en un tiempo de desdibujada persecuci¨®n y tolerancia, para vivir al filo y para sacar un suculento beneficio, o quiz¨¢ para poder contarlo... Viaja hasta la costa catalana para aprender de un viejo contacto los secretos del turbio negocio y se dirige hasta Grecia a por la cosecha para entregarla finalmente en Egipto. Describe el proceso de siembra, recolecci¨®n, secado y prensado del producto. Retrata a la familia que lo cultiva y vende. Relata sus trapicheos aduaneros y su cauto proceder. Es ¨¦l, Monfreid. Alto, seco y escueto. Resuelto, calculador y cercano. Alcanzar¨¢ su objetivo siempre en su terreno, entre mar y costa, reserv¨¢ndose un dato inesperado, una ¨²ltima acci¨®n emocional sin rayar en lo incre¨ªble. En Monfreid, todo es verdad. En su literatura y en sus fotos. S¨®lo las vidas incre¨ªbles hacen buenas novelas y pueden contrastarse en las fotos realistas. Navegante curtido, sortea el mundo minado de la Primera Guerra Mundial con los mares controlados por los vapores ingleses, desliz¨¢ndose en sus barcos de vela con la bodega alimentada por el hach¨ªs, las perlas o las cajas de armamento. Arte, contrabando, espionaje... van engarz¨¢ndose en una biograf¨ªa que supera la ficci¨®n. Un Monfreid m¨¢s grande que su propia obra.
Pero el cargamento m¨¢s preciado fueron sus cristales fotogr¨¢ficos. Sus vistas de Abisinia o Somalia son reveladas por ¨¦l mismo y enviadas regularmente a Francia para positivar, compactadamente empaquetadas y etiquetadas al detalle. Viajaron bien por el mar y han llegado felizmente intactas hasta nuestros d¨ªas. Su primera pasi¨®n fueron las vistas en relieve, con aquellos aparatos que hac¨ªan dos fotos casi en paralelo y creaban la ilusi¨®n de lo tridimensional. Guerreros, animales, paisajes..., la documentaci¨®n del cuerno de ?frica es exhaustiva. Monfreid tambi¨¦n posa y da noticia de s¨ª mismo y su familia. Adem¨¢s, captura el instante period¨ªstico: los latigazos a un ladr¨®n, los esclavos engrilletados o los ajusticiados en la horca colgados de las ramas de un ¨¢rbol centenario. La cruda realidad de ?frica. Finalmente, en algunos casos singulares, pintar¨¢ una especie de arco iris sobre ese mundo tel¨²rico.
Sobre los positivos en cristal aplica una placa trasl¨²cida de la misma dimensi¨®n para protegerlo y entonces colorea con rojos, amarillos, azules en una forma pr¨®xima a la acuarela, t¨¦cnica de la que tambi¨¦n ser¨¢ un devoto. A su aire, sin el refinamiento aplicado a esta t¨¦cnica por el italiano Felice Beato en sus im¨¢genes de jardines japoneses con color aplicado, ni con el mero relleno de color a objetos y figuras del ingl¨¦s Alfred Silvestre a mediados del XIX. Monfreid deja que la foto sea la foto, y el color lo aplica de una forma impresionista.
En esta Espa?a tan poco africanista, a pesar de la vecindad del continente, no sorprende que Monfreid sea un perfecto desconocido. Pero la magnitud de su obra literaria y fotogr¨¢fica, m¨¢s la amplitud de su aventura, reclaman cubrir tal laguna. Henry de Monfreid es autor de hasta 75 libros, traducidos a m¨¢s de 12 idiomas, se signific¨® en el periodismo de guerra, fotografi¨® y pint¨®. Su Francia natal s¨ª le ha aprovechado y reconocido repetidamente tras su muerte en 1974, despu¨¦s de una longeva aventura personal de 95 a?os. No s¨®lo se ha reeditado gran parte de su obra sino que recientemente la cadena Arte ha llevado su vida al cine (Lettres de la mer rouge, pel¨ªcula dirigida por Mart¨ªn & Couss¨¦, y protagonizada por Arnaud Giovanetti) y su obra fotogr¨¢fica ha sido desplegada en el Mus¨¦e National de la Marine en Par¨ªs. Tambi¨¦n Penguin acaba de incluir su Hashish: A smuggler's tale en su colecci¨®n de cl¨¢sicos.
Personaje id¨®neo para revivir la aventura del viaje ahora que las rutas son copadas por el turismo, el lector espa?ol puede recurrir a la reciente edici¨®n de Los secretos del Mar Rojo, traducida e ilustrada para la editorial Bassarai (2004) por Luis Claramunt. La laguna visual la ha subsanado en parte una amplia y brillante muestra de las fotos pintadas tra¨ªda a Madrid por la galer¨ªa Michel Soskine (clausurada el 12 de enero). Guiados por su arco iris foto-pict¨®rico, el largo y denso viaje al fondo de Monfreid no defrauda a los amantes de la verdadera aventura.
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