La dama iconoclasta
Con porte isabelino, tez p¨¢lida, llamativos vestidos y p¨¢rpados maquillados con semic¨ªrculos de colores, Vivienne Westwood encarna la figura del honorable exc¨¦ntrico que tanto veneran los brit¨¢nicos. Frecuentemente ha sido definida como La Gran Dama del Punk, frase que alberga tantas contradicciones como la persona a la que se refiere. Westwood es una dise?adora de moda que exhorta a no consumir. Una defensora de las ideas que ataca el arte conceptual. Una iconoclasta que core¨® el himno antimon¨¢rquico God save the Queen de los Sex Pistols y m¨¢s tarde fue a recoger el t¨ªtulo de dama -eso s¨ª, sin ropa interior- de manos de la corona brit¨¢nica. Precisamente esta exploraci¨®n de lo que es aceptable o coherente, esta voluntad de vivir como le d¨¦ la real gana, es lo que le ha hecho obviar convenciones y convertirse en una de las dise?adoras con m¨¢s influencia cultural de los ¨²ltimos 30 a?os.
El arte contempor¨¢neo es, junto al poder pol¨ªtico y los pantalones vaqueros, uno de sus objetos de ataque favoritos
Como apoyo visual a su manifiesto cultural, acaba de publicar 'Opus', un colosal libro de edici¨®n limitada en el que alterna las p¨¢ginas del 'Manifiesto' con 97 fotograf¨ªas
Westwood volvi¨® el pasado 14 de febrero a desfilar en la Semana de la Moda de Londres tras una ausencia de casi una d¨¦cada. Para su retorno eligi¨® Red Label, una segunda l¨ªnea de precio m¨¢s asequible, en la que recrea sus piezas m¨¢s emblem¨¢ticas. Gold, su primera l¨ªnea, "m¨¢s experimental", seguir¨¢ present¨¢ndose en Par¨ªs, al igual que las de otros dise?adores brit¨¢nicos como John Galliano, Alexander McQueen o Stella McCartney. Westwood abri¨® su desfile londinense con modelos portando pancartas exigiendo los derechos de los presos en Guant¨¢namo. Al mensaje reivindicativo le siguieron damas, punkis, motoristas, secretarias y bibliotecarias. Una muestra de lo que la dise?adora ve¨ªa en los a?os setenta por las calles de Chelsea. Calles que hoy se han enriquecido y tambi¨¦n uniformado. Muchas de las boutiques originales han dejado paso a cadenas de ropa y restaurantes. World's End, la tienda de Westwood en el n¨²mero 430 de Kings Road, con un reloj en la fachada cuyas manecillas giran al rev¨¦s y el suelo inclinado, es uno de los pocos establecimientos con car¨¢cter que sobreviven. "Ahora las cosas son muy diferentes pero todav¨ªa se puede ver a gente interesante, pero de mucha m¨¢s edad que lo que se ha visto en la pasarela", explica Westwood que, sorprendentemente, no siente nostalgia por los chicos de las crestas y los imperdibles. "Lo que me gustaba de Chelsea es que estaba lleno de ni?as ricas, cuyas familias ten¨ªan castillos y mansiones en el campo. Alquilaban una casa en el barrio y se dedicaban a sus trabajillos: vend¨ªan pasteles, montaban boutiques. Ten¨ªan un estilo especial".
Vivienne Isabel Swire naci¨® en Derbyshire, Inglaterra, en 1941. De adolescente se traslad¨® con su familia a Londres, donde trabaj¨® en una f¨¢brica y como maestra de escuela. A los 21 a?os se cas¨® y tuvo un hijo. El matrimonio dur¨® s¨®lo tres a?os, pero la dise?adora nunca ha querido renunciar al apellido de su primer marido. Tras la ruptura conoci¨® a Malcolm McLaren, un fascinante amigo de su hermano, antiguo estudiante de arte. McLaren actu¨® de radical Pigmali¨®n, hizo que se interesara en el activismo pol¨ªtico y transform¨® su aspecto. "Es como si yo fuese una moneda y ¨¦l me ense?ase mi otra cara", ha declarado Westwood. Apasionados de la moda, juntos aprendieron a cortar patrones de manera autodidacta, deshaciendo prendas de los a?os cincuenta. La pareja tuvo un hijo y McLaren, que buscaba un modo de "luchar contra los enga?os de la sociedad brit¨¢nica", convenci¨® a Westwood para que dejase su trabajo de profesora y le ayudara a abrir una tienda en Kings Road, Chelsea. La tienda fue cambiando de nombre (Let it Rock, SEX, Seditionaries) y de aspecto, pero siempre alcanz¨® su objetivo de escandalizar a la sociedad biempensante. Amalgamando elementos contraculturales como prendas sadomasoquistas, uniformes de los hospitales mentales o la parafernalia nazi, Westwood y McLaren dieron con la f¨®rmula est¨¦tica del punk. La tienda, a mediados de los a?os setenta, parec¨ªa ser el centro del universo: los Sex Pistols, cuyo m¨¢nager era McLaren, se formaron con dependientes de la tienda, los j¨®venes peregrinaban hasta sus puertas, los escaparates eran apedreados. Para Westwood fue "un intento heroico de enfrentarse a las generaciones anteriores". Pero progresivamente se fue desencantando. La rebeld¨ªa de Westwood estaba m¨¢s ligada a su curiosidad intelectual que a la motivaci¨®n destructiva de los punkis. "Lo dej¨¦ porque al final no conten¨ªa ideas", explica.
Westwood decidi¨® trabajar sola, dando un giro de 180 grados. En lugar de rechazar la tradici¨®n, estudia meticulosamente archivos hist¨®ricos. Su primera colecci¨®n, en 1981, se compuso de prendas inspiradas en los piratas del siglo XVIII. Nace entonces el ya inconfundible corte Westwood, que envuelve la figura, esculpe nuevas siluetas y puede parecer tan futurista como tremendamente arcaico. Pese a que Westwood se ha ganado su sitio en la historia por su participaci¨®n en el nacimiento del punk, es en ese momento en el que deja de ser la due?a de una influyente tienda y se convierte en una dise?adora de moda. Al mismo tiempo, se va distanciando de McLaren; ha conocido al pintor canadiense Gary Ness y con ¨¦l cultiva otros intereses, como la lectura de Aldous Huxley y el fil¨®sofo Bertrand Russell y el estudio de los maestros de la pintura.
Pero eso ya pertenece a la historia. El pasado febero, Londres recibi¨® a Westwood como a un monarca que retorna del exilio. Sus apariciones durante la Semana de la Moda de Londres fueron, como todo lo que concierne a la Dama Vivienne, de una extravagante naturalidad. Girando alrededor de su ¨®rbita hay perros, artistas pl¨¢sticos, voluptuosas mujeres enfundadas en sus vestidos, fot¨®grafos persigui¨¦ndola y ni?os observ¨¢ndola intrigados. Su anciana madre comenta lo fant¨¢stica que se ve a su hija y Andreas Kronthaler, su marido actual, entretiene a los que quieren saludarla. Westwood, sin que se mueva un pelo de su despeinado mo?o color zanahoria, desoye halagos, no se deja interrumpir, recibe con regia distancia, explica con didactismo de profesora y conversa con la prensa con una seguridad patricia. Westwood quiere hacerse o¨ªr porque, tras 37 a?os dedicada a la moda, tiene una idea que, seg¨²n ella, puede hacer del mundo lugar mejor.
La idea le vino hace cuatro o cinco temporadas mientras buscaba frases para imprimir en camisetas. "Pens¨¦ en lo que pod¨ªa decir a la gente joven y lo primero que me vino a la cabeza es la propaganda, el mayor problema que tenemos. Tiene que ver con la mentira organizada, el apretar los botones emocionales adecuados, el nacionalismo. Pero lo m¨¢s importante es la distracci¨®n continua. Si tienes la cabeza llena de basura no puedes pensar y te conviertes en una mera cifra en una sociedad de consumo. (...) Si vas al teatro en lugar de ver televisi¨®n, si lees libros en lugar de revistas, entonces empezar¨¢s a pensar y no estar¨¢s consumiendo basura. Pero era un mensaje un poco negativo y en su lugar comenc¨¦ a utilizar la frase 'resistencia activa a la propaganda".
Para poner en orden sus ideas, Westwood ha escrito lo que ella llama Manifiesto, veinte p¨¢ginas en g¨¦nero dram¨¢tico en las que varios personajes, entre los que est¨¢n Pinocho, Alicia y Arist¨®teles, discuten en t¨¦rminos art¨ªsticos y culturales. Su lema es "sin arte no hay progreso". Westwood lo lee regularmente en p¨²blico porque cree "en el contacto personal para cambiar la opini¨®n publica". Durante los eventos, los oyentes representan los distintos personajes y participan con sus opiniones. "No tengo que hablar con intelectuales, puedo hablar con ni?os o con quien sea", explica. Lo present¨® por primera vez en mayo del a?o pasado, durante el festival literario de Hay-on-Wye, donde varios miembros del p¨²blico abandonaron la sala antes de que terminase la lectura, exasperados por los confusos mensajes del texto. Pero Westwood tiene una fe absoluta en el poder de su manifiesto: "Es una pr¨¢ctica, si lo sigues cambiar¨¢s el mundo porque te cambiar¨¢s a ti mismo y empezar¨¢s a pensar. (...) Es un an¨¢lisis incre¨ªblemente profundo".
La que en los a?os punkis quer¨ªa llevar la calle a la cultura, ahora quiere realizar el proceso inverso, llevando la cultura a la calle.
El texto del Manifiesto se puede encontrar en la p¨¢gina web www.activeresistance.co.uk, donde Westwood tambi¨¦n publica dos ensayos sobre pintura. "No pierdas el tiempo con arte conceptual o abstracto. Son exactamente el traje nuevo del emperador: no hay nada que ver excepto lo que t¨² inventas. Estamos viviendo en un capricho pasajero, subjetivo", escribe en uno de ellos, una lecci¨®n sobre la apreciaci¨®n de la pintura titulado Pintura para principiantes. El arte contempor¨¢neo es, junto al poder pol¨ªtico y los pantalones vaqueros, uno de los objetos de ataque favoritos de Westwood. Ha llegado a criticar p¨²blicamente a amigos cercanos, como la artista Tracey Emin. "Tiene estilo y talento pero lo que hace no es arte, es autopromoci¨®n. Lo siento porque realmente me gusta como persona pero no puedo fingir. Tengo que decir lo que pienso", declar¨® al diario The Daily Telegraph.
Como apoyo visual al manifiesto cultural, acaba de publicar Opus, un colosal libro de edici¨®n limitada en el que alterna las p¨¢ginas del Manifiesto con 97 fotograf¨ªas, originariamente polaroids de gran formato. El libro, que mide 90 cent¨ªmetros de altura y pesa 20 kilos, se abre con una foto de Westwood ataviada con unos cuernos de diablo, chapas con mensajes reivindicativos y sus medallas de ¨®rdenes del Imperio Brit¨¢nico. El resto de las im¨¢genes incluidas son de "gente que quiere cambiar las cosas de una manera no an¨®nima": familiares, amigos, artistas como Tracey Emin, modelos como Kate Moss y Naomi Campbell y actores como Helena Bonham-Carter. Ser¨¢ vendido en galer¨ªas de arte por 1.400 libras (unos 1.800 euros). Quiz¨¢s es el tipo de bienes a los que la dise?adora se refiere cuando aconseja "comprar s¨®lo cosas que sean absolutamente magn¨ªficas".
El austriaco Andreas Kronthaler, 25 a?os m¨¢s joven que Westwood, conoci¨® a la dise?adora cuando era uno de los alumnos que segu¨ªa las lecciones de ¨¦sta en Viena. Westwood se qued¨® tan impresionada con los dise?os del entonces estudiante que le contrat¨® inmediatamente para trabajar con ella. Llevan 15 a?os casados y Kronthaler se ha convertido en codise?ador de la firma: "Vivienne siempre est¨¢ en movimiento, no es est¨¢tica, es un esp¨ªritu libre. Se puede ver en su trabajo. Le preocupa el estado del mundo y est¨¢ intentando incorporar el mensaje a su ropa. Lo hizo hace treinta, casi cuarenta a?os, y lo hace ahora. De manera diferente, pero el esp¨ªritu es el mismo", explica.
Westwood ha admitido que actualmente prefiere pasar m¨¢s tiempo dedic¨¢ndose a su manifiesto que a la ropa, lo que puede hacer dudar sobre su futuro como dise?adora. Sin embargo, hay se?ales que nos hacen pensar que no est¨¢ preparada para abandonar la moda. Como dice en un libro sobre su trayectoria que public¨® el Museo Victoria & Albert de Londres: "Para que las cosas cambien, primero tienes que conseguir que la gente se sienta bien. (...) Vives mejor si llevas ropa impresionante".
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