D¨ªa de pol¨ªtica
La ETA conserva su sangrienta costumbre de matar en v¨ªsperas electorales
Era el momento del j¨²bilo final en los m¨ªtines, casi al final de la campa?a, el viernes al mediod¨ªa, en un pabell¨®n universitario de M¨¢laga. Era la fiesta de las mujeres. Manuel Chaves recibi¨® la noticia del crimen contra Isa¨ªas Carrasco, socialista de Mondrag¨®n, Guip¨²zcoa, y se la comunic¨® a Zapatero. Veo en el peri¨®dico, en foto de agencia, la espantada descomposici¨®n del gesto del presidente de Gobierno al conocer la desgracia: fin de los aplausos, fin de la fiesta, fin de la pol¨ªtica. Se desmontaron los escenarios para los discursos del cierre de campa?a. Los polideportivos quedaron vac¨ªos. ?ste fue el primer efecto pol¨ªtico del crimen: suspendi¨® los actos de los partidos, impuso silencio. Conozco personas que, a voces, consiguen crear una nube de confusi¨®n y anonadamiento en quienes tienen cerca.
Ayer, d¨ªa de reflexi¨®n, Manuel Chaves estaba en la concentraci¨®n en Mondrag¨®n contra los asesinos de su compa?ero Isa¨ªas Carrasco. Un vecino de all¨ª, votante del PNV, le dec¨ªa al periodista Karim Asry: "Aqu¨ª se puede hablar de pol¨ªtica, siempre y cuando sepas con qui¨¦n est¨¢s hablando". Durante el franquismo era as¨ª en Granada, mi ciudad, como en toda Espa?a. Todav¨ªa conozco a gente que afirma que en tiempos de Franco se pod¨ªa hablar libremente de pol¨ªtica, aunque olvida la segunda parte de la frase del hombre de Mondrag¨®n: siempre y cuando supieras con qui¨¦n. Lo raro es que el partido que, gracias a los votos, gobierna Mondrag¨®n est¨¢ considerado por la justicia un sat¨¦lite de la ETA, y, lo sea o no, se niega a condenar el asesinato, cuyos autores, seg¨²n el presidente vasco, Ibarretxe, manchan el nombre de su pueblo.
La ETA conserva su sangrienta costumbre de matar en v¨ªsperas electorales, y, si otras veces sus cr¨ªmenes han servido como recordatorio general de que cada voto a sus partidos amigos es un voto a favor del asesinato, este a?o la ETA llama a la abstenci¨®n, primer punto que tengo en cuenta en mi propia reflexi¨®n antes de acercarme al colegio electoral. La pol¨ªtica de los ¨²ltimos a?os me ha parecido de una pobreza y una sinraz¨®n inaguantables. Nunca he entendido que, a pesar de la ca¨ªda dr¨¢stica de los cr¨ªmenes etarras bajo el gobierno de Zapatero, se impusiera un clima de terrorismo dominante, principal asunto de la pol¨ªtica nacional, presente incluso en el Parlamento andaluz. Esto ha contaminado y distorsionado toda la conversaci¨®n pol¨ªtica, y ha impedido la existencia de aut¨¦nticas discusiones sobre la realidad. El nivel del debate ha sido paup¨¦rrimo, pero tan ruidoso como un programa de chismorreo televisivo que durara cuatro a?os sin desfallecimientos, creci¨¦ndose.
El delirio del terrorismo triunfante se convirti¨® el viernes otra vez en realidad, y otra vez se repiti¨® la representaci¨®n de la unanimidad ritual de los partidos en la condena, unidos pero distantes, Chaves en Estepona, Arenas en Jerez, Valderas en Huelva, ?lvarez en Sevilla. Uno teme que, si apoya a estos partidos votando, se alargue cuatro a?os m¨¢s un modo irreal de hacer pol¨ªtica, y, al mismo tiempo, piensa en Isa¨ªas Carrasco, de Mondrag¨®n, y en su familia, y en los asesinos, y en todas las sillas vac¨ªas de los m¨ªtines de fin de campa?a suspendidos. (Una ¨²ltima reflexi¨®n sobre la abstenci¨®n: en un restaurante de la costa malague?a, zona de hosteler¨ªa, un amigo, camarero, comentaba su poca disponibilidad al voto. Los almuerzos del domingo pueden alargarse hasta las seis y media, a las siete y media debe volver al trabajo. En ese espacio de tiempo tendr¨ªa que ir a votar, porque a las siete y media volver¨¢ a estar sirviendo bebida y comida. Pero prefiere quedarse en el bar de enfrente tom¨¢ndose un caf¨¦. Un cliente le dice entonces que lo que tiene que hacer es pedir el tiempo laboral que la ley concede para el voto, y el camarero se r¨ªe en tiempos de miseria sindical.)
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