Un modelo de placidez y contradicciones
Catalu?a es mediterr¨¢nea, hedonista, pero con instantes de angustia existencial
Si la complejidad es una caracter¨ªstica de las sociedades posmodernas, Catalu?a vive en el futuro. El pa¨ªs que hoy acude a las urnas aparece como un tapiz de vistosas contradicciones: es una v¨ªctima satisfecha, un narcisista inseguro, una sociedad pl¨¢cidamente atormentada, quejosa y a la vez conformista. Un pa¨ªs mediterr¨¢neo, hedonista, con un alto nivel de vida y, sin embargo, con instantes de angustia existencial.
O quiz¨¢ no. Quiz¨¢ esa sea solamente la impresi¨®n apresurada de quien vuelve, despu¨¦s de una larga excursi¨®n por el extranjero, e intenta averiguar c¨®mo es y en qu¨¦ ha cambiado su pa¨ªs durante los ¨²ltimos 20 a?os. Ciertos indicios, en cualquier caso, sustentan la tesis de que los catalanes se sienten c¨®modos y al tiempo inc¨®modos. Un ejemplo: la mayor¨ªa de las personas entrevistadas antes de elaborar este texto dijeron una cosa on the record, sin inconvenientes para que se les citara, y otra distinta, o muy distinta, cuando la charla era confidencial. Eso es raro cuando se aborda una cuesti¨®n gen¨¦rica y de escasa conflictividad, resumible en una pregunta: ?C¨®mo va Catalu?a? Debido a esa discreci¨®n extrema, que podr¨ªa calificarse de autocensura y sugiere un cierto deterioro en la calidad del debate colectivo, no se citan, en general, interlocutores.
Abundan los empresarios, pero escasean los magnates vocacionales
Es f¨¢cil argumentar que Catalu?a no ha vivido nunca mejor que ahora
Barcelona es el santo grial de las becas Erasmus, un destino so?ado y codiciado por decenas de miles de j¨®venes. Y por el turismo de todo el mundo
La pol¨¦mica por el trazado urbano del AVE y la preocupaci¨®n por la integridad de la Sagrada Familia constituyen un aut¨¦ntico rasgo 'diferencial'
En t¨¦rminos pol¨ªticos, el reci¨¦n llegado percibe que el terreno de juego dise?ado por el nacionalismo de Jordi Pujol ha sido t¨¢citamente aceptado por todas las dem¨¢s fuerzas, con la excepci¨®n, hasta cierto punto, del Partido Popular. Cabe introducir ah¨ª una inc¨®gnita: si la integraci¨®n en un marco catal¨¢n de los inmigrantes de otras zonas espa?olas ya fue trabajosa, y de resultados desiguales, ?c¨®mo se adaptar¨¢n a ese contexto, hecho en gran medida de sentimientos, los nuevos inmigrantes? Ese es un proceso reci¨¦n iniciado.
Los valores dominantes siguen siendo la identidad (desarrollada con una permanente tensi¨®n dial¨¦ctica entre ellos y nosotros) y la reivindicaci¨®n, cuyo punto de partida suele ser el agravio. A esos valores hac¨ªa referencia de forma oblicua Jos¨¦ Montilla, un presidente de la Generalitat socialista y nacido en C¨®rdoba (algo impensable hace 20 a?os), en su conocido discurso sobre los s¨ªntomas de "reciente desapego" respecto al resto de Espa?a.
El fil¨®sofo Manuel Cruz opina que el victimismo ha sido uno de los rasgos dominantes en la sociedad catalana durante las ¨²ltimas d¨¦cadas: "Primero fue el victimismo ling¨¹¨ªstico, por la discriminaci¨®n de la lengua catalana; luego fue el victimismo pol¨ªtico, por la falta de instituciones propias con poder real; ahora el victimismo es fiscal, por el supuesto desequilibrio entre los impuestos que se pagan y las inversiones p¨²blicas que se reciben".
La calidad de ese victimismo, sin embargo, ha evolucionado. A?os atr¨¢s, Catalu?a se sent¨ªa por delante del resto de Espa?a, y dispon¨ªa de argumentos para considerarse m¨¢s culta, desarrollada y homologable con el resto de Europa. Era v¨ªctima del centralismo y a la vez autocomplaciente. Esa autocomplacencia narcisista (el llamado cofoisme) se ha deteriorado ¨²ltimamente. El aceler¨®n de Madrid, una ciudad ya no comparable con Barcelona, y la modernizaci¨®n del conjunto de Espa?a, unidos a la constataci¨®n de que Catalu?a ha perdido peso relativo en t¨¦rminos pol¨ªticos, econ¨®micos y culturales, han suscitado la aparici¨®n de alg¨²n brote autocr¨ªtico. Eso es una novedad. En la din¨¢mica ellos-nosotros, la autocr¨ªtica genuina suele considerarse una entrega de munici¨®n argumental al enemigo.
De ah¨ª el inter¨¦s del texto publicado en noviembre por el C¨ªrculo de Econom¨ªa, bajo el t¨ªtulo La responsabilidad del empresariado catal¨¢n. Los Lara, Carulla y otros grandes pr¨®ceres del C¨ªrculo se refer¨ªan a dos puntos de vista, el de quien percib¨ªa Catalu?a como "una sociedad acomodada, donde se viv¨ªa cada vez mejor, pero donde se iba perdiendo el pulso y el liderazgo econ¨®mico", y el de quien manten¨ªa "una visi¨®n optimista fundamentada en la evoluci¨®n del PIB por habitante o el crecimiento sostenido de la capacidad exportadora". Con alg¨²n matiz, el C¨ªrculo de Econom¨ªa se situaba del lado pesimista. Los empresarios catalanes se exig¨ªan a s¨ª mismos un radical cambio de actitud para evitar la consolidaci¨®n de "una inercia que nos coloca en la periferia del poder econ¨®mico".
No es dif¨ªcil argumentar que Catalu?a no ha vivido nunca mejor que ahora. El bienestar general (con profundos matices en lo que se refiere a la inmigraci¨®n m¨¢s reciente) salta a la vista. Tampoco es dif¨ªcil, sin embargo, detectar los puntos fr¨¢giles de la estructura econ¨®mica. La foto fija muestra una sociedad trabajadora, cohesionada, propensa a un pl¨¢cido hedonismo. Una frase recurrente: "Aqu¨ª se vive mejor que en cualquier otro sitio". Observada en secuencia, remont¨¢ndonos atr¨¢s y oteando el futuro pr¨®ximo, contemplamos una sociedad de ambiciones limitadas, poco dispuesta a arriesgar o a explotar al m¨¢ximo sus recursos. Desde un punto de vista econ¨®mico, Catalu?a no ha querido aceptar, hasta ahora, las exigencias de un entorno m¨¢s agresivo que nunca. Ni gigantismo, ni canibalismo empresarial, ni asunci¨®n de grandes retos.
En ese sentido, el modelo catal¨¢n apenas ha cambiado en 20 a?os. La empresa familiar, generalmente saneada, manejable y pudorosa (no hay empresario menos exhibicionista que el catal¨¢n), se mantiene como referencia. Hablamos de familias y empresas que se respetan entre s¨ª: este no es territorio de emboscadas. Mientras que en otros lugares, sean Londres, Madrid o Se¨²l, las empresas competidoras se devoran unas a otras, ateni¨¦ndose a las reglas del ultracapitalismo globalizado, y el paisaje industrial y financiero se transforma a gran velocidad, aqu¨ª se favorece el statu quo. S¨®lo se cambia cuando no hay m¨¢s remedio. E incluso cuando se cambia, se hace de forma mansa: la firma en apuros expone su yugular a un predador (preferentemente externo) y se deja engullir. Por esta v¨ªa, el capital basado en Madrid ha absorbido gran parte de lo que fue el sector catal¨¢n de la construcci¨®n.
Al observador reci¨¦n llegado le llama la atenci¨®n la escasez de fusiones, absorciones y, en general, de operaciones financieras traum¨¢ticas en el te¨®rico mercado interno catal¨¢n. Desde un punto de vista te¨®rico, habr¨ªa parecido l¨®gico que de empresas como Agrolimen, Nutrexpa, Panrico o Chupa-Chups hubiera surgido, de una forma u otra, un grupo alimentario de tama?o europeo. O que el denso tejido farmac¨¦utico se hubiera conglomerado en una unidad de tama?o competitivo a nivel mundial. Sin embargo, eso no ha ocurrido. Por razones t¨¦cnicas (al capital familiar catal¨¢n nunca le ha gustado flotar en Bolsa, exponi¨¦ndose a los tiburones) y, muy probablemente, porque en este pa¨ªs abundan los empresarios, pero escasean los magnates vocacionales. Este no es pa¨ªs para ostentaciones, ni para gestos grandiosos.
?Cuesti¨®n de modelo? No, m¨¢s bien de actitud. Un momento crucial, y significativo, se produjo en 2005, cuando Gas Natural plante¨® una OPA por el 100% de las acciones de Endesa. Gas Natural, la primera empresa industrial catalana, hizo expl¨ªcita su intenci¨®n de convertirse en una de las mayores compa?¨ªas energ¨¦ticas europeas. Para el nacionalismo, que en su momento consider¨® que la existencia de un polo financiero e industrial "de aqu¨ª" era una condici¨®n sine qua non para la viabilidad de su proyecto (recu¨¦rdese la peripecia de Banca Catalana), aquello se parec¨ªa bastante a una segunda y ¨²ltima oportunidad. Para Barcelona y Catalu?a, constitu¨ªa la posibilidad de disponer de un gigante local, con la capacidad de influencia y la tecnolog¨ªa que ello supone.
Aquella batalla, sin embargo, fue observada con cierto distanciamiento. Ni el poder pol¨ªtico ni los poderes econ¨®micos catalanes apostaron hasta el fondo por la OPA de Gas Natural, derrotada finalmente por una oferta m¨¢s generosa de la alemana E.On y por la resistencia, que en ese caso s¨ª fue feroz, de un determinado establishment pol¨ªtico-financiero basado en Madrid.
Entre las brumas de esa batalla se dibuj¨®, como siempre, el perfil gigantesco de La Caixa, t¨®tem y a la vez tab¨². La Caixa est¨¢ en todas partes. El debate sobre su idiosincrasia ya es antiguo, y quiz¨¢ est¨¦ril. La sociedad financiera espa?ola con mayor potencia industrial, con una penetraci¨®n extraordinaria en el negocio detallista (uno de cada tres clientes de banca en Catalu?a, uno de cada cinco en el resto de Espa?a) y con una reconocida capacidad de innovaci¨®n, mantiene una identidad ambigua (no es un banco, no tiene propietarios, no es susceptible de opar o ser opada) que irrita a sus competidores. Para no encrespar las discusiones, La Caixa procura no significarse demasiado en los conflictos encarnizados. Esa es otra de las anclas del statu quo catal¨¢n.
En t¨¦rminos sociales, el modelo catal¨¢n desarrollado durante estas d¨¦cadas prima la cohesi¨®n. El reequilibrio territorial ha sido uno de los objetivos prioritarios de la Generalitat, especialmente durante el pujolismo, y los resultados positivos parecen evidentes. La perjudicada, en t¨¦rminos relativos, ha sido Barcelona, ya que se ha hecho un gran esfuerzo por mejorar el nivel de la Catalu?a no metropolitana. Es obvio que eso favoreci¨® en su momento tanto los intereses electorales de CiU, cuyos mayores caladeros de votos se situaban en las comarcas, como su idea de pa¨ªs.
En cuanto a Barcelona, o a su ¨¢rea metropolitana, tres cosas llaman la atenci¨®n del reci¨¦n llegado: el alto nivel de los servicios municipales, la endeblez de sus infraestructuras (un asunto que no requiere, a estas alturas, m¨¢s explicaciones) y el intenso debate que suscitan ciertas obras bastante elementales, como los t¨²neles. Se comprende que la poblaci¨®n est¨¦ escamada por desastres como el del Carmel, algo impropio de una capital europea, pero la pol¨¦mica por el trazado urbano del AVE y la extendida preocupaci¨®n por la integridad del templo de la Sagrada Familia constituyen un aut¨¦ntico rasgo diferencial.
En otro pa¨ªs europeo, Italia, los trazados de puentes, t¨²neles, l¨ªneas f¨¦rreas y autopistas suscitan tambi¨¦n debates encendidos, paralizaciones y continuos replanteamientos. Italia es un caso extremo de sociedad civil potente y poder pol¨ªtico d¨¦bil. Salvando las distancias, algunas voces alertan de un riesgo de italianizaci¨®n. La suspensi¨®n, en 2006, de una cumbre europea que deb¨ªa celebrarse en Barcelona por la amenaza de manifestaciones, pudo ser un gesto conciliador de los poderes p¨²blicos. Pudo ser tambi¨¦n una sintom¨¢tica muestra de debilidad. Tambi¨¦n tuvo un inconfundible aroma a casta pol¨ªtica italiana aquel breve e inolvidable intercambio parlamentario sobre el 3%, en referencia a una hipot¨¦tica financiaci¨®n corrupta, entre Pasqual Maragall y Artur Mas.
El modelo catal¨¢n combina el intervencionismo, puntualmente inflexible, con la tolerancia, y esa ambivalencia se ha agudizado bajo la administraci¨®n tripartita. En nombre de la lengua catalana, centro de gravedad hist¨®rico y sentimental de las ideas pol¨ªticas dominantes, se han establecido unas pol¨ªticas educativas y ling¨¹¨ªsticas muy intervencionistas. Ah¨ª, en el idioma, se toca hueso. Cualquier iniciativa pol¨ªtica o c¨ªvica que pueda ser considerada, por activa o por pasiva, lesiva para el catal¨¢n, genera una tormenta. En materia de idioma, el laissez faire liberal se descarta de antemano. Desde la transici¨®n hasta hoy, el idioma ha sido un constante punto de fricci¨®n en Catalu?a (el mejor ejemplo, la pol¨¦mica en torno a la representaci¨®n de la cultura catalana en la feria de Francfort), y entre Catalu?a y el resto de Espa?a. Se trata, sin embargo, de una fricci¨®n mucho m¨¢s intensa en los despachos oficiales que en la calle, donde, por lo que se ve, el biling¨¹ismo retoza con el desparpajo de siempre.
La cuesti¨®n del idioma, que parece alejar de las universidades catalanas a un cierto n¨²mero de estudiantes del resto de Espa?a, es escasamente considerada por los estudiantes europeos: Barcelona es el santo grial de las becas Erasmus, un destino so?ado y codiciado por decenas de miles de j¨®venes. Y por el turismo de todo el mundo. Ese ha sido un gran cambio: los turistas son omnipresentes en Catalu?a, desde enero hasta diciembre, desde Cadaqu¨¦s hasta Amposta. La proliferaci¨®n de nuevos hoteles, bares y restaurantes da fe de que el turismo, tanto el que llega en vuelo low cost como el de convenci¨®n profesional, ha reemplazado en gran parte a la industria cl¨¢sica. Tras a?os de discusi¨®n sobre la conveniencia de imitar el modelo econ¨®mico irland¨¦s, el bostoniano o el b¨¢varo, el modelo de Florida ha ido instal¨¢ndose por s¨ª solo.
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