Gobernar mejor
Tanto el PSOE como el PP deben cambiar. La nueva legislatura exige un nuevo clima pol¨ªtico
Los partidos mayoritarios convocaron a sus votantes con un objetivo principal: evitar la victoria del adversario. Pero este discurso del miedo no deber¨ªa presidir otra legislatura, aunque haya propiciado la polarizaci¨®n y el correspondiente avance en votos y esca?os a quienes lo han practicado. Al t¨¦rmino de la jornada electoral, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero habl¨® de aciertos y de errores en su gesti¨®n. Pocas horas despu¨¦s se refiri¨® a la necesidad de "gobernar mejor". ?se parece ser el mensaje transmitido por los ciudadanos, y Zapatero no ha querido retrasar un esperanzador acuse de recibo. Durante la legislatura que concluye se propuso una tarea no s¨®lo imposible, sino tambi¨¦n innecesaria, como era resolver la agenda ideol¨®gica, y no tanto pol¨ªtica, heredada del Gobierno del PP.
La extempor¨¢nea cantinela de que Espa?a es una no se respond¨ªa s¨®lo afirmando que es plural, sino recordando que ambas posiciones son disquisiciones doctrinales sobre el ser de la naci¨®n. Desgraciadamente se dedic¨® demasiado tiempo a estos debates doctrinales en detrimento de tareas m¨¢s urgentes. Frente al terrorismo, no eran los dem¨®cratas quienes ten¨ªan que optar entre la derrota de los etarras o el final negociado, sino los asesinos quienes deb¨ªan enfrentarse a una dificultad cada vez mayor para cometer sus cr¨ªmenes, y tambi¨¦n a la justicia. Si frente a esta pol¨ªtica los terroristas ten¨ªan algo que proponer, las fuerzas democr¨¢ticas ya decidir¨ªan una respuesta desde la unidad.
Y otro tanto cabr¨ªa decir de la pol¨ªtica exterior y de la sobrevenida pol¨ªtica social del Gobierno saliente, un c¨²mulo de improvisaciones de aroma electoralista, e incluso populista, del que s¨®lo se libr¨® la Ley de Dependencia. En el caso de la pol¨ªtica exterior, se pod¨ªa organizar una Alianza de Civilizaciones para sustituir los ardores guerreros en nombre de la democracia del Gobierno popular, pero hab¨ªa que gestionar mejor las prioridades europea, iberoamericana y mediterr¨¢nea de nuestra diplomacia, explorando, adem¨¢s, nuevas ¨¢reas de expansi¨®n.
Pero la reflexi¨®n poselectoral m¨¢s importante le corresponde, sin duda, a Mariano Rajoy, puesto que le va su permanencia como jefe de la oposici¨®n. Hace demasiado tiempo que el PP confunde la lucha pol¨ªtica en el seno de las instituciones con el intento de poner las instituciones al servicio de la lucha pol¨ªtica, como ha demostrado con la justicia. En materia de pol¨ªtica antiterrorista y pol¨ªtica exterior ha exhibido, adem¨¢s, una recalcitrante incapacidad para disentir del Gobierno en los ¨¢mbitos y en los t¨¦rminos en los que pod¨ªa y deb¨ªa haberlo hecho.
Rajoy se enfrenta a una tarea dif¨ªcil porque ¨¦l mismo se ha encargado de radicalizar a su electorado, pidi¨¦ndole el apoyo para un programa de extraordinaria dureza, sobre todo en materia de inmigraci¨®n y de seguridad ciudadana. Algunas de sus propuestas, como el "contrato de integraci¨®n" o la reducci¨®n de la edad penal, recuerdan demasiado las de los partidos extremistas europeos. En las relaciones de la Iglesia con el Estado, el PP ha guardado un clamoroso silencio con el que no ha podido ocultar que su preocupaci¨®n no ha sido preservar el espacio de aconfesionalidad que establece la Constituci¨®n, sino beneficiarse de los errores del Gobierno en su trato con los obispos, aun a costa de entornar la puerta a un nuevo integrismo.
Las elecciones del domingo tendr¨ªan que dar paso a un clima pol¨ªtico diferente, pero este clima no se instalar¨¢ por s¨ª solo. Es necesario que los partidos pol¨ªticos -como tambi¨¦n, seguramente, los medios de comunicaci¨®n- comprendan la importancia de restablecer usos democr¨¢ticos irrenunciables, abandonados con el ruido y la furia de estos a?os.
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