Cura de agua
Desconocen el miedo de entrar en combate porque no han hecho el servicio militar. No han visto a un terrorista ni de lejos, ni en libertad ni detenido. Lo suyo no es la vida sino el gabinete, la especulaci¨®n, la burocracia. Poseen ideas (valores les llaman) de pedernal, fraguadas en oscuros seminarios universitarios y grupos de oraci¨®n y estudio de la Biblia. Aunque son civiles, son m¨¢s belicosos que cualquier militar. Y aunque act¨²an sin rebozo, tienen menos escr¨²pulos que los polic¨ªas y agentes secretos. Quien les d¨¦ por vencidos deber¨¢ ir con cuidado, pues su capacidad de reacci¨®n es temible. El dise?o que hab¨ªan hecho del mundo en el que nos adentramos en este siglo XXI se ha desmoronado, pero poseen todav¨ªa un buen caudal de energ¨ªas, influencia y voluntad de poder. Mantendr¨¢n sus posiciones mientras su adalid, el presidente George W. Bush, siga en la Casa Blanca, hasta el 20 de enero de 2009. Y antes intentar¨¢n dirigir el curso de las elecciones para que salga el candidato republicano, John McCain, que sin ser de los suyos es el ¨²nico que les permite mantener posiciones en el Tribunal Supremo, donde se dirimen los principales conflictos ideol¨®gicos que dividen a la sociedad norteamericana, como la pena de muerte, el derecho al aborto y la discriminaci¨®n positiva a favor de las minor¨ªas.
Con el veto a la prohibici¨®n de la tortura, Bush reivindica sus poderes excepcionales
Si alguien puede servir de ejemplo de lo que ellos no son, de su contrafigura, ¨¦ste es el almirante William Fallon, que acaba de dimitir como jefe del Comando Central del Ej¨¦rcito norteamericano, encargado de ?frica Oriental, Oriente Pr¨®ximo y Asia central, es decir, todas las regiones del planeta donde hay conflictos armados y donde Estados Unidos est¨¢ librando dos guerras a la vez, en Irak y en Afganist¨¢n. El secretario de Defensa, Bill Gates, ha se?alado, con motivo de su partida, que este militar de 63 a?os es uno de los mejores estrategas del mundo. Ha sido, al parecer, la publicaci¨®n de un reportaje en la revista Esquire el detonante de la crisis que ha conducido a una dimisi¨®n que cabe achacar a m¨¢s motivos que las meras divergencias con otros mandos militares. Ah¨ª se puede comprobar que, efectivamente, el almirante Fallon se opone a que Estados Unidos vaya a la guerra contra Ir¨¢n, prefiere evitar todo lenguaje belicista y amenazador en relaci¨®n con Teher¨¢n, quiere que su pa¨ªs empiece a reducir el n¨²mero de sus soldados en Irak y apuesta por olvidarse de la idea de una guerra larga contra el terrorismo porque cree que ni la Guerra Global contra el Terror de George Bush es en realidad una guerra ni la victoria final es militar sino econ¨®mica.
Todav¨ªa hay un punto candente que separa a los militares norteamericanos de su contrafigura civil que son, aclar¨¦moslo de una vez, los neocons. Se trata del debate sobre la legitimidad de la tortura, una cuesti¨®n pol¨ªtica y moral que ha castigado y desgastado la presidencia de Bush hasta convertirse en la primera y m¨¢s genuina victoria obtenida por los terroristas. El propio McCain es quien mejor representa la posici¨®n de los militares ante esta cuesti¨®n: si admitimos que podemos torturar a nuestros prisioneros estamos dando carta blanca a nuestros enemigos para que torturen a los soldados nuestros que caigan en sus manos. El resultado de la discusi¨®n ha sido bien claro: los ¨²ltimos reglamentos militares proh¨ªben la tortura, incluido el famoso waterboarding, identificado como el tormento o cura de agua, terape¨²tica de siniestra iron¨ªa que tiene su origen en la Inquisici¨®n, y que fue adoptada hace cien a?os por el ej¨¦rcito norteamericano en Filipinas, adonde lleg¨® de la mano de los espa?oles.
Pero esos ap¨®stoles de la claridad moral y de la expansi¨®n de la democracia y de los derechos humanos en el mundo han conseguido salvar un reducto para la tortura: ya que no pueden aplicarla los militares, dejemos que sean los agentes secretos de la Agencia Central de Inteligencia quienes cuenten con autorizaci¨®n, no ya para la cura de agua, sino para interrogar a los sospechosos de terrorismo a placer, sin interferencia alguna. El presidente acaba de vetar la legislaci¨®n pasada en el Congreso que pretend¨ªa aplicar a la CIA las mismas prohibiciones que recogen los manuales militares, y ha acompa?ado su gesto de prolijas explicaciones sobre la eficacia de estos m¨¦todos en la prevenci¨®n de atentados. En este veto, que McCain ha apoyado, puede leerse a contraluz el legado neocon de un presidente que reivindica poderes excepcionales para combatir el terror, con el derecho a disponer de la libertad y de las vidas de los ciudadanos como en los tiempos antiguos en que la Inquisici¨®n inventaba la cura del agua.
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