Los silenciados
Afirmaba Lucrecio la existencia de los dioses porque los hombres hablan de ellos, asumiendo as¨ª la idea de que lo que no tiene nombre no existe y viceversa. Las relaciones entre lenguaje y realidad han provocado muchas reflexiones y no pocas controversias. Entre las m¨¢s recientes, la provocada por el constructivismo, al pretender que la realidad se construye desde el lenguaje. Est¨¦n o no fundamentadas las tesis constructivistas, no es ning¨²n secreto que el poder siempre ha usado el lenguaje para construir realidades y manipular conciencias y m¨¢s a¨²n cuando es due?o y se?or de un instrumento tan poderoso como los medios de comunicaci¨®n lo son en el actual. Ese relativismo ling¨¹¨ªstico ha formado parte de la estrategia pol¨ªtica de los neoconservadores para negar realidades evidentes, reconstruidas a la medida de sus intereses desde la manipulaci¨®n medi¨¢tica. Algo as¨ª, seguramente, quer¨ªa decir Le¨®n Felipe, en un poema que apenas recuerdo, en el que constataba que todos los dictadores, asesinos y traficantes de drogas llevaban siempre a Dios en el bolsillo; y sentenciaba resignado: "Solo los republicanos espa?oles no ten¨ªamos Dios".
En definitiva: secuestrar la autenticidad de las palabras y los nombres para manipular los hechos y tergiversar la realidad. Nuestro pa¨ªs, como la humanidad entera, est¨¢ plagado de v¨ªctimas de esa vor¨¢gine aniquiladora de nombres y realidades. No hace falta remontarse al olvido de Llu¨ªs Alcany¨ªs, quemado en la hoguera, Llu¨ªs Vives o Pere Pintor, huidos al extranjero para sobrevivir al fanatismo pol¨ªtico-religioso y toda la caterva de liberales, republicanos y rojos que habitan las regiones del silencio.
Recientemente el Parlamento espa?ol aprob¨® una ley de la Memoria Hist¨®rica para restituir el nombre y la dignidad a los miles de perseguidos que pagaron con la c¨¢rcel, el exilio o la vida el golpe militar fascista de 1936. La Universitat de Val¨¨ncia ha rendido homenaje en los ¨²ltimos meses a todos aquellos artistas, cient¨ªficos, intelectuales y hombres de bien que en aquella Valencia capital de la Rep¨²blica se jugaron la vida en la lucha contra el fascismo internacional y en defensa de la libertad: Josep Renau, Juan Negr¨ªn, Juan Gil Albert, Jos¨¦ Puche, Max Aub y tantos otros. Ha sido un esfuerzo loable de restituci¨®n hist¨®rica, para que la opini¨®n p¨²blica valenciana conociera mejor un pasado glorioso, manipulado por las versiones de los vencedores.
Conocer hoy, a trav¨¦s de los medios, que las instituciones valencianas han negado un homenaje de reconocimiento a Josep Renau y que el nombre de Juan Gil Albert ha sido borrado del principal instituto de promoci¨®n de la cultura y la investigaci¨®n de la Diputaci¨®n de Alicante produce a cualquier ciudadano, con independencia de su ideolog¨ªa, una profunda tristeza, porque esas decisiones reflejan un esp¨ªritu de revancha inaceptable en una sociedad democr¨¢tica. Reflejan tambi¨¦n la miseria pol¨ªtica y moral de quienes contin¨²an atizando la estrategia de la manipulaci¨®n de lenguas y nombres para construirse un mundo a la medida de sus intereses. Lamentable estrategia la que se construye en contra del conocimiento, de la serena labor de cient¨ªficos, historiadores y ciudadanos de bien. Ning¨²n pa¨ªs relegar¨ªa al olvido a figuras tan relevantes como Renau, Fuster, Max Aub o Gil Albert, entre muchos otros. Al final es el pa¨ªs esquilmado, ignorante y manipulado el que paga siempre las consecuencias. Aunque quiz¨¢ sea la adecuada proporci¨®n de manipulaci¨®n, ignorancia y complicidades la que proporcione victorias pol¨ªticas. ?Qu¨¦ m¨¢s da que sean a costa de la ruina de un pa¨ªs?
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