Hacerlo a la vista
Me pas¨® una cosa muy rara el domingo. ?No era obligatoria la privacidad en el acto? Votar es para mucha gente, entre la que me cuento, tan minucioso y rom¨¢ntico como follar, y a nadie que no sea stripper profesional se le pide que despliegue su intimidad en p¨²blico. ?D¨®nde est¨¢ aquella imagen de la monjita metida en un cub¨ªculo despu¨¦s de correr la cortinilla tras la que nadie pueda verla depositar en la urna su lista de candidatos del PP? La foto se ha quedado obsoleta. O se economiza en el chocolate del voto. El pasado d¨ªa 9 yo tuve que hacer mis necesidades ciudadanas en una inmensa sala resonante donde las mesas electorales se agrupaban en tres lados de un cuadril¨¢tero y, para mayor exhibicionismo, hab¨ªa grandes espejos. Yo voto en el gimnasio municipal de la calle del Pilar de Zaragoza, nombre confuso donde los haya, estando all¨ª, como hito esencial de esa calle, el Alc¨¢zar de Toledo. O al menos su representaci¨®n simb¨®lica en la persona del heroico coronel Moscard¨®, el de la llamada telef¨®nica que no se rend¨ªa nunca. ?l da nombre a la instalaci¨®n deportiva.
?Han sido siempre tan gigantescas las s¨¢banas color calabaza de estas candidaturas al Senado?
As¨ª que llegu¨¦ despu¨¦s de comer, a una hora que imaginaba tranquila, sin colas ni demasiado sudor-ambiente (el gimnasio compagina los deberes c¨ªvicos con la pr¨¢ctica, en otras salas, de las m¨¢quinas musculares, la nataci¨®n ol¨ªmpica y hasta creo que el step dance; la salsa no se imparte en el Moscard¨®). Hab¨ªa sin embargo bastante gente, arremolinada, desocupada, siendo dif¨ªcil distinguir al votante virtual del interventor manifiesto. En el cuarto lado del cuadril¨¢tero de altos techos estaban las mesas largas con las papelas y los sobres correspondientes, y me puse a buscarlas. Entonces apareci¨® el mir¨®n.
Revelo aqu¨ª, aunque nada me obliga a hacerlo -ni siquiera la conciencia, en este caso buena-, que he votado siempre desde que en este pa¨ªs se vota. Hace 30 a?os de aquellos comicios democr¨¢ticos, pero a¨²n recuerdo el gran morbo propio de toda primera vez. De hecho, lo recuerdo bastante mejor que la primera vez que hice lo otro, y no porque de aquello haga siglos (uno no fue precoz, tampoco en eso), sino porque, honradamente, me sali¨® mejor mi primer voto que mi primer polvo. Hab¨ªa cortinilla en el colegio de ense?anza media de la calle de Alonso Heredia donde se votaba entonces.
Una vez iniciado en la emisi¨®n electoral, le cog¨ª gusto, superando fases de inapetencia personal y un par de desganas m¨¢s estrictamente pol¨ªticas; en cierta ocasi¨®n, en unas municipales, decid¨ª no votar, pero a las ocho menos diez de la tarde me entr¨® la angustia, lo que llamar¨ªamos el "s¨ªndrome Manzano", y en zapatillas baj¨¦ a toda prisa de mi casa, recorr¨ª la corta distancia en un sprint, llegando al gimnasio a tiempo, por delante de dos atletas que hacia ¨¦l se dirig¨ªan para sus rutinarias operaciones abdominales.
Seguimos el pasado domingo, sobre las 16.30, en el Moscard¨®, entrada por la calle de Coslada. Siempre te sorprende la gran profusi¨®n de partidos pol¨ªticos que se presentan. ?Treinta? Estaba yo buscando entre el magma la lista que quer¨ªa votar cuando advert¨ª que a mis espaldas un hombre me miraba con atenci¨®n. Otro que, como yo, no encuentra a los suyos, pens¨¦. Enseguida ca¨ª en la cuenta de que no. El individuo se entreten¨ªa mirando lo que otros votaban, aunque por el aspecto y la falta de una libreta donde anotar los datos no parec¨ªa un profesional de la estad¨ªstica. Era s¨®lo un curioso impertinente. Me puso nervioso, pese a mi probada veteran¨ªa en al acto votante, y la papeleta buscada no aparec¨ªa por ning¨²n lado. Los ojos del hombre fijos en mi torpe mano. Al fin tom¨¦ la que cre¨ª adecuada y la met¨ª en el sobre blanco, pero me ha quedado la duda de si no eleg¨ª, en la precipitaci¨®n, la papeleta del mont¨®n que estaba al lado de la del PSOE; Falange Aut¨¦ntica. Que el Dios de la Ciudadan¨ªa me perdone si fue as¨ª.
A¨²n faltaba lo peor. El Senado. ?Han sido siempre tan gigantescas las s¨¢banas color calabaza de estas candidaturas? Mi impresi¨®n es que lo que el Gobierno se ahorra en cub¨ªculos acortinados para la pr¨¢ctica del voto ¨ªntimo se lo gasta en este despliegue senatorial que te hace la vida imposible. Con decir que tuvo que ayudarme una amable interventora del PP a doblar el papel¨®n para poder meterlo en el sobre. La operaci¨®n hac¨ªa las delicias del pertinaz voyeur, con lo que de nuevo me entr¨® cierto nervio, acrecentado por el hecho de que aquel desconocido me iba a ver marcar las tres cruces correspondientes. Cruces cada una de su padre y su madre, ya que mi elecci¨®n fue variada. Esta segunda vez estoy seguro de no haberme equivocado.
Sal¨ª aliviado a la calle, tras entregar mis dos sobres a la amable presidenta de la mesa. Al llegar a casa detect¨¦ la fatiga. El aerobic mental del voto ¨²til.
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