Uno, grande y libre
A Fernando Fern¨¢n-G¨®mez se le puede aplicar esa calificaci¨®n tan sobada de esp¨ªritu renacentista. Practicaba artes variadas y en todas dej¨® huella. Hombre de voz poderosa y apariencia memorable, histri¨®n capaz de hacer veros¨ªmil y cercana a una tipolog¨ªa tan amplia como heterodoxa de personajes, sensible y mordaz cronista de la dif¨ªcil supervivencia en la sombr¨ªa Espa?a de aquel dictador mediocre y cruel en pel¨ªculas amargas y a contracorriente como La vida por delante, La vida alrededor y El mundo sigue, de un esperpento inolvidable, racial y feroz protagonizado por una familia de frikis pueblerinos en El extra?o viaje, y del retrato m¨¢s tr¨¢gico, piadoso y conmovedor que se ha hecho nunca de los sufrientes y crepusculares c¨®micos de la lengua en El viaje a ninguna parte, incomparable autor e int¨¦rprete de ¨¢cidos y surrealistas mon¨®logos teatrales, escritor con estilo, mirada original, cultura enciclop¨¦dica, iron¨ªa de altura y enorme bagaje vital.
Habla de una experiencia vital tan larga como intensa, de la guerra, de la posguerra, de la infancia, de la vejez, del bien, del mal
La agradecida memoria de tantas generaciones de espectadores y la impagable notar¨ªa de ese trabajo recogida en filmotecas y en DVD har¨¢ imposible el olvido de ese talento complejo y proteico, de uno de los legados m¨¢s impresionantes de la cultura de este pa¨ªs. Pero como con toda la gente verdaderamente legendaria, exist¨ªan rumores de que el mayor placer que pod¨ªa regalar este hombre genial no eran sus pel¨ªculas, sus libros, sus art¨ªculos y sus representaciones teatrales, que todo ese material palidec¨ªa al lado de la fascinaci¨®n, la gracia, la transgresi¨®n, la originalidad, el sarcasmo y la inteligencia que desprend¨ªa su arte como conversador supremo, como narrador oral, como contador de historias.
Hab¨ªa una abrumadora unanimidad en los testimonios de amigos, compa?eros y colaboradores, de los envidiados elegidos a los que abr¨ªa su casa y regalaba su personalidad en vivo y en directo, en que el espect¨¢culo m¨¢s hipn¨®tico y deslumbrante del universo de Fern¨¢n-G¨®mez lo constitu¨ªa sus distendidas conversaciones sobre todo lo humano, regadas con whisky Chivas, imprevisibles y corrosivas, en permanente estado de gracia.
Luis Alegre y David Trueba tuvieron el honor de ser invitados frecuentemente a ese acto l¨²dico, a ese juego de cajas chinas protagonizado por el mago que pod¨ªa defender indistintamente el blanco y el negro, sembrar la duda sobre lo que pretende ser evidente, practicar mal¨¦volamente la esgrima mental y alentarla en los interlocutores, desmontar con voz propia, falsa inocencia y mordacidad de primera clase las peligros¨ªsimas grandes verdades, los t¨®picos sacralizados, lo institucionalizado, lo acad¨¦mico, lo intocable.
Conscientes de que eso constitu¨ªa un tesoro y que ser¨ªa imperdonable que s¨®lo hubieran podido disfrutar de ¨¦l unos cuantos privilegiados, convencieron a Fern¨¢n- G¨®mez para que les permitiera filmar su extrovertida intimidad, para que mostrara sus admirables opiniones sobre las personas y las cosas, su prodigiosa memoria cr¨ªtica y sentimental, delante de una imp¨²dica c¨¢mara, desde la silla de su casa, desde La silla de Fernando. Merec¨ªa la pena.
Siempre lamentaremos que entre las carencias del Siglo de las Luces, de la Ilustraci¨®n, de la Enciclopedia, se encontrara la de no haberse inventado el micr¨®fono y la c¨¢mara. S¨®lo conocemos a Voltaire, aquel esp¨ªritu libre, aquel dinamitero de convenciones, aquella afilada inteligencia, aquel azote de la estupidez y de la intolerancia, a trav¨¦s de su escritura. Hubiera sido maravilloso o¨ªr su voz y ver sus gestos, saborear en primer plano la personalidad del inigualable polemista, su poder de seducci¨®n, sus embestidas contra las normas intocables, los dogmas de fe y los poderes absolutos.
Cuentan que Stevenson, el narrador m¨¢s sublime que ha dado la literatura, contaba con su propia voz (y quiero imaginar que era al atardecer y al lado del fuego, para que el escenario sea perfecto) historias de aventuras a los ind¨ªgenas de los mares del Sur y que los oyentes quedaban embelesados. Tampoco existen im¨¢genes de aquel prodigioso ritual. Con Fern¨¢n-G¨®mez ya no existe ese vac¨ªo. Desde que disfrut¨¦ en el cine La silla de Fernando, mi mayor anhelo fue que apareciera cuanto antes en DVD, poder tenerla siempre a mano, utilizarla como consuelo o subid¨®n cada vez que amenacen las horas bajas, las noches gris¨¢ceas, el hast¨ªo, la necesidad de afirmarte en la inteligencia, el pensamiento libre, en la vida. Ya est¨¢ en la calle. Con dos horas extras de conversaciones con el maestro. L¨¢stima que no sean doscientas. Sin exagerar. Aunque llegue un momento en el pueda recordar de memoria todo lo que cuenta este hombre y como lo cuenta, las inflexiones, el tono, los gestos, los matices, las pausas, la est¨¦tica y la ¨¦tica de su lenguaje, sospecho que voy a recurrir a esta pel¨ªcula, documento, entrevista, reportaje, o lo que sea, con la misma y obsesiva frecuencia con la que reviso la saga de El Padrino, El hombre que pudo reinar, El buscavidas, El apartamento, Eva al desnudo, El verdugo y El hombre tranquilo. Son las cosas del amor. Y en estos casos, sin peligro de crisis, de deterioro, de ocaso.
?De qu¨¦ habla este iconoclasta permanentemente impredecible? ?C¨®mo lo expresa? ?Qu¨¦ sale de su boca para que te enamore tanto, te sorprenda, te haga sonre¨ªr y re¨ªr, te haga pensar, te inquiete, te ilustre, te identifique, te conmueva?
Habla de razonadas filias y fobias, de una experiencia vital tan larga como intensa, de las patrias, de las religiones, de la noche, del alcohol, de las mujeres malas, de las buenas, del hallazgo de ellas busc¨¢ndola a ella, de la guerra, de la posguerra, de la supervivencia, de la miseria moral, de la miseria ambiental, del lujo, de las putas, del miedo, del abuso, de los diversos poderes, de los curas, de los profesores, de la infancia, de la vejez, de la inseguridad, de la enfermedad, de la impostura, de la representaci¨®n, de la timidez, del desprecio, del pecado, de los viajes, de la violencia, del cine, del teatro, de los libros, de la derecha, de la izquierda, de la acracia, de la cultura, de la incultura, de los amigos, del manique¨ªsmo, de los creyentes, de los descre¨ªdos, de los fundamentalismos, de la seducci¨®n, de la paradoja, de la contradicci¨®n, del bien, del mal.
Ya s¨¦ que esa tem¨¢tica la ha abordado mucha gente y que todo el mundo puede tener opini¨®n sobre las cuestiones humanas y divinas, pero nunca he visto ni escuchado a nadie que lo haga con tanto sentido del humor, originalidad, provocaci¨®n, talento, mala leche, independencia, sentido cr¨ªtico, iron¨ªa, complejidad, inconveniencia, irreverencia, l¨®gica, desmitificaci¨®n y conocimiento como lo hace este hombre extraordinario, genuino y libre. -
La silla de Fernando sale a la venta a fin de mes.
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