Un tufo de rapacidad
Sintom¨¢ticamente, ni en el Diccionario de Historia de Espa?a, dirigido por Germ¨¢n Bleiberg, ni en el Diccionario Tem¨¢tico de la Enciclopedia de Historia de Espa?a, dirigida por Miguel Artola, existe una entrada dedicada al colonialismo, de manera que parecer¨ªa que no es cosa nuestra. Y eso a pesar de que algunas notables novelas del siglo XX nos han mostrado aspectos (m¨¢s bien siniestros) de aquel colonialismo de segunda fila con el que Espa?a intent¨® ingresar en el agresivo club imperialista, reajustado tras la Primera Gran Carnicer¨ªa. Recuerdo, a bote pronto, El blocao (1928), la estupenda novela de Jos¨¦ D¨ªaz Fern¨¢ndez (editorial Viamonte), o Im¨¢n (1930), la obra maestra de Sender (Destino), o La forja de un rebelde (1941-1944), de Barea (DeBolsillo). Y si me remonto m¨¢s atr¨¢s en la narrativa colonial "africana", a antes de aquel finis Hispaniae (equivalente al "se rompe Espa?a" hodierno) que la oligarqu¨ªa de la Restauraci¨®n crey¨® ver en el llamado "Desastre" de 1898, podr¨ªa citar, entre otros, el Diario de un testigo de la Guerra de ?frica, de Alarc¨®n, o el Aita Tettauen galdosiano. Estos d¨ªas he recibido algunas novedades hist¨®ricas que tratan, con diverso enfoque, diferentes aspectos del colonialismo espa?ol. Guerra y genocidio en Cuba, 18951898, de John Lawrence Tone (Turner), revisa algunos mitos sobre aquel conflicto que transform¨® a tres naciones, y suministra nuevas perspectivas acerca de las "reconcentraciones" del "carnicero" Weyler. Cat¨®licos y puritanos en la colonizaci¨®n de Am¨¦rica, de Jorge Ca?izares-Esguerra (Marcial Pons), retrocede tres siglos para detenerse en el modo en que brit¨¢nicos y espa?oles construyeron y utilizaron semejantes "¨¦picas sat¨¢nicas" durante sus respectivas colonizaciones del Nuevo Mundo, un aspecto que matiza las tesis de Elliott en Imperios del mundo atl¨¢ntico (Taurus). En cuanto a nuestras aventuras coloniales africanas, Un guardia civil en la selva, de Gustau Ner¨ªn (Ariel), reconstruye la figura cruel y corrupta del teniente Juli¨¢n Ayala Larraz¨¢bal, conquistador y colonizador de R¨ªo Muni (antigua Guinea Espa?ola), un personaje que no habr¨ªa desentonado en la siniestra tropa depredadora que refleja Adam Hochschild en el magn¨ªfico El fantasma del rey Leopoldo (Pen¨ªnsula). Por eso he recordado, mientras le¨ªa el apasionante libro de Ner¨ªn, la frase con la que Marlow, el elusivo narrador de El coraz¨®n de las tinieblas, resum¨ªa lo que sinti¨® cuando avanzaba a trav¨¦s de la selva: "Un tufo de rapacidad lo envolv¨ªa todo, como el aliento de un cad¨¢ver".
Estoy de acuerdo con Cioran: "Rusia y Espa?a: dos naciones embarazadas de Dios. Otros pa¨ªses se conforman con conocerlo, sin llevarlo en su seno"
Misterios
Estoy de acuerdo con Cioran: "Rusia y Espa?a: dos naciones embarazadas de Dios. Otros pa¨ªses se conforman con conocerlo, sin llevarlo en su seno" (De l¨¢grimas y de santos, Tusquets). Ernesto Sabato dec¨ªa en su pr¨®logo al Ferdydurke de Gombrowicz que el Quijote se entend¨ªa mejor en aquellas naciones que hab¨ªan permanecido en la "periferia del Renacimiento" (Polonia, Rusia) y que, al igual que Espa?a, se hab¨ªan mantenido relativamente al margen del proceso de secularizaci¨®n iniciado con la Reforma protestante, y que llevar¨ªa a la progresiva privatizaci¨®n de Dios y su culto. En todo caso, aqu¨ª y en otros lugares "perif¨¦ricos" Dios sigue sin ser un asunto tan privado como debiera. Si -como le he escuchado al vicario general de Salamanca- alguien se atreve a decir que la elecci¨®n del cardenal Rouco como presidente de la Conferencia Episcopal ha sido no resultado de la relaci¨®n de fuerzas en la Iglesia, sino obra del Esp¨ªritu Santo, "que pone a quien quiere y cuando quiere", entonces hasta El c¨®digo Da Vinci puede resultar una novela realista. Y que nadie se extra?e de que florezcan la iron¨ªa y la s¨¢tira entre los que se resisten al renovado asalto a la raz¨®n. Aunque s¨®lo fuera, puestos a delirar en la misma sinton¨ªa, porque el Gobierno para el que Rouco ha manifestado tan escasas simpat¨ªas (y que acaba de ser revalidado), tambi¨¦n podr¨ªa haber sido "puesto" -voto democr¨¢tico por medio- por dicho Esp¨ªritu Santo, deseoso, tal vez, de propiciar, desde su pan¨®ptica, ubicua y ontol¨®gica morada, que algunos derechos civiles mejoren y se extiendan en este rinc¨®n del mundo. Al fin y al cabo, y de nuevo con Cioran, "toda versi¨®n de Dios es autobiogr¨¢fica", y yo tengo la m¨ªa. Mientras pienso en estos y otros misterios, me recojo para los d¨ªas semanasantinos leyendo con verdadero inter¨¦s La Resurrecci¨®n, de Geza Vermes (Ares y Mares), un importante libro en que el te¨®logo e historiador h¨²ngaro, que ya cautiv¨® mi atenci¨®n con La Pasi¨®n (en la misma editorial), arroja nueva y erudita luz sobre ese insondable misterio que constituye la clave de la b¨®veda del edificio del Cristianismo.
Compraventas
En el reino de los editores, como en Arcadia (yo tambi¨¦n estuve all¨ª), las cosas marchan razonablemente bien. Movimiento hay, sin duda. Crece el n¨²mero de editoriales independientes, hoy en torno a 700. Abundan las operaciones de compraventa, como la de Castalia por Edhasa o la todav¨ªa presunta de Biblioteca Nueva por RBA, un grupo catal¨¢n que est¨¢ engordando tanto que va a necesitar un traje nuevo, como el emperador. Pero eso es un nivel, y otro muy distinto el de Planeta, primer grupo editorial espa?ol. Aunque el gigante de la Diagonal sigue haciendo gala de un secretismo que le hubieran envidiado los de the Circus de Smiley y Le Carr¨¦, no hay muro que se resista a mi sofisticada red de micr¨®fonos, hackers y topos estrat¨¦gicamente situados. Contin¨²an sub rosa las negociaciones para la adquisici¨®n, por parte de Lara, de Editis, el segundo grupo editorial franc¨¦s, ahora gestionado por el fondo de inversi¨®n Wendel, con sede en Luxemburgo. Mi topo all¨ª asegura que el acuerdo que pondr¨ªa a Planeta entre los ocho grandes del (otro) planeta podr¨ªa cerrarse antes de final de mes. Tambi¨¦n me sopla que uno de los intermediarios clave de la transacci¨®n pudiera ser Jos¨¦ Manuel G¨®mez ("grande de Espa?a", lo llam¨® la revista LivresHebdo), presidente de Anaya, un grupo propiedad de Hachette, a su vez antiguo propietario de Editis (del que se vio obligado a desprenderse por decisi¨®n de la Autoridad de la Competencia), quien cobrar¨ªa por dicha intermediaci¨®n una cantidad como para adquirir un Xanadu como el del ciudadano Kane. Mi topo aventura que, si finalmente se realiza la compraventa, luego se abrir¨ªa un proceso de traspaso de editoriales de uno a otro grupo. Y es en ese proceso -lento y complejo- cuando Anaya podr¨ªa acabar en manos de Planeta, que siempre ha deseado situarse en el muy rentable mundo del libro de texto. Lara no tendr¨ªa dificultad en pagar el millardo (aprox) que pide Wendel: el Banco de Sabadell, en el que participa, y la puesta a la venta de la Casa Fabiola, la espl¨¦ndida sede sevillana de la Fundaci¨®n Jos¨¦ Manuel Lara, contribuir¨ªan a la caja. Pero todo esto no son m¨¢s que conjeturas, a?ade, prudente, mi topo.
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