Las comidillas
El clima en esta ciudad es tan suave, que a la hora de almorzar en vez de tomarse un somero y melanc¨®lico tentempi¨¦ en la misma oficina, mirando la lluvia en la ventana y el cielo gris, como suelen hacer en las ciudades del norte, la gente sale alegremente con los colegas a almorzar a cualquier restaurante o bareto de men¨² econ¨®mico. Con m¨¢s motivo ahora que ya se huele la primavera. En las apretadas mesas de este restaurante llamado Barcelona la conversaci¨®n gira en torno a tres temas fundamentales. El primero, el f¨²tbol; luego, no puede faltar nunca la an¨¦cdota de c¨®mo el jefe de tu oficina vino esta ma?ana a apretarte las tuercas, pero t¨², en vez de escucharle con temor y sumisi¨®n, le respondiste con aplomo, le demostraste a ese gilipollas que t¨² ten¨ªas raz¨®n y ¨¦l estaba equivocado, y le dejaste con la palabra en la boca. ?A juzgar por los relatos del almuerzo, son tan comunes los casos de jefes idiotas y fastidiosos, dial¨¦cticamente derrotados e incluso humillados por sus elocuentes subalternos, que es asombroso que el sistema no se haya colapsado!
Una vez reforzada la autoestima de los comensales con esta paliza imaginaria asestada al superior jer¨¢rquico, el grupo ya puede pasar directamente a criticar a cualquiera que cumpla dos sencillos requisitos, a saber: estar ausente y ser conocido por todos los comensales. De ah¨ª esa acepci¨®n de la palabra comidilla como murmuraci¨®n, seg¨²n el ejemplo del diccionario de la RAE: "La conducta de Fulana es la comidilla de la vecindad". Como en esto no se toman prisioneros y se dispara en todas direcciones, a menudo uno de los desolladores se encuentra con la desagradable sorpresa de que la tomen con un amigo. ?Qu¨¦ debe hacer entonces? ?C¨®mo frenar la parlote?
El detente bala de las comidillas maliciosas, de los cotilleos y desollamientos del pr¨®jimo ausente, no es la declaraci¨®n, a la que los insensatos recurren, de que el aludido es "muy amigo" suyo: "No os met¨¢is con ¨¦l, que es muy amigo m¨ªo". Lo ¨²nico que conseguir¨¢s con ese tipo de defensa es que la radiaci¨®n negativa que afecta a tu amigo te contamine a ti tambi¨¦n. Es probable que el rencor y la hostilidad de la muta ahora converja en ti, pues est¨¢s frustrando su goce, su comuni¨®n can¨ªbal, y adem¨¢s les ofendes al hacerles conscientes de su villan¨ªa. Por ello, es probable que las agresiones a tu amigo redoblen, aunque m¨¢s matizadas, y no te quedar¨¢ m¨¢s remedio que ponerte firme en su defensa (lo que es muy digno, pero te convierte en aguafiestas y probable v¨ªctima de futuras comidillas) o, si quieres recuperar la armon¨ªa con la muta (al fin y al cabo, el agredido no est¨¢ presente, no sufre), admitir que algo de raz¨®n tiene el o los agresores; que s¨ª, que el amigo tiene a veces esas cosas... esos aspectos criticables. Y a partir de ah¨ª, no dejar¨¢n de ¨¦l ni los huesos.
No, la ¨²nica defensa operativa es espetarle al agresor el siguiente sintagma: "?Ah!, pues ¨¦l habla muy bien de ti". Si las circunstancias lo aconsejan, se admite tambi¨¦n la variante: "?Ah!, pues ¨¦l a ti te quiere mucho".
En puridad, esto no es s¨®lo una defensa, sino un contraataque en toda regla que lleva el asunto a resolverse en el mismo terreno del agresor. "??l a ti te quiere mucho!". Ante un contraataque de esta modalidad, el agresor se queda desestabilizado, torpe cual boxeador sonado, en flagrante evidencia de ruindad. Pues mientras que el ausente se muestra ingenuo y afectuoso, ¨¦l le ha estado apu?alando por la espalda, y la simultaneidad de actitudes tan contrarias no hace sino subrayar la naturaleza traicionera de su discurso e incluso de su personalidad.
Ahora la muta volver¨¢ su mirada escrutadora hacia ¨¦l, pidi¨¦ndole t¨¢citamente cuentas de su villan¨ªa. La manera ¨²nica que tendr¨¢ de salir de ese atolladero es retroceder: "No, si yo tambi¨¦n le aprecio, si me cae muy bien, pero...". Se defender¨¢ atropelladamente, cada palabra que diga llevar¨¢ plomo en las alas. Para rematarle, s¨®lo tendr¨¢s que agregar: "El otro d¨ªa, f¨ªjate, me dijo que eres muy buena persona...".
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