Una empresa municipal alquila infraviviendas en El Cabanyal
La encargada de comprar inmuebles en la zona instala a gente sin luz ni agua
Alfonso Grau, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Valencia, calific¨® de "bulo" las referencias a una supuesta pr¨¢ctica de alquiler de infraviviendas desde la empresa municipal Cabanyal 2010, encargada de comprar el m¨¢ximo de viviendas en el ¨¢rea afectada por la prolongaci¨®n de la avenida de Blasco Ib¨¢?ez a trav¨¦s del barrio. No era un bulo. En la calle de Sant Pere, estrecha y paralela al mar, que se transformar¨¢ con el proyecto al que el Tribunal Supremo dio el jueves luz verde para que el Ayuntamiento pueda ejecutarlo, hay cuatro viviendas alquiladas por Cabanyal 2010 que no pueden llamarse as¨ª.
No son las ¨²nicas. Decenas de familias tienen desde hace meses en El Cabanyal un contrato de arrendamiento de la empresa mixta constituida por la Generalitat, el Ayuntamiento y varias empresas, por el que han tenido que depositar una fianza. Sin embargo, el contrato no ha servido en algunos casos para poder empadronarse, ya que los habit¨¢culos alquilados son, por ejemplo, almacenes.
Las viviendas que ya han abandonado los que fueran sus propietarios, tras venderlas a Cabanal 2010, son puestas en el mercado hasta que se ejecute el derribo de los inmuebles. Hay alquileres que alcanzan los 250 euros. En una de esas viviendas, un jubilado, con 312 euros de pensi¨®n, cobija a cuatro de sus descendientes, entre ellos a tres menores. En menos de 20 metros cuadrados se amontonan cuatro camas. No tienen luz, no tienen agua, no tienen ventilaci¨®n, las paredes est¨¢n llenas de humedad y el suelo es de cemento plagado de agujeros. Desde hace ocho meses este jubilado malvive con la autorizaci¨®n del Ayuntamiento. Afectados por el proyecto acusan a la alcaldesa, Rita Barber¨¢, de haber deteriorado el barrio.
"He sido un hombre honrado, un buen trabajador. Se lo di todo a Uni¨®n Naval de Levante. He sacado adelante a cinco hijos. Mi mujer ha trabajado d¨ªa y noche para cuidarlos. Ahora, con 63 a?os, sin poder casi andar, con una hija enferma de los nervios, de la que nos tenemos que hacer cargo, un nieto hu¨¦rfano que vive en casa, y otro hijo que ha tenido que venirse a vivir a casa, con 580 euros de pensi¨®n, do?a Rita quiere que me vaya y me hipoteque". Basilio Mu?oz vive en la calle de Sant Pere, en el tramo de El Cabanyal que desaparecer¨¢. La planta baja del n¨²mero 81 de la calle es suya desde hace 17 a?os.
"La compramos por ocho millones de pesetas. Nos dan 50.000 euros por ella. ?Es ¨¦ste el ¨²nico lugar en el que la vivienda no ha subido? ?Creen que somos est¨²pidos? No, se?ora, somos pobres, no tenemos estudios, pero la alcaldesa tiene que saber que no somos tontos", afirma Basilio, que deja escapar su rabia mientras en una mano sostiene un papel. "F¨ªjese, do?a Rita me dice que me echa de mi casa mientras me pasa el recibo para que pague 70,90 euros de Impuesto de Bienes Inmuebles". Mar¨ªa, su mujer, por detr¨¢s, a?ade: "Necesitamos una casa, no somos perros. Toda nuestra vida la hemos pasado entre Natzaret y El Cabanyal, ?Por qu¨¦ me tengo que ir? ?Por qu¨¦?".
La respuesta es una avenida que prolongar¨¢ Blasco Ib¨¢?ez hasta el mar, un gran proyecto con la firma de Rita Barber¨¢ que ha logrado luz verde del Tribunal Supremo. 1.652 viviendas se ver¨¢n afectadas. Diez a?os de pleitos no han servido para que el valor hist¨®rico y cultural del barrio, con una trama urban¨ªstica singular, haya salido reforzado. Los vecinos se han desgastado, dividido en algunos casos. Y en ese tiempo, el abandono del barrio por el Ayuntamiento ha servido para que se instalen familias marginales que en algunos casos han quebrado una convivencia casi familiar.
Casi todos recuerdan que el barrio era otra cosa. "Aqu¨ª las puertas estaban abiertas, todos nos conoc¨ªamos, los chiquillos iban de casa en casa, se hac¨ªan fiestas. Claro que todos esos drogadictos que hay aqu¨ª deber¨ªan desaparecer", se exclama Francisca Cubells, una mujer menuda, nacida en la calle de Escalante, muy cerca del lugar que tuvo que abandonar hace pocos meses, la que fuera su casa de toda la vida en la calle de Sant Pere. "Por m¨ª, que venga la avenida y lo que quieran, pero nosotros necesitamos una casa. Tengo miedo, me quedar¨¦ en la calle. Tengo 84 a?os, una pensi¨®n de 800 euros, soy viuda, me echaron de la casa donde viv¨ªa y a cambio me dieron 50.000 euros. Me mandaron a las nuevas viviendas de la avenida de los Naranjos. ?Qu¨¦ compraba yo con ese dinero? Nada", relata mientras recorre a paso lento un camino, el del mercado, que conoce de memoria y que la pone al d¨ªa de c¨®mo palpita el barrio. Ahora, aunque est¨¢ m¨¢s lejos, mantiene esa rutina. "Mi hijo ha tenido que pedir un pr¨¦stamo para la nueva casa que me ofrecieron. No sabemos si se lo dar¨¢n. Mientras tanto, pago un alquiler de 375 euros, que con los gastos sube a 500. No tengo nada. Estoy aturdida, enfadada y con mucho miedo. Nunca pens¨¦ que me ver¨ªa as¨ª. Menos mal que mi marido, el pobre, muri¨® antes de que esto pasara, hace tres a?os".
Pedro Anrrubia, de 81 a?os, y Cati Torres, de 80 a?os, tambi¨¦n viven en la zona que s¨®lo quedar¨¢ en la memoria. S¨®lo ¨¦l tiene pensi¨®n. No quieren ni o¨ªr hablar de que los manden a La Coma o a cualquier otro sitio. Su ¨²nica alternativa viable es una casita en una aldea cerca de Anna, sin m¨¦dico, sin tiendas. "Es como un destierro". Lo mismo les ocurre a Jos¨¦ Monta?ana, que trabaj¨® siempre en cervezas El ?guila, y a su mujer, Encarna Baltrina.
La mayor¨ªa de los afectados son gente mayor, con escasos recursos. Pero tambi¨¦n est¨¢n Lola, Maite, Ana, Rosi, Jos¨¦ y V¨ªa. Son gente joven, que eligi¨® el barrio por su ambiente popular y sus caracter¨ªsticas. Han comprado casas, las han reformado, se han implicado con la cultura, con los vecinos y los h¨¢bitos de El Cabanyal. Est¨¢n dispuestos a resistir.
Maribel Dom¨¨nec, vecina del barrio y profesora en la Universidad
Polit¨¦cnica de Valencia, resume ayer el sentimiento de los afectados: tras la sentencia del Tribunal Supremo "Nos hemos quedado solos".
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