El nuevo teatro
La mayor¨ªa de nosotros hacemos teatro porque no podemos hacer cine", dice Carol L¨®pez, autora y directora catalana. "Bueno, es una forma de hablar. Nos apasiona el teatro, pero hemos mamado mucho cine. Y sab¨ªamos, cuando empezamos, que escribir un libro o levantar una pel¨ªcula te lleva, con suerte, tres a?os. El teatro era y sigue siendo la opci¨®n m¨¢s inmediata. Haces y ves los resultados de tu trabajo. Y te ven. Con todos los problemas del mundo, pero te ven".
Versi¨®n original subtitulada, una ¨¢cida comedia sentimental a caballo entre Rohmer y Woody Allen, fue la revelaci¨®n de Carol L¨®pez, en el Lliure barcelon¨¦s, y uno de los sleepers (grandes ¨¦xitos sorpresa) de la temporada 2005. Cesc Gay, por cierto, va a llevarla a la pantalla el pr¨®ximo oto?o. Luego vino Last chance, otra espl¨¦ndida comedia de pijos y perdedores, de nuevo en el Lliure, y pronto llegar¨¢ Germanes, la primera incursi¨®n dram¨¢tica de la autora, en la Villarroel. Como buena parte de sus compa?eros generacionales, Carol L¨®pez trabaja a base de improvisaciones (escenas cortas, montaje sincopado, di¨¢logos afilados y sint¨¦ticos) y con un grupo de actores-fetiche. Los mismos patrones rigen para Albert Espinosa y Jordi Casanovas. Espinosa es un talento multidireccional: actor, dramaturgo, guionista (Planta cuarta y Tu vida en 65 minutos se basan en dos de sus mayores ¨¦xitos), director y ahora cineasta, con pel¨ªcula (No me digas que te bese porque te besar¨¦) a punto de estreno. Lleva diez a?os haciendo teatro, a raz¨®n de casi una comedia por a?o (la m¨¢s reciente, Idaho y Utah), con su grupo de amigos, compa?eros de la Escuela de Ingenier¨ªa Qu¨ªmica. No son profesionales -es decir, que no viven de eso, cuenta-, pero llenan las salas. "Somos una banda. Hacemos teatro con dos duros, y podemos pasarnos el tiempo que haga falta preparando un espect¨¢culo".
"Nuestro joven (y no tan joven) teatro abre fronteras"
"Me importa llegar al p¨²blico, sacudirle, entretenerle"
Jordi Casanovas, premio Revelaci¨®n de la Cr¨ªtica barcelonesa y autor residente de la Villarroel, sigue similares estrategias. Y es todav¨ªa m¨¢s prol¨ªfico: en apenas cinco a?os ha escrito una quincena de textos para su grupo, la Flyhard Theatre Company, y se ha dado a conocer, como autor y director, en la plataforma m¨¢s off de Barcelona, la min¨²scula y activ¨ªsima Area Tangent. La temporada anterior present¨® una trilog¨ªa, Hardcore videogames, integrada por 'City / Sim City', 'Wolfenstein' y 'Tetris', entre el thriller paranoico y la farsa negra, que pronto se ver¨¢ en Madrid.
Barcelona sigue siendo el primer centro de producci¨®n de Espa?a. Las claves de su vitalidad podr¨ªan cifrarse en la multiplicidad de la oferta; el cel¨¦rico incremento de un p¨²blico fidelizado por sus respectivas salas; el entusiasmo de una joven generaci¨®n de actores, actrices y directores surgidos del Institut del Teatre, y la cantera de talleres de escritura como el de la pionera sala Beckett, creada por el maestro Sanchis Sinisterra y dirigida por Toni Casares, que estrena casi exclusivamente trabajos de j¨®venes autores o autoras, aunque tambi¨¦n el Lliure y el Nacional les abren sus puertas. ?lex Rigola, director art¨ªstico del Lliure, ha conseguido un p¨²blico cuya media de edad oscila entre los 20 y los 50 a?os, y ha girado sus producciones como nunca en su historia: Julio C¨¦sar y Santa Juana de los mataderos recorrieron media Espa?a y media Europa, y 2666, su versi¨®n de la novela de Bola?o, ha viajado a Chile con ¨¦xito arrollador y acaba de recalar en las salas del Matadero del teatro Espa?ol.
Es indudable que nuestro joven (y no tan joven) teatro est¨¢ abriendo fronteras: Calixto Bieito y La Fura dels Baus dirigen ¨®peras y presentan sus espect¨¢culos en medio mundo, pero en el apartado de "teatro de texto" los reyes indiscutibles son Belbel, Galcer¨¢n y Mayorga.
Sergi Belbel es un caso singular: m¨¢s aplaudido aqu¨ª como director (es el responsable del Teatro Nacional de Catalu?a) que como dramaturgo, cada una de sus obras se ha estrenado, tirando corto, en una docena de pa¨ªses. Piezas como Despu¨¦s de la lluvia cuentan, tan s¨®lo en Alemania, con 15 producciones, mientras que sus ¨²ltimos trabajos, M¨°bil y En la Toscana, se vieron antes en la sala Plan B de Dinamarca que en Espa?a. Jordi Galcer¨¢n, el rey de la comedia negra, ha batido r¨¦cords de taquilla y permanencia en cartel con El m¨¦todo Gronholm (tres a?os en Madrid y Barcelona), tambi¨¦n aclamada en Europa y Suram¨¦rica: mientras prepara el estreno en el Marquina de la versi¨®n castellana de Carnaval, un policiaco claustrof¨®bico y contrarreloj, Galcer¨¢n negocia la venta de los derechos de El m¨¦todo Gronholm para Broadway y el West End.
Sin tales cifras, pero valorada como la mejor autora de su generaci¨®n, con una po¨¦tica tan elusiva como rotunda, Llu?sa Cunill¨¦ se consagr¨® con el ¨¦xito de Barcelona mapa de sombras, y llegar¨¢ al londinense Royal Court con su ¨²ltimo trabajo, Apr¨¨s moi le d¨¨?luge, dirigido en el Lliure por Carlota Subir¨®s, otro valor en alza, y programado, para el pr¨®?ximo mes de mayo, en el madrile?o Valle- Incl¨¢n. El magisterio de las nuevas generaciones de autores, hasta ahora compartido ex aequo por Sanchis y el veteran¨ªsimo dramaturgo Josep Maria Benet i Jornet, se ha ampliado (en temas, tonos y direcci¨®n de actores) con una inesperada y bienvenid¨ªsima savia argentina: Javier Daulte y Rafael Spregelburd no s¨®lo han conectado con sus propias obras y compa?¨ªas, sino que han estrenado y dirigido en catal¨¢n. Javier Daulte, que actualmente comanda la sala Villarroel, arras¨® en el TNC con Com podr¨¦ estimar-te tant, singular cruce entre Jardiel y Brian de Palma, escrita a la medida de las T de Teatre, y Spregelburd acaba de llevarse el premio de la cr¨ªtica al mejor texto por la deslumbrante L¨²cid, que se estren¨® en Buenos Aires con actores catalanes, se present¨® en Temporada Alta (el mejor festival de Espa?a) y ha vuelto al ruedo en la sala Beckett. No es dif¨ªcil ver en estas palabras de Daulte el ideario de buena parte de la joven autor¨ªa: "Los contenidos rara vez me han importado. Me importan los g¨¦neros y llegar al p¨²blico, emocionarle, divertirle, sacudirle. En una palabra: entretenerle". "Durante demasiado tiempo", afirma, "la gente del teatro no ha tenido en cuenta al p¨²blico, y se ha amparado en lo que llamaban, pomposamente, teatro de ideas". "Yo creo", concluye, "que el teatro no debe transmitir ideas, sino inventarlas".
La influencia de Daulte (y, por extensi¨®n, de los "argentinos visitantes") va m¨¢s all¨¢ de la escritura y la pedagog¨ªa. Hay, al respecto, una historia ejemplar. Daulte despega en Barcelona en 2002, en el extinto Festival de Sitges, con Gore, una pieza tan paup¨¦rrima de producci¨®n como millonaria en talento dram¨¢tico y actoral. Daulte y su compa?¨ªa llamaron a las puertas de los teatros barceloneses, pero era final de temporada y todos los espacios estaban llenos. "Insistimos", dice, "porque los teatreros argentinos desconocemos el significado de la palabra no. As¨ª, localizaron un viejo cine abandonado en un edificio de okupas, donde hicieron la funci¨®n durante una semana, con entrada gratuita y aforo al completo. El p¨²blico, en colas que daban la vuelta a la manzana, se pas¨® la consigna por mensajes de m¨®vil. La repercusi¨®n de Gore fue tan grande que, al a?o siguiente, Daulte coloc¨® cuatro espect¨¢culos.
las canteras madrile?as del nuevo teatro han sido, grosso modo, la Real Escuela Superior de Arte Dram¨¢tico (RESAD) y la labor de sucesivos francotiradores: en los sesenta, los talleres del a?orado William Layton (cuyo Laboratorio sigue vivo y activo) y Miguel Narros; desde los setenta-ochenta, la formaci¨®n impartida por Jos¨¦ Luis G¨®mez, que luego, y con no pocos esfuerzos, cristalizar¨ªa en el Teatro de la Abad¨ªa; desde los ochenta hasta hoy, el Centro de Nuevos Creadores, fundado en 1985 por Cristina Rota, y a partir de 1990, el Estudio de Actores de Juan Carlos Corazza, argentinos ambos.
A diferencia de lo sucedido en Catalu?a, la mayor dificultad de los j¨®venes autores durante las pasadas d¨¦cadas fue acceder a la escena comercial: pod¨ªan foguearse en las alternativas, presentarse en sociedad en la extinta sala Olympia (hoy nov¨ªsimo teatro Valle-Incl¨¢n), que, pese a los desvelos de Guillermo Heras, acab¨® convertida en un gueto institucional y no logr¨® encontrar su p¨²blico; pero s¨®lo lograban abandonar el off si consegu¨ªan int¨¦rpretes populares de cine o televisi¨®n como anzuelo. El panorama cambi¨® cuando Gerardo Vera y Mario Gas se hicieron cargo de los teatros p¨²blicos madrile?os: ¨¦xitos como los de Nina, de Jos¨¦ Ram¨®n Fern¨¢ndez (premio Lope de Vega 2002), aplaudid¨ªsimo debut madrile?o de la actriz catalana Laia Marull, en el Espa?ol, o Barcelona mapa de sombras, en el Mar¨ªa Guerrero, hubieran sido impensables antes de su llegada.
Por lo que respecta a la "nueva autor¨ªa" en castellano, su estrella indiscutible es Juan Mayorga, flamante premio Nacional de Teatro. Con un historial avasallador (fil¨®sofo y matem¨¢tico antes que dramaturgo) y una treintena de textos estrenados, ha realizado innumerables versiones de post¨ªn (Un enemigo del pueblo, Fedra y El rey Lear son las m¨¢s recientes) y ya pis¨® el Royal Court el pasado a?o con Way to heaven, la traducci¨®n inglesa de Camino del cielo, que en noviembre triunf¨® en Par¨ªs dirigida por Jorge Lavelli y luego en el Teatro Nacional de Noruega.
Igualmente, a lo largo de 2007 desembarc¨® a lo grande en Argentina: Camino del cielo, en el San Mart¨ªn; Cartas de amor a Stalin, en el Centro Cultural de Tucum¨¢n, y El chico de la ¨²ltima fila, en el C¨ªrculo de la Prensa. Esta temporada repite triplete en Madrid: La tortuga de Darwin, ya en La Abad¨ªa; El gordo y el flaco, en la sala Tri¨¢ngulo, y La paz perpetua, con direcci¨®n de Jos¨¦ Luis G¨®mez, en el Mar¨ªa Guerrero. Asimismo, Mayorga form¨® una doble joint venture (?ltimas palabras de Copito de Nieve y Hamelin) con Animalario, el grupo madrile?o por antonomasia, liderado por Andr¨¦s Lima y Alberto San Juan, lastrados en sus peores momentos por un latoso af¨¢n sermoneador y t¨®pico, pero capaces de grandes logros sat¨ªricos y actorales (Alejandro y Ana; o la poderosa revisi¨®n de Marat /Sade, el cl¨¢sico de Peter Weiss, otra cota del Mar¨ªa Guerrero, bendecida por un diluvio de Premios Max).
La sala alternativa madrile?a de mayor prestigio sigue siendo Cuarta Pared, cuya cabeza visible, Javier Yag¨¹e, ha cosechado, en compa?¨ªa de Luis Gar?c¨ªa Araus, su mejor logro desde Las manos: Rebeld¨ªas posibles, una comedia cr¨ªtica que bien hubiera podido firmar Dario Fo, interpretada por j¨®venes actores y actrices de la escuela de la sala, entrar¨¢ el pr¨®ximo marzo en su segundo a?o en cartel. Tambi¨¦n cabe destacar la renovaci¨®n de la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico emprendida por su director art¨ªstico, Eduardo Vasco, que ha hecho realidad el triple sue?o de su fundador, Adolfo Marsillach: involucrar a un colectivo de escen¨®grafos, autores, t¨¦cnicos y, claro est¨¢, actores capaces de resistir las tentaciones del cine y la televisi¨®n; con dos elencos fijos, para simultanear los estrenos en el Pav¨®n y salir de gira con repertorio, y con la Joven Compa?¨ªa, formada en los talleres del centro, que debut¨® el pasado verano en Almagro con Las bizarr¨ªas de Belisa.
La facci¨®n de los j¨®venes airados se debate en el doble lazo de: a) predicar a convencidos (espectadores modernos, festivaleros de lujo), y b) convertirse en cuota pol¨ªtica: los discursos presuntamente radicales y/o nihilistas hacen arquear no pocas cejas cuando se emiten desde teatros p¨²blicos. Por supuesto, tienen todo el derecho del mundo a acceder a m¨¢s p¨²blico y m¨¢s pasta, pero la artaudiana Ang¨¦lica Liddell (cima: Y los peces salieron a combatir contra los hombres, en Cuarta Pared) o el no menos virulento Roger Bernat (cima: su ¨¦poca de oro capitaneando, a finales de los noventa, la compa?¨ªa General El¨¨ctrica) nunca han resultado m¨¢s autocomplacientes que cuando han pasado a la oficialidad, impregnando sus espect¨¢culos (Perro muerto en tintorer¨ªa, en el CDN, o Que alg¨² em tapi la boca, en el TNC) de un aire de pataleta cuyos corolarios subtextuales podr¨ªan ser: a) "Os escupir¨¦ en la cara para demostrar que no me hab¨¦is comprado", o b) "?Eso es lo que hab¨¦is comprado, no? Que os escupa en la cara". Hay un tercer subtexto, todav¨ªa m¨¢s peligroso: "Me da igual que veng¨¢is a verme o no, que os interese o no: al fin y al cabo cobro del erario". En cuanto a Rodrigo Garc¨ªa, que completa el tr¨ªo de ases enrag¨¦s, mucho me temo que sus reiterados estacazos antisistema (Haberos quedado en casa, capullos, y sus fatigosas variantes) apenas agitan el remolino del pelo de la muchachada que frecuenta sus espect¨¢culos, pero resulta mucho m¨¢s vigoroso cuando sustituye el desparrame por el texto, como certifican las suculentas imprecaciones, entre C¨¦line y Bukowski, de Borges y Goya.
Para terminar, ?qu¨¦ le falta a nuestro nuevo teatro? Digamos, mejor, qu¨¦ le sobra. Por parte del p¨²blico, la singular tendencia a considerar lejano cualquier conflicto dram¨¢tico situado diez kil¨®metros m¨¢s all¨¢ de sus l¨ªmites geogr¨¢ficos (o televisivos). Por parte de los profesionales, la pomposa autodefinici¨®n de creador (un virus muy europeo, la m¨¢s temible mixtura de la grandeur francesa y el mattatorismo italiano) aplicada al concepto "el director es la estrella": encarnaci¨®n de Dios en la Tierra y, por descontado, lo m¨¢s importante de la producci¨®n. Al otro lado de la calle (esto es, en los despachos de los programadores) sobra la abusiva utilizaci¨®n del verbo apostar y el sustantivo riesgo.
Quienes m¨¢s se llenan la boca con tales palabras suelen olvidar que una parte sustancial del juego es "arriesgarse a perder". Hagan memoria: ?cu¨¢ntas verdaderas apuestas de riesgo han visto ustedes ¨²ltimamente? Por lo que respecta a los actores, convendr¨ªa ir acabando con las eternas quejas: la eterna falta de presupuesto ("si yo tuviera los millones que le dan a ¨¦se/a"), la eterna falta de oportunidades ("claro, como yo no estoy en ning¨²n grupito"), la eterna falta de ensayos ("si hubi¨¦ramos tenido una semana m¨¢s"), la eterna falta de eco ("nuestro trabajo es demasiado vanguardista") o la eterna falta de cr¨ªticas favorables ("nunca le he ca¨ªdo simp¨¢tico/a").
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