Juguete roto
Quiero empezar negando la opini¨®n m¨¢s generalizada en Andaluc¨ªa y en Espa?a sobre el andalucismo pol¨ªtico: s¨ª, hay sitio para una opci¨®n pol¨ªtica de obediencia andaluza, como se suele decir para diferenciarla de aquellas cuyo centro de decisi¨®n se sit¨²a fuera de nuestro pa¨ªs. As¨ª lo ponen de manifiesto los estudios sociol¨®gicos m¨¢s solventes que sit¨²an su espacio, eso s¨ª, en torno a un 10%. Un porcentaje ciertamente no hegem¨®nico -tampoco lo es el nacionalismo en Catalu?a o Pa¨ªs Vasco- pero suficiente para tener una influencia importante, quiz¨¢ decisiva, en las pol¨ªticas andaluzas, que dar¨ªa much¨ªsimo juego en las espa?olas, como otras minor¨ªas demuestran cada legislatura, para desesperaci¨®n de los que no creen en la Espa?a plural y de muchos andaluces que, aunque nunca votan andalucista, se sienten frustrados en su ego y amor propio.
Ese nicho electoral existe, disperso y expectante. Es un error simple basado en un an¨¢lisis epid¨¦rmico pensar que ese voto est¨¢ ahora en el PP; es una manera ajena al andalucismo de eludir las propias responsabilidades y errores de los contendientes electorales, en particular el PSOE.
El fracaso de Coalici¨®n Andalucista es tan s¨®lo la expresi¨®n de la extinci¨®n de una expresi¨®n partidista del andalucismo que ha conseguido extenuar al electorado pero, en ning¨²n caso, la disoluci¨®n de una expectativa de voto latente de muchos andaluces a la espera de una opci¨®n que rompa con la trayectoria biol¨®gica de un proyecto condenado de nativitate por la visi¨®n personalista y patrimonialista de un personaje, Alejandro Rojas Marcos, que ha conseguido confundir a propios y ajenos y que amenaza con volver, de manera expl¨ªcita, aunque nunca se haya ido.
Ese sentido patrimonialista del ejercicio de la pol¨ªtica ha conducido al Partido Andalucista a tal dosis de consumo de colesterol del malo, a tal hipertensi¨®n constante que ha acabado en el infarto. La terapia siempre ha sido la misma: o Yo o el caos. De ah¨ª que cualquier asomo de progreso, autonom¨ªa, emancipaci¨®n del andalucismo a las solas ¨®rdenes de sus ¨®rganos de gobierno ha sufrido de manera indefectible la amputaci¨®n continua por parte de su progenitor que no ha dudado nunca en dejar al andalucismo sin piernas, brazos, tronco o cabeza con tal de seguir siendo el due?o de la pelota y, claro, si fuera necesario, acabar pinch¨¢ndola. As¨ª ha sido.
No, no ha sido el bipartidismo feroz el que ha acabado con el andalucismo. En la c¨²spide del modelo bipartidista, cuando se jugaban en el Estado cuestiones que ensombrec¨ªan otros debates, con unas elecciones tambi¨¦n hurtadas a la soberan¨ªa de los andaluces para decidir por separado, me refiero a 2004 y a los luctuosos momentos a los que nos enfrent¨¢bamos, incluida una guerra ilegal y genocida, el andalucismo resisti¨® y se gan¨® la confianza del pueblo andaluz con cinco esca?os.
No, no ha sido el entreguismo a los socialistas, al r¨¦gimen -t¨¦rmino acu?ado por la minor¨ªa paranoide que no se desanima por la voz mayoritaria del pueblo-. En pleno pacto de gobierno con el PSOE, el andalucismo obtuvo sus mejores resultados en unas elecciones municipales, tuvo representaci¨®n en Madrid y tambi¨¦n en Bruselas y mantuvo grupo y gobierno de coalici¨®n durante dos legislaturas, ¨²nica etapa de andalucismo ¨²til en su hist¨®rica por mucho que nost¨¢lgicos y esencialistas quieran ver poder andalucista en Abderrahman III y en la triste aunque valerosa existencia de don Blas Infante.
Los estudios sociol¨®gicos a los que antes me refer¨ª se?alan adem¨¢s que el andalucismo se sit¨²a en el centro izquierda, en la l¨ªnea de lucha por las libertades c¨ªvicas, por la igualdad y justicia social, el laicismo, la paz, la tolerancia, la solidaridad sin agravios comparativos, la Europa unida, por un Estado plural y com¨²n con el mayor autogobierno posible, dentro de los nacionalismos m¨¢s progresistas. Por eso, nadie entiende el no a Europa, el obstruccionismo al nuevo Estatuto que recoge reivindicaciones hist¨®ricas justamente peleadas durante d¨¦cadas con la oposici¨®n, entre otros, del propio Partido Socialista. Pero sobre todo, lo que no entiende el electorado es que el Nuevo Alejandrismo se deleite con los cantos de sirena de los reductos de la derecha m¨¢s montaraz, incluso a la derecha del PP, y que haga coincidir sus intereses y estrategias con los trabucaires, asustaviejas y el monaguillo diab¨®lico de la reacci¨®n y la involuci¨®n democr¨¢tica.
Nada de lo primero queda ya. El andalucismo m¨¢s numeroso es el Partido Andalucista del Exterior y nadie quiere volver al matadero. S¨®lo quedan andalucistas y un juguete roto.
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