Eternidad
La vida es vida porque ocurre en un tiempo y un lugar. Cualquier otra opci¨®n, sin espacio ni tiempo, es la no-vida: el horror inconcebible de la eternidad. Jorge Luis Borges plante¨® la cuesti¨®n de forma convincente en El inmortal: quienes no pod¨ªan morir se abandonaban, indiferentes, porque todo carec¨ªa de valor.
Si fuera posible algo tan imposible como la eternidad, se parecer¨ªa a la televisi¨®n. Ser¨ªa, por ejemplo, algo como Yo estuve all¨ª, un programa "entra?able, ameno, emocionante y divertido" (eso dice la publicidad de TVE) que "rescata la memoria hist¨®rica de nuestro pa¨ªs". La inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n espa?ola no asisti¨®, el s¨¢bado por la noche, a su estreno. Yo, s¨ª. Lo cual significa, probablemente, que organizo mal mis fines de semana.
El programa, conducido por una presentadora despierta, Carolina Ferre, y un humorista inteligente, Javier Cansado, cont¨® entre sus invitados con Lolita Flores y Alfonso Guerra. Dado que la eternidad iguala, fueron evocados acontecimientos comparables de hace un cuarto de siglo, como la tumultuosa boda de Lolita y la arrolladora victoria electoral del PSOE en 1982.
?Qu¨¦ se extrajo de las im¨¢genes y de los testimonios de quienes vivieron aquello? Pues que hab¨ªa mucha gente. Que aquello ocurri¨®. Que ya es nada. Que no hay significado. Que ni Ferre, ni Cansado ni nadie pueden sacar a flote el invento. Que la f¨®rmula gore-nost¨¢lgica de Cine de barrio funciona porque ofrece una pel¨ªcula, un artefacto de un tiempo y un lugar.
No hay memoria ni historia si no hay presente. Sin el punto de vista de hoy, el pasado carece de sentido y el futuro es una hip¨®tesis incoherente. Resultaba inquietante contemplar a Alfonso Guerra, el diputado espa?ol m¨¢s veterano, un hombre que gana con holgura su esca?o de Sevilla desde 1977, sentado ante la se?ora Ferre en aquel sof¨¢ rojo. No era el Guerra de 1982, ni el de 2008. Era un personaje en un programa. Faltaba contexto. Faltaba sentido. Una met¨¢fora de la vida eterna.
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