Domingo de Ramos
Es domingo de Ramos. Las campanas anuncian las once de la ma?ana y en la iglesia de Sant Agust¨ª, en el Raval, no cabe un alma; es la ¨²nica de Ciutat Vella que luce completamente atiborrada. Sus fieles, en su mayor¨ªa inmigrantes, asisten a ese templo para recibir el serm¨®n en su lengua materna: el tagalo y el castellano; pero sobre todo, porque en su interior se encuentran las v¨ªrgenes y los santos patronos de sus pa¨ªses.
Se oyen los c¨¢nticos en tagalo de m¨¢s de 700 filipinos que han llegado a la bendici¨®n de ramos desde las diez de la ma?ana; fuera en el portal, una multitud de latinoamericanos espera impaciente poder entrar y atender la misa en castellano. "Oye c¨®mo se est¨¢ alargando la misa de los filipinos", dice una mujer. "?Cuidado con el ni?o, que te lo machucan!", advierte otra al sentir que el espacio se hace m¨¢s y m¨¢s peque?o. "?Juanita! Ac¨¢ estamos", grita un joven. "?Vaya ya termin¨®!", dice una m¨¢s.
Un mar de filipinos sale del templo cargando espectaculares ramos de palma, que contrastan con los modestos ramos de laurel que llevan los latinoamericanos: "es que los de palma est¨¢n muy caros, pero lo que importa es la fe", explica Jacinta, una ecuatoriana que forma parte del coro de la iglesia, mientras ve pasar la procesi¨®n filipina que parece no tener fin. Entre el tumulto, aparecen los rostros de raza malaya que se confunden entre el humo del incienso y los ramos que les cubren. Cuando avistan a los ¨²ltimos, se abalanzan: "pidito, rapidito Malena y cuidado con el escal¨®n".
Ah¨ª va el ni?o Gustavo de 10 a?os, quien lleg¨® de Paraguay hace un mes para reunirse con su madre despu¨¦s de tres a?os de separaci¨®n. Lleva en su mano una veladora que dejar¨¢ a la Virgen de Caacup¨¦, la que salv¨® de la muerte a un indio guaran¨ª. Gustavo tambi¨¦n es guaran¨ª y le gusta mostrar que es valiente: "Cuando volv¨ª a ver a mi mam¨¢ me puse alegre, pero no llor¨¦".
Los peque?os entran a la iglesia bien peinados con el cabello relamido y los padres se han puesto sus mejores ropas. Un mont¨®n de cochecitos de beb¨¦s se quedan en las orillas, a unos les coge la hora de la papilla y entre un am¨¦n y otro, se van a un rinc¨®n a alimentar al cr¨ªo. Otras madres llevan a sus hijos a la capilla del Roser, donde est¨¢n la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba; el Se?or de los Milagros, patrono del Per¨²; la Virgen de Guadalupe, patrona de M¨¦xico, y la Virgen de Caacup¨¦, patrona del Paraguay.
En esa iglesia, durante la Semana Santa no s¨®lo aflora la devoci¨®n, sino tambi¨¦n la identidad. "?Mira! la del manto violeta es nuestra virgen, hijo", le explica una madre a su ni?o que no para de se?alar las im¨¢genes. "?Aquella virgen morena es la que te cuida mija!", se?ala un padre refiri¨¦ndose a la Guadalupe que se le apareci¨® a un indio N¨¢huatl.
Cruzando La Rambla, la iglesia de la Merc¨¨, en el barrio G¨°tic, luce casi vac¨ªa, s¨®lo mujeres mayores acompa?adas por amigas del barrio y una que otra pareja de ancianos que se hacen compa?¨ªa frente a la patrona de Barcelona. Las pocas familias que van con ni?os esperan fuera de la iglesia, donde los peque?os juegan a los espadachines con las varas de palma a las que han puesto golosinas y mu?ecos de peluche. Intentan aventarse a la fuente, pero son frenados por sus padres, quienes se entretienen haci¨¦ndose fotos con los parientes que han llegado de La Mancha para la Semana Santa.
"?Venga, Xavi!, ponte pa' la foto". "?Mirad! ?Mirad! ?Sonre¨ªd!".
Llegan otros. Echan una rezada expr¨¦s y salen a la plaza de la Merc¨¨ a tomar el sol, donde se encuentran con otros vecinos como Consol, quien ha vivido 60 a?os en el G¨°tic y lleva los mismos visitando la iglesia: "As¨ª es nena, la mitad de los que ven¨ªan ya est¨¢n muertos y los j¨®venes ya no vienen".
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