Emergencia americana
La amenaza de recesi¨®n en EE UU no puede recibirse con indiferencia desde Europa
Con independencia del desenlace de la crisis financiera en EE UU, no puede decirse que la Reserva Federal no est¨¦ haciendo todo lo posible por neutralizarla. Cuesti¨®n distinta es que acabe teniendo ¨¦xito. La nueva reducci¨®n de 0,75 puntos en los tipos de inter¨¦s sobre los fondos federales, hasta situarlos en el 2,25%, es la ¨²ltima de un rosario de medidas que dif¨ªcilmente acabar¨¢ con el v¨ªa crucis que est¨¢ atravesando aquel sistema financiero. Y, por extensi¨®n, el de la mayor¨ªa de las econom¨ªas del mundo.
La crisis de las hipotecas subprime ha quebrantado la confianza en el conjunto de las instituciones financieras. Las cuantiosas p¨¦rdidas de algunas de ellas justifican parcialmente ese temor, pero la insuficiencia de informaci¨®n sobre su estado sigue bloqueando las transacciones en los mercados mayoristas. La ausencia de liquidez extiende las dificultades a los bancos inicialmente solventes. El cr¨¦dito al sector real de las econom¨ªas se resiente y, con ¨¦l, el crecimiento y el empleo. Los inversores huyen de los activos financieros con algo de riesgo y su precio se precipita arrastrando a la moneda que los denomina, el d¨®lar.
La amenaza de recesi¨®n es lo que ha llevado a la Reserva Federal a desplegar una amplia bater¨ªa de actuaciones innovadoras y no exentas de controversia: masivas inyecciones de liquidez, creaci¨®n de nuevas modalidades de subasta, ampliaci¨®n de las posibilidades de descuento, reducciones de tipos de inter¨¦s o incluso la participaci¨®n directa en el salvamento del banco de inversi¨®n Bearn Stearn. Algunas son medidas no previstas en su estatuto y otras constituyen un apoyo concreto a entidades; todas, en definitiva, expresan una gran flexibilidad y demuestran que se ha arrumbado la ortodoxia para evitar males mayores. Que quiebre alguna de las grandes instituciones financieras es uno de esos males a evitar para EE UU y para el resto del mundo.
No es necesario un desenlace de semejantes proporciones para que el impacto de esta crisis financiera en Europa sea m¨¢s severo del observado hasta ahora. Por eso llama la atenci¨®n la relativa indiferencia que exhiben las autoridades econ¨®micas de la regi¨®n, incluido el Banco Central Europeo (BCE). Adem¨¢s del impacto sobre la actividad econ¨®mica, particularmente la inversi¨®n, el conjunto del sistema bancario europeo puede verse afectado si los problemas persisten al otro lado del Atl¨¢ntico. Y no hay indicios de que hayan acabado.
La demostrada solvencia del sistema bancario espa?ol no significa que sus entidades est¨¦n a salvo de la intensificaci¨®n de los problemas de liquidez si la confianza no se restaura. Ya se da por descontado que la intensa apelaci¨®n que han hecho en los ¨²ltimos a?os a la captaci¨®n de cr¨¦dito exterior no podr¨¢ mantener su ritmo. La cuesti¨®n m¨¢s relevante es arbitrar las actuaciones necesarias para, al menos, no colapsar el moderado crecimiento de la inversi¨®n en el sector privado.
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