Sobre el nacionalismo pol¨ªtico
El momento de abrir una reflexi¨®n en el campo del nacionalismo pol¨ªtico catal¨¢n parece que ha llegado. El origen de esta reflexi¨®n no puede ser ¨²nicamente el desenlace electoral del pasado 9 de marzo. Aunque indudablemente estos resultados empujan a la reflexi¨®n, es indiscutible que son expresi¨®n de una realidad social que ni nace con las elecciones ni muere con ellas. Es precisamente esa realidad la que el nacionalismo y en particular el soberanismo parece no conocer suficientemente o lo que ser¨ªa peor: no quiere reconocerla.
Es evidente que hubo bipolarizaci¨®n y que la atenci¨®n medi¨¢tica estuvo sesgada a favor de los grandes. Pero quien crea que con esta lectura justifica los malos resultados del nacionalismo pol¨ªtico y que con los malos resultados concluye la diagnosis sobre su situaci¨®n, se equivoca.
Los nacionalistas deben aceptar que las bases del catalanismo son m¨¢s amplias que las que ellos representan
Una primera cuesti¨®n que el nacionalismo tiene que aceptar es la de la emergencia de esa realidad social a la que antes me refer¨ªa y que empieza a dar muestras de abatimiento ante las propuestas del nacionalismo pol¨ªtico o que, en cualquier caso, no las encuentra lo suficientemente seductivas para respaldarlas mayoritariamente.
Todos los indicios apuntan que la sociedad catalana no se siente motivada para seguir a unos dirigentes, a sus formaciones ni, lo que es m¨¢s relevante, a unas propuestas pol¨ªticas que se presentan bajo la bandera del nacionalismo. Si aceptamos como algo evidente (lo evidencian decenas de estudios sociol¨®gicos) que una mayor¨ªa de la sociedad catalana comparte la idea y el sentimiento de que Catalu?a es una naci¨®n y que como tal requerimos de mayores cotas de autogobierno, a la pregunta que las formaciones nacionalistas deber¨ªan dar respuesta es por qu¨¦ no consiguen agrupar a esa amplia mayoria social que los estudios nos dicen que existe.
Mirando las encuestas hay quienes confunden un sentimiento mayoritariamente catalanista, como el que expresa la sociedad catalana, con la oportunidad de fijar un debate pol¨ªtico metanacional como elemento de enganche para crear esa mayor¨ªa pol¨ªtica en Catalu?a.
Como he dicho antes, en este pa¨ªs hay una mayor¨ªa social que comparte lo fundamental de un proyecto nacional catal¨¢n, pero no se dan las articulaciones pol¨ªticas adecuadas para liderarlas bajo la etiqueta del nacionalismo. ?se, y no otro, es el problema del nacionalismo pol¨ªtico catal¨¢n.
Esto se podr¨ªa atribuir a diversos motivos. Yo, en cualquier caso, quiero llamar la atenci¨®n sobre uno: los partidos que asumen un proyecto nacional catal¨¢n son m¨¢s que los partidos que se reivindican desde el nacionalismo. Eso, por ejemplo, explicar¨ªa la relativa comodidad del PSC que, compartiendo los elementos de base del catalanismo, nunca ha querido ser identificado con el nacionalismo y a su vez los nacionalistas, CiU en particular, han negado dimensi¨®n catalanista al proyecto socialista catal¨¢n.
Nos podemos preguntar si nacionalismo y catalanismo son la misma cosa. Quiz¨¢ desde una perspectiva historicista o en el campo de la teor¨ªa pol¨ªtica la respuesta deba ser afirmativa. Desde una visi¨®n de sociologia pol¨ªtica es evidente que no, que no son lo mismo, y quiz¨¢ eso se deba a que mientras el catalanismo ha sido siempre un espacio plural, compartido por distintas familias ideol¨®gicas -del PSUC a UDC- el nacionalismo ha querido ser monopolizado pol¨ªticamente por CDC. A¨²n est¨¢ viva la memoria de la denominaci¨®n de Partit Nacionalista Catal¨¤ que hasta bien entrados los ochenta se pod¨ªa encontrar bajo las siglas de CDC. El nacionalismo pol¨ªtico utilizado como elemento identificador del partido y a la vez excluyente del resto de formaciones.
Ahora a¨²n hay quien afirma que catalanismo y nacionalismo son la misma cosa, con el objetivo de negar al PSC la etiqueta de catalanista, los mismos que intentan levantar la casa comuna del catalanismo con un proyecto identificado al mismo partido que en su momento quer¨ªa ser el Partit Nacionalista Catal¨¤. En cualquier caso, y dejando al margen el debate sobre si nacionalismo y catalanismo son lo mismo, parece razonable afirmar que una parte de la sociedad catalana que cree y se identifica con un proyecto nacional catal¨¢n no s¨®lo no se siente inc¨®moda votando a partidos no nacionalistas porque en ellos tambi¨¦n aprecian la existencia de un elemento com¨²n con el proyecto de la Catalu?a nacional que ellos sienten, sino porque lo encuentra lo m¨¢s natural del mundo.
El nacionalismo pol¨ªtico debe recapacitar sobre si puede seguir siendo el que interprete en situaci¨®n de monopolio lo que es Catalu?a y lo que conviene al futuro nacional de este pa¨ªs. Deber¨ªa aceptar que las bases pol¨ªticas del catalanismo son mucho m¨¢s amplias que las que ellos representan y tambi¨¦n reconocer que en los ¨²ltimos a?os el discurso nacionalista se ha distanciado excesivamente de la cotidianidad, de lo que preocupa e interesa a la gente que vive en Catalu?a. Un nacionalismo que tampoco ha sabido mantener una l¨ªnea coherente entre sus discursos y su pr¨¢ctica. Y al final eso tiene su precio.
Llegan momentos en los que quiz¨¢ sea necesario recuperar el esp¨ªritu de los tiempos de Solidaritat Catalana. El despliegue del Estatuto, la nueva financiaci¨®n y el d¨¦ficit de infraestructuras son temas clave para mirar el futuro de la sociedad catalana con mayor tranquilidad. Y no es evidente que el Gobierno de Zapatero est¨¦ a la altura de sus compromisos. La primera cuesti¨®n es si el catalanismo gobernante sabr¨¢ asumir el papel de liderazgo que las urnas le han otorgado para presionar en esos asuntos. La segunda cuesti¨®n es si el nacionalismo pol¨ªtico que hoy est¨¢ en la oposici¨®n sabr¨¢ respaldar a quienes toca liderar el catalanismo pol¨ªtico en nuestros tiempos o se volver¨¢ a perder en caminos sin salida.
jspicanyol@hotmail.com
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