Las ra¨ªces de la desigualdad
La teor¨ªa de la costilla de Ad¨¢n hizo mucho da?o a las mujeres. Es una teor¨ªa, nunca demostrada, que se admite por fe -es decir, creer lo que no se ve- y se opone a la ciencia por definici¨®n. La investigaci¨®n la ha convertido en un cuento infantil con aviesas intenciones. Porque ha sustentado un modelo de vida. La supuesta debilidad de la mujer hab¨ªa sido la primera e inmisericorde excusa, derruida ya en un mundo que gira, tiembla, cae y se levanta con que un s¨®lo dedo pulse un bot¨®n.
Cuesta levantar la inmensa mole, sin embargo. Llueven siglos y el modelo imperante para ejercer la capacidad de decisi¨®n sigue siendo masculino. Los hombres pueblan consejos de administraci¨®n y foros de influencia. La mujer triunfadora copia su papel y sus reglas, aunque algo est¨¢ cambiando. En estas circunstancias -y con la colaboraci¨®n de muchas mujeres que refuerzan el patr¨®n con comportamientos de matriarcado-, no es extra?o que algunos hombres se crean obligados a defender "lo que es suyo por derecho", juzgando, condenando y ejecutando a la transgresora. Faltan medios y la Ley Integral contra la Violencia de G¨¦nero tiene lagunas, la justicia a veces se quita la venda del ojo derecho, pero nada se arreglar¨¢ sin un cambio de mentalidad. En torno a 85.000 mujeres se encuentran bajo protecci¨®n judicial tras presentar denuncia por malos tratos. Har¨ªan falta 255.000 polic¨ªas para cubrir los tres turnos de vigilancia con una cierta garant¨ªa. Y, a¨²n as¨ª, no se suprimir¨ªa completamente la posibilidad, porque matar es f¨¢cil.
La teor¨ªa de la costilla de Ad¨¢n ha sustentado un modelo de vida
El problema est¨¢ en el fondo, y hay que cambiar los esquemas. En el colegio, en casa, en la sociedad que a veces presta un t¨¢cito apoyo "comprendiendo" estas situaciones, en las doctrinas morales que, sin sonrojo, califican a los malos tratos como "fruto amargo de la revoluci¨®n sexual". As¨ª lo hicieron los obispos espa?oles.
La educaci¨®n es clave porque a¨²n sigue siendo el escollo. Habr¨ªa que aclarar en los libros de texto que las mujeres han sido en la Historia algo m¨¢s que Reinas. Los colegios que separan a ni?os y ni?as asisten a un sordo auge. Argumentan que cerebros, maduraci¨®n y actitud son distintos en uno y otro sexo. Cierto. No existe la uniformidad. Pero dejemos que unos y otras asuman sus hormonas porque el premio no tiene precio: conocerse, saber que la ni?a que alborota las entra?as, r¨ªe, llora, se empe?a y se preocupa... como ¨¦l.
Con todo, la raz¨®n fundamental de la desigualdad se centra en la capacidad de la mujer para gestar una vida. Se puede materializar o no, pero existe la "amenaza". Supuesto germen de fragilidad, nido eterno, condicionar¨¢ su vida. Ese vientre -que se abulta durante nueve meses y que algunas veces, a algunas mujeres, les saca del trabajo- es un obst¨¢culo especialmente para el desarrollo econ¨®mico. Y, lo que es peor, hace reaccionar a la mujer con sentimiento de culpa porque obstruye ganancias propias y ajenas.
?Es la maternidad una variable econ¨®mica? Entonces ?con todas las consecuencias! Joaqu¨ªn D¨ªaz Recasens, jefe de Ginecolog¨ªa de la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz de Madrid, me descubri¨® en una entrevista el mayor contrasentido: "En un liberalismo m¨¢s amplio se pagar¨ªa mucho por conseguir una mujer que te diera un hijo. ?Por qu¨¦ no se valora? Eso debiera entrar en el mercado como cualquier otro valor. Alguien tendr¨ªa que comprar ese producto maravilloso: es la perpetuaci¨®n de la especie".
La pareja es cosa de dos y la familia de todos sus integrantes. Sin embargo, para los hombres el hogar compone una red de afecto acondicionada a sus necesidades b¨¢sicas, pero ?tiene reposo la guerrera? La soledad y renunciar al privilegio y el gozo de tener hijos suele ser el precio, si se quiere hacer carrera. En el civilizado norte de Europa, el hombre comparte las tareas del hogar en el que vive y cuida de los hijos de los que es padre. En Espa?a, a¨²n habiendo progresado en ese terreno, casi el 70% no realiza ninguna tarea dom¨¦stica. Pero all¨ª tambi¨¦n hay violencia machista. Menos que en Espa?a, a pesar de la leyenda que sit¨²a a Suecia a la cabeza mundial del maltrato a la mujer. Y est¨¢ en retroceso. Sucede que cada agresi¨®n se denuncia. Aqu¨ª, comienza a hacerse. En los pa¨ªses menos desarrollados, ni se plantean el maltrato como tal. Algunas culturas "tienen prohibido pegar a la mujer durante el embarazo, pero no despu¨¦s de parir, y hemos tenido que intervenir en el propio hospital", explica D¨ªaz Recasens. La primac¨ªa masculina arrastra un largo recorrido. El poder, como losa.
Cambiemos la mentalidad desde la infancia. Con todos los medios. Hag¨¢moslo hombres y mujeres, juntos. S¨®lo los maltratadores son el enemigo. Si se lucha por establecer una relaci¨®n equilibrada de dos seres libres, los a?os terminan por madurar una nueva tesis feminista. La que esboz¨® la poeta nicarag¨¹ense Gioconda Belli: "No puedo cantar a la liberaci¨®n femenina, si no te canto y te invito a descubrir liberaciones conmigo". En todos los ¨¢mbitos de nuestra vida, la diferencia -que no desi-gualdad- suma. Un todo sublime que puede derribar barreras infranqueables. Ning¨²n inter¨¦s sesgado debe, al menos, interponerse entre nosotros.
Rosa Mar¨ªa Artal es periodista y escritora.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.