Maestro de historiadores
Me comunican la dolorosa pero no del todo inesperada noticia del fallecimiento de mi maestro y amigo Josep Benet Morell, y mientras me aplico a perge?ar estas l¨ªneas en su memoria me viene el gran interrogante que en estos ¨²ltimos tiempos me hab¨ªa planteado: ?c¨®mo pudo manifestarse con tanta vehemencia contra el Memorial Democr¨¢tico, afirmando que destruye la transici¨®n pac¨ªfica, cuando fue ¨¦l quien a tantos de nosotros, personalmente o desde el Centre d'Hist¨°ria Contempor¨¤nia de Catalunya que hab¨ªa creado y presidido, nos ayud¨® a investigar la verdad hist¨®rica y a destruir la mentira franquista?
Al calor del Concilio Vaticano II imparti¨® en el Centre d'Estudis Pastorals de Barcelona unos cursos sobre nuestra historia contempor¨¢nea que entusiasmaban a los sacerdotes, religiosos y tambi¨¦n seglares que en gran n¨²mero los frecuentaban. Pero tuvo que dedicarse m¨¢s intensamente a su bufete de abogado, y entonces me pidieron que le sustituyera. Cuando le ped¨ª consejo sobre el mejor modo de dar aquellas clases, nunca olvidar¨¦ que me dijo: "Si llegas a hacerles entender que las cosas no fueron simples, ya habr¨¢s logrado algo muy importante".
Nos ayud¨® a investigar la verdad hist¨®rica y a destruir la mentira franquista
Siempre me he considerado disc¨ªpulo suyo, no por haber asistido a sus clases, sino por haber seguido las pautas historiogr¨¢ficas que ¨¦l me marcaba. D¨¦jenme evocar algunas. ?l fue quien me dio un argumento incontrovertible contra la llamada cruzada: el alzamiento no se hizo en defensa de la Iglesia, porque hab¨ªa examinado todos los bandos de declaraci¨®n de estado de guerra y no hab¨ªa ni uno solo que mencionara como motivo la religi¨®n. Otra cosa es que, por varias razones, en poco tiempo el pronunciamiento se convirtiera a posteriori en guerra de religi¨®n. De ah¨ª otra frase suya: "Los extremistas asesinos e incendiarios le sirvieron en bandeja a Franco el t¨ªtulo de cruzada, que le ser¨ªa muy ¨²til". Y puesto a citar sentencias luminosas de Benet, me viene ¨¦sta a la memoria: "Del otro lado no sali¨® ning¨²n barco". Se refer¨ªa a que la Generalitat salv¨® de las garras de la FAI a todos cuantos curas, religiosas, burgueses y gente de derechas pudo, d¨¢ndoles pasaportes si era preciso falsos y embarc¨¢ndoles a miles en buques italianos y franceses, mientras que en el otro bando s¨®lo pudieron salir a unos pocos.
Exhortaba siempre a ir a las fuentes. De la famosa La guerra civil espa?ola 1936-1939 de Hugh Thomas, sin dejar de valorar su esfuerzo de imparcialidad, que superaba el partidismo entonces imperante, y que por eso a m¨ª me deslumbraba, me coment¨® que aquel autor brit¨¢nico hab¨ªa le¨ªdo y confrontado muchas obras de una y otra tendencia, pero hab¨ªa acudido poco a las fuentes, y que por eso daba por bueno aquello en que rojos y blancos coincid¨ªan, lo cual no era siempre criterio seguro; por ejemplo, a prop¨®sito de Catalu?a, Franco y Negr¨ªn coincid¨ªan en preferir una Espa?a roja (o azul) a una Espa?a rota; y en cuanto al papel del Vaticano, a ambos bandos conven¨ªa, aunque por razones opuestas, sostener que el Papa hab¨ªa estado desde el principio plenamente implicado en el alzamiento.
Una caracter¨ªstica de Josep Benet ha sido la multiplicidad de campos en que se movi¨®. He hablado de ¨¦l como historiador, pero fue tambi¨¦n agitador, escritor, promotor de ediciones legales y tambi¨¦n clandestinas, organizador de campa?as de resistencia cultural, pol¨ªtico notable y competente abogado, particularmente como defensor ante el Tribunal de Orden P¨²blico (TOP). Terminar¨¦ con una an¨¦cdota de este ¨²ltimo aspecto. En 1994 se celebr¨® en Madrid un simposio sobre Pablo VI y Espa?a. Quer¨ªa ser un desagravio a aquel Papa, acusado en el tardofranquismo de "no amar a Espa?a", cuando simplemente hab¨ªa procurado que la Iglesia no se identificara con la dictadura. A lo largo de todo el simposio se alud¨ªa una y otra vez al telegrama que monse?or Montini, siendo arzobispo de Mil¨¢n, hab¨ªa enviado a Franco pidiendo clemencia para el estudiante Jordi Conill, condenado a muerte. El Gobierno, para desacreditar al prelado, dijo entonces que no se le hab¨ªa dictado pena de muerte. Los ponentes del simposio y los que interven¨ªan en el coloquio sal¨ªan una y otra vez en defensa de la recta intenci¨®n de Montini, pero criticaban a los que le hab¨ªan informado mal y as¨ª lo hab¨ªan dejado en una posici¨®n desairada. Josep Benet, siempre discreto, asist¨ªa en silencio a los debates, pero el ¨²ltimo d¨ªa pidi¨® la palabra, alegando que ¨¦l hab¨ªa sido el abogado defensor de Conill. En el juicio sumar¨ªsimo celebrado en Barcelona se le hab¨ªa impuesto la pena de 30 a?os de reclusi¨®n, pero el capit¨¢n general disinti¨® de la sentencia y el caso pas¨® al Consejo Supremo de Justicia Militar, que hab¨ªa elevado la pena de prisi¨®n a la de muerte. Esto le constaba -sigui¨® explicando Benet- porque en la justicia militar si la pena era de muerte no se hac¨ªa p¨²blica hasta que fuera firme, es decir, hasta que se hubieran agotado todos los recursos y peticiones de indulto, y s¨®lo entonces se comunicaba al reo y a su defensor, unas horas antes de la ejecuci¨®n. En aquel proceso se hab¨ªan notificado a algunos de los acusados varias penas de prisi¨®n, pero nada se hab¨ªa dicho a Conill, por lo que ten¨ªa la certeza de que la pena era capital, de modo que cuando ¨¦l, Benet, hizo enviar aquel telegrama a Montini no le enga?¨®, y el telegrama del arzobispo de Mil¨¢n a Franco hab¨ªa salvado la vida al acusado. Se hizo un gran silencio en el simposio madrile?o.
Benet hab¨ªa estado en la Escolan¨ªa de Montserrat y luego en los jesuitas de Sarri¨¢. El m¨ªtico inspector Vicente Juan Creix, en uno de los muchos interrogatorios a que le someti¨®, le dijo un d¨ªa: "Formado en los benedictinos de Montserrat y en los jesuitas, as¨ª nos ha salido usted".
Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.