Ciencia democr¨¢tica, pol¨ªtica responsable
?ltimamente se oyen voces, como la del fil¨®sofo Daniel Innerarity en este mismo peri¨®dico, que reclaman que la ciencia se democratice. La ciencia es demasiado importante, dicen, para dejarla s¨®lo en manos de los cient¨ªficos. ?Qu¨¦ estaremos haciendo mal para que propuestas como ¨¦sta nos parezcan casi l¨®gicas? A mi modo de ver, dos son las causas principales, y las dos tienen que ver con la correcta definici¨®n de las funciones de la ciencia y de los l¨ªmites de cada una de ellas.
Del cambio clim¨¢tico a la clonaci¨®n, de la terapia g¨¦nica a los transg¨¦nicos, existen muchas cuestiones que preocupan a la sociedad que tienen un componente cient¨ªfico esencial. La sociedad pide a los cient¨ªficos que analicen estos problemas y le aconsejen sobre las posibles soluciones; que desarrollen nuevas t¨¦cnicas, nuevas terapias, que busquen soluciones; y tambi¨¦n, cada vez m¨¢s, que se decidan a dejar el laboratorio y creen peque?as empresas de base tecnol¨®gica. Que sean realmente ¨²tiles y colaboren en dinamizar la nueva econom¨ªa del conocimiento. As¨ª las cosas, acabamos viendo al cient¨ªfico en un doble o a veces triple papel de experto, empresario e, incluso, pol¨ªtico, y es comprensible que esto resulte inquietante. ?Por qu¨¦ tendr¨ªamos que creer a un cient¨ªfico, por eminente que sea, cuando nos asesora sobre una tecnolog¨ªa prometedora si ¨¦l mismo ha creado una empresa para explotarla?
?ste es ciertamente un problema que se ha acentuado en los ¨²ltimos a?os. El indudable ¨¦xito de la ciencia en producir conocimiento que puede ser aplicable al desarrollo tecnol¨®gico, y por lo tanto tener un valor mercantil, hace que ¨¦sta se est¨¦ convirtiendo en su funci¨®n principal. En una sociedad en la que la utilidad y el rendimiento alcanzan las m¨¢s altas cotas de prestigio no es extra?o que la ciencia no rentable se vaya relegando a los m¨¢rgenes del sistema. Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil conseguir dinero para investigar si no se orienta la investigaci¨®n hacia objetivos aplicados y se valora, y a menudo se exige, la participaci¨®n directa de las empresas en la investigaci¨®n.
En los ¨²ltimos a?os la presi¨®n sobre los cient¨ªficos para que se conviertan ellos mismos en empresarios ha aumentado considerablemente. Y aunque la existencia de cient¨ªficos-empresarios sea beneficiosa para la econom¨ªa y nuestro tejido industrial, corremos el riesgo de identificar a esta ciencia con la ciencia misma, con toda la ciencia. M¨¢s que nunca necesitamos ciencia no directamente productiva, y no s¨®lo porque es la fuente de la ciencia rentable del futuro, sino porque necesitamos cient¨ªficos independientes que puedan asesorarnos en problemas complejos de base cient¨ªfica.
La segunda raz¨®n que podr¨ªa explicar el recelo creciente que genera la ciencia y los cient¨ªficos podr¨ªa buscarse en el uso y el abuso pol¨ªtico de la ciencia. Existen distintas organizaciones y agencias de an¨¢lisis y asesor¨ªa cient¨ªfica a las que nuestra sociedad puede acudir, y de hecho acude. Sin embargo, para que el sistema funcione correctamente, no s¨®lo es indispensable que el trabajo de estas agencias se base en el rigor y la independencia de sus cient¨ªficos, tambi¨¦n es esencial que la sociedad utilice correctamente la informaci¨®n que le proporcionan. Es decir, que una vez asesorados en sus aspectos cient¨ªficos, los pol¨ªticos, teniendo en cuenta las otras muchas caras que los problemas complejos tienen, tomen una decisi¨®n pol¨ªtica y, sobre todo, la justifiquen como tal.
Demasiado a menudo se busca una ciencia a medida que justifique determinadas decisiones pol¨ªticas o se opta por desprestigiar a quienes no asesoran en una determinada direcci¨®n. No se puede negar el calentamiento global para justificar el no tomar medidas de ahorro energ¨¦tico con un coste evidente para la econom¨ªa o el nivel de vida de los ciudadanos, de la misma forma que no se puede bloquear el cultivo de transg¨¦nicos parapet¨¢ndose en unos supuestos problemas ambientales o para la salud que ning¨²n estudio cient¨ªfico riguroso avala.
Si cuando hablamos de democratizar la ciencia estamos hablando de introducir criterios pol¨ªticos en el dise?o, el an¨¢lisis y la interpretaci¨®n de los resultados experimentales, estamos pidiendo el fin de la ciencia como tal. Permitamos que los cient¨ªficos hagan su trabajo, preservemos una ciencia no rentable y responsabilic¨¦monos todos de nuestras decisiones pol¨ªticas. La democracia saldr¨¢ ganado.
Josep M. Casacuberta es Investigador Cient¨ªfico del CSIC y miembro del Panel de Organismos Modificados Gen¨¦ticamente (OGM) de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.