Pilar L¨®pez, maestra del baile
Fue la gran referencia del flamenco cl¨¢sico
Pilar L¨®pez J¨²lvez (San Sebasti¨¢n, 1912) era una mujer inolvidable. Por lo que fue, por c¨®mo lo fue, y por la manera en que lo sab¨ªa y lo contaba. Pilar era inteligente, sarc¨¢stica e inapelable sin interrupci¨®n. Un personaje cl¨¢sico, un trueno de genio y de sabidur¨ªa, que atesoraba la memoria vivida y bailada de la edad de plata, y que dio al flamenco y al baile espa?ol, con sus coreograf¨ªas y su olfato para detectar talento donde otros no ve¨ªan nada de particular, la identidad del arte grande y un sello inequ¨ªvoco marcado por la calidad, la profesionalidad, el rigor. Pilar muri¨® ayer, en la cl¨ªnica de la Luz de Madrid, a los 96 a?os, pero su estela de gran maestra del baile del siglo XX vuela hace mucho por el espacio y el tiempo.
Nacida para la danza a la sombra de su hermana mayor, la gigantesca Encarnaci¨®n L¨®pez, La Argentinita, genial bailaora y core¨®grafa, cantante de voz peque?a pero doliente, adem¨¢s de comadre de Federico Garc¨ªa Lorca, amante de Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas y responsable m¨¢xima de la dignificaci¨®n del arte flamenco en los a?os veinte y treinta del siglo pasado, Pilar consigui¨® hacerse un nombre propio antes de que Encarna muriera en Nueva York.
Las hermanas formaron una compa?¨ªa imbatible: fusionaron lo espa?ol y lo flamenco, el tac¨®n y la zapatilla, la poes¨ªa popular y la m¨²sica cl¨¢sica, las coreograf¨ªas m¨¢s dulces y sofisticadas con la rabia gitana. Juntas dejaron para la historia espect¨¢culos como Las calles de C¨¢diz, un gran musical flamenco que financi¨® el torero intelectual S¨¢nchez Mej¨ªas, y los a?os del exilio, en Francia primero y luego en Estados Unidos, fueron una sucesi¨®n de ¨¦xitos colosales, compitiendo con Carmen Amaya por el fervor del p¨²blico y el favor del superagente Sol Hurok, aquel genio jud¨ªo cuya m¨¢xima era: "Si no tienen temperamento, no los quiero".
Sobrada de temperamento y de experiencia, a su vuelta a Espa?a Pilar se retir¨® durante casi un a?o para cumplir el luto por su hermana; sus amigos, entre otros Edgar Neville, que la film¨® en plenitud en la pel¨ªcula documental Duende y misterio del flamenco, la convencieron para volver. Lo hizo a lo grande, con una compa?¨ªa renovada y coreograf¨ªas nuevas y propias. La noche del regreso volaron los sombreros en el teatro.
Pilar L¨®pez dio varias veces la vuelta al mundo, y entre clamor y clamor, fue esculpiendo su clasicismo insobornable en nuevos bailarines, tipos desconocidos y que a priori no parec¨ªan dotados. Roberto Xim¨¦nez, Antonio Gades, Manolo Vargas, Rafael Ortega, El G¨¹ito... Sus ni?os, sacaron el sello de la casa: sobriedad y rigor, ¨¦tica y est¨¦tica, nunca un desplante artificial, saludos los justos.
Conversar con ella era uno de los m¨¢ximos placeres imaginables. Era majestuosamente malvada, hilarante y dur¨ªsima. Ten¨ªa aje y arte, era diva y capitana, orgullosa y sensible, cosmopolita y flamenca. Combinaba una lengua de acero, un coraz¨®n de fuego, un inapelable sentido de la justicia y una asombrosa capacidad narrativa. Matilde Coral la defini¨® ayer como una "enciclopedia de la danza"; Mario Maya record¨® "su refinada inteligencia". Medalla de Andaluc¨ªa, Premio Ni?a de los Peines de la Junta andaluza, t¨ªtulo de Maestra del Baile de la Bienal de Sevilla... Los premios sonaban a poco para esta artista, adorada desde Jap¨®n a San Francisco.
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